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Nabil Rajab, un auténtico patriota bahreiní

Fuentes: Middle East Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

El 4 de junio de este año, el Tribunal Superior de Apelaciones de Bahréin confirmó una sentencia de cinco años dictada contra el destacado defensor de los derechos humanos Nabil Rajab, por los tuits en los que criticaba al gobierno. Nabil Rajab es mi amigo. Fue arrestado en junio de 2016 y lleva en prisión preventiva más de año y medio, la mayor parte del tiempo en régimen de aislamiento. En febrero de este año fue enjuiciado, en un proceso en el que se le declaró velozmente culpable y se le sentenció a cinco años de cárcel.

Nabil se había pasado ya varios años entrando y saliendo de la prisión por su persistente negativa a dejar de criticar pacíficamente los extendidos abusos a los derechos humanos por parte del régimen bahreiní. Los abusos están muy bien documentados: asesinato de manifestantes pacíficos por las calles y bajo detención; torturas en prisión para obtener confesiones forzadas; sentencias de muerte en base a confesiones falsas; denegación de representación jurídica a los detenidos; arresto de destacadas personalidades de la oposición política; prohibición de las organizaciones políticas; clausura de la única cadena independiente de noticias Al-Wasat; acoso a los periodistas…

Hace un año escribí sobre la indignación que me causaba que nuestro gobierno permaneciera en silencio frente a la persecución a la que se sometía a Nabil. Decía entonces:

«Me indigno ante la injusticia y ante mi propia impotencia. Pero, seguramente, si muchos de nosotros nos atreviéramos habláramos, podríamos elevar nuestro grito y exigir que nuestro gobierno actuara en defensa de un hombre bueno que es emblemático de todos los que se hallan injustamente encarcelados en Bahréin y en toda la región».

Ahora, un año después, me siento terriblemente triste e incluso más impotente aún. Nuestro gobierno no ha hecho nada. Me siento apenado por el valiente Nabil, por su valiente esposa Summaya y por sus hijos. Por su hijo Adam, que ha luchado con mucho coraje para mantener el nombre de su padre en nuestra conciencia y en nuestro recuerdo. Me siento triste por un joven que ha entregado gran parte de su vida a la justa causa de luchar para liberar a su padre.

Me siento profundamente desolado por mi amigo Nabil. Me reuní con él por vez primera en 2007, cuando estaba haciendo un programa para la BBC Radio 4. Nos habló de un pueblo de pescadores en las afueras de la capital, Manama. Los aldeanos estaban enfadados de que un miembro de la familia reinante de los al-Jalifa les hubiera despojado sumariamente de su tierra para construirse una villa junto al mar.

Nabil quería mostrarnos el resentimiento de los jóvenes bahreiníes y la profunda frustración que sentían ante las injusticias perpetradas por la familia real. Pero también quería que comprendiéramos que los bahreiníes de cualquier secta y clase económica compartían el deseo de que se emprendieran reformas graduales y de que esas reformas se produjeran sólo a través de medios pacíficos y diálogo. Ni en aquel momento, ni durante el tiempo transcurrido desde entonces, ha pedido un cambio de régimen.

En mis viajes de regreso a Bahréin, estuve en contacto con Nabil. En un ambiente donde los funcionarios del gobierno se negaban a menudo a hablar con miembros de la prensa extranjera como yo, él siempre estaba disponible. Era algo más que su natural cortesía, era una estrategia útil dada la ofuscación y opacidad del régimen.

Siempre, siempre, hizo hincapié en la importancia de la protesta no violenta. Es un bahreiní orgulloso de serlo y fue el primero que me dijo que en 1970, antes de conseguir la independencia de los británicos, la inmensa mayoría de los ciudadanos rechazaba la idea de que su país se incorporara a Irán. Orgulloso y tozudo.

En una ocasión, Nabil me contó que las autoridades le habían ofrecido liberarle con una única condición: que desistiera de criticar al régimen. Me dijo que esas eran unas condiciones que ni siquiera podía pensar en aceptar.

Con algo de anglófilo -en una ocasión estuvo encantado de llevarme al Club Británico en Manama-, siente profundamente que la causa en la que se ha embarcado y a la que ha sacrificado tanto está profundamente enraizada en los valores británicos de la libertad de expresión, en unos medios de comunicación libres y en la democracia abierta.

¡Cuánto hemos traicionado nosotros esos valores al permitir que ese régimen haga desfilar a Nabil ante un sistema judicial completamente politizado y comprometido con aquel, para enfrentarse a acusaciones engañosas sin ningún tipo de apoyo legal apropiado y para recibir largas condenas de prisión una y otra vez!

Comprendió perfectamente que proseguir por el camino de la libertad y la reforma democrática implicaría inevitablemente más tiempo en la cárcel. Siempre tenía una pequeña bolsa preparada junto a la puerta, esperando la redada de medianoche para llevárselo o la llamada telefónica matutina para ordenarle que se presentara ante la oficina del fiscal público.

En todo el tiempo que conozco a mi amigo nunca ha dudado de su causa ni de que el camino hacia la justicia deba transitar por medios pacíficos. Teme que el constante acoso y represión por parte del Estado pueda provocar más violencia. Como me dijo una vez:

«No hay lugar para la protesta pacífica. Todas las marchas están prohibidas y no puedes expresarte por Twitter. No se tolera crítica alguna. El gobierno está llenando las cárceles con activistas de los derechos humanos y políticos de la oposición; todos nosotros abogamos por el cambio pacífico». «Si no permites la protesta pacífica de la gente, si castigas a la gente por una crítica normal, si silencias y encarcelas a los manifestantes pacíficos, estás creando un ambiente donde algunas personas decidirán acudir a la violencia. Eso me preocupa profundamente».

Me han contado que Nabil está confinado en una celda diminuta, de 3 x 3 metros, con otros cinco reclusos. Es estrecha, sucia y está infectada de insectos. Permanecen encerrados en la celda durante 23 horas al día. La salud de mi amigo está resintiéndose pero las autoridades se han negado a trasladarle al hospital para que le sometan a tratamiento.

La decencia humana clama que debería ser liberado. Pero conozco a mi amigo y sé que diría que su propio sufrimiento no importa. Que lo que importa, puedo escuchar a Nabil diciéndolo, es su país y el destino y futuro de sus ciudadanos. Porque es un verdadero patriota bahreiní.

Bill Law es un analista especializado en temas de Oriente Medio y del Golfo Pérsico. Ha obtenido el Premio Sony de periodismo. Se incorporó a la BBC en 1995, donde permaneció hasta 2014. Su documental The Gulf: Armed & Dangerous (2010) anticipaba las revoluciones que se generaron durante la Primavera Árabe. Ha cubierto los levantamientos en Egipto, Libia y Bahréin. Ha informado también desde Afganistán y Pakistán. En la actualidad, trabaja como periodista independiente. Twitter:   @billlaw49 .

Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20180607-nabeel-rajab-a-true-patriot-of-bahrain/  

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.