El axioma jurídico se verifica, en las últimas acciones del régimen sionista contra posiciones sirias, que desenmascaran cuál ha sido su proceder desde el mismo inicio del conflicto en 2011. Israel, esperanzado en la destrucción del estado sirio, enemigo histórico y principal socio de Irán sobre la cuenca del Mediterráneo, apostó y aportó infinidad de […]
El axioma jurídico se verifica, en las últimas acciones del régimen sionista contra posiciones sirias, que desenmascaran cuál ha sido su proceder desde el mismo inicio del conflicto en 2011.
Israel, esperanzado en la destrucción del estado sirio, enemigo histórico y principal socio de Irán sobre la cuenca del Mediterráneo, apostó y aportó infinidad de recursos para posibilitar a las bandas terroristas que con diferentes nombres lucharon contra el gobierno de Bashar al-Assad, no importó que se llamara al-Nusra, al-Qaeda, Daesh o Ejercito Libre Sirio (ELS), mercenarios, comandos de las principales agencias de inteligencias occidentales y fundamentalistas musulmanes llegados desde todos los rincones del Islam, alentados y financiados por los regímenes monárquicos del Golfo Pérsico, las «democracias» europeas y estadounidense, acompañados por Turquía, no pudieron derrotar al Ejercito Árabe Sirio, y sus aliados: las fuerzas armadas rusas, la organización libanesa Hezbollah y los comandos al-Quds (Jerusalén) de la Guardia Revolucionar iraní, una fuerza de élite, independiente del ejército regular, que obedece directamente al el ayatola Alí Khamenei, la máxima autoridad de Irán, «Guía de la Revolución», mientras que el ejército regular depende del presidente Hassan Rohani.
Frente a lo irreversible de la victoria siria, Israel ha decidido dejar su lugar en la retaguardia y pasar al rol de beligerante a solo algunas horas de que se conociera la decisión de presidente norteamericano Donald Trump, que como lo había prometido en su campaña electoral, renunciaría a los acuerdos nucleares alcanzados con Teherán por su predecesor Barack Obama, desoyendo a aliados del peso como Francia y Alemania.
Como es costumbre en el régimen sionista, invocando su derecho a la defensa, acusa y golpea, en este caso lo hizo contra posiciones de la al-Quds iraní, a quien responsabilizó de haber lanzado 20 misiles contra los Altos del Golán, y cuya organización fue atribuida al mítico comandante de la Guardia Revolucionaria, el General de División Qassem Suleimani.
Los Altos del Golán, unos 1200 km cuadrados de territorios sirios, usurpado por Israel en 1967 y anexados en 1981, además de valor estratégico-militar, es un importante reservorio de agua para Israel, de tierras muy fértiles para cultivos y criar ganado.
Israel no ha podido demostrar que los ataques denunciados contra el Golán hayan existido efectivamente y muchos menos que hayan sido originados por efectivos iraníes, aunque para la política sionista, siempre acompañada de una gran cobertura mediática, la más leve sospecha equivale a la más clara de las pruebas, por lo que una vez más se ha permitido atacar sin temores a la repulsa internacional.
El último ocho de mayo, Israel había atacado posiciones cercana a Damasco, en las que asesinó a 15 militares pro sirios, ocho de ellos iraníes, a pesar de que el sistema de baterías sirio alcanzó a interceptar dos misiles, dirigidos contra el aeropuerto de la capital.
Con las acciones del 9 y 10 de mayo, el régimen genocida de Benjamín Netanyahu realizó la mayor operación contra Siria desde la guerra del Yom Kippur en 1973.
La escalada judía contra Siria se ha profundizado a lo largo de este año, habiendo realizado unos diez ataques desde febrero, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) denunciaron el derribo un avión no tripulado iraní, tras haber incursionado en su espacio aéreo.
A pesar de que tanto Siria como Irán no respondieron al ataque, las incursiones israelíes se han multiplicado. El régimen sionista ha intentado atacar depósitos de armas tanto del ejército sirio, como de Hezbollah y la fuerza iraní de al-Quds próximos a Damasco.
Los bombardeos israelíes fueron realizados, según fuentes rusas, por 28 aviones de combate que han lanzado más de 60 misiles y otros 10 misiles tierra-tierra a los que las defensas sirias consiguieron interceptar en su gran mayoría. Las áreas atacadas se localizaron en cercanías de la ciudad de Dumeir, a unos 50 km al noreste de capital siria, y en Deraa, una ciudad próxima a la frontera con el Líbano, donde se cree operan batallones del Hezbollah, también atacaron el aeropuerto militar T4 próximo a las ciudades de Homs, y Maadmiyat al-Sham, al oeste de Damasco.
El fin de acuerdo y sus consecuencias
La ruptura del acuerdo nuclear por parte de los Estados Unidos entre Irán y el grupo 5+1, las cinco naciones miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Rusia, China, Estados Unidos, Reino Unido y Francia) más Alemania, firmado el 14 de julio de 2015, después de casi 20 años de discusiones para evitar que Irán, alcanzará la posibilidad de fabricar armamento nuclear, está íntimamente ligada a esta nueva escalada belicista por parte de Israel, cuyas consecuencias son difíciles de prever.
Recordemos que Israel, que si cuenta con armas nucleares, y de hecho es el único país de la región que pose este tipo de armamento, durante estos últimos tres años había protestado en todos los foros internacionales a los que tuvo acceso. Alertado sobre el peligro de permitir que Irán desarrollase cualquier tipo de programa nuclear, incluso para el uso pacífico, como si lo admite el Tratado de No Proliferación.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aseguró en varias oportunidades de tener pruebas de que Teherán desarrollaba desde hace tiempo armamento nuclear, incluso después de la firma del acuerdo nuclear en 2015.
El espaldarazo recibido por Israel por parte de Estados Unidos, con la ruptura del pacto y la mudanza de la embajada norteamericana desde la capital de Israel, Tel-Aviv, a al-Quds (Jerusalén) es lo que sin duda ha posibilitado a las acciones bélicas de estos últimos meses, lo que pone en posibilidades de una guerra en gran escala, no solo a toda la región, sino a muchos países muy alejados del centro del conflicto.
Las actuales relaciones entre Moscú y Washington, que no pasan por su mejor momento, si alguna vez lo hubo, deja un campo de maniobras muy estrecho al presidente Vladimir Putin para evitar que Siria, aliado histórico desde los tiempos de la Unión Soviética hasta la actualidad, se vea envuelto en una guerra de proporciones desconocidas, que arrastraría no solo a la República Islámica de Irán, sino que sería muy difícil que los gobiernos títeres de la región como Arabia Saudita, Jordania, Qatar, y un largo etcétera de los que no estarían exentos Turquía, Egipto y Pakistán, esta última nación la única de mundo musulmán con armamento nuclear, que hoy de una u otra manera controlan el odio de sus pueblos contra Israel, que no solo ocupa ilegalmente los territorios de la nación Palestina, sino que también tiene bajo su control a al-Quds, el tercer lugar más sagrado para el Islam, después de la Meca y Medina.
La estrecha e impensada alianza, hasta hace pocos meses entre Israel e India, siempre con relaciones críticas con Pakistán, obligaría a Islamabad a una actitud mucho más agresiva frente a una escalada belicista entre Irán y el estado sionista que a toda costa intenta ampliar sus fronteras, por cualquier método, desde lo militar, como hemos visto o desde lo diplomático, ya que el embajador israelí en Naciones Unidas, Danny Danon, acaba de exigir al Consejo de Seguridad, que consiga que Irán se retire de Siria, para seguir golpeando a la nación martirizada desde 2011.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.