La coalición dirigida por Arabia Saudí, que causó una espantosa matanza en Saada hace unos días al bombardear un autobús donde se trasladaban decenas de niños, asesinando a casi sesenta personas, ha vuelto a mostrar su ferocidad y su absoluto desprecio por el derecho internacional y por la vida de la población civil en Yemen. […]
La coalición dirigida por Arabia Saudí, que causó una espantosa matanza en Saada hace unos días al bombardear un autobús donde se trasladaban decenas de niños, asesinando a casi sesenta personas, ha vuelto a mostrar su ferocidad y su absoluto desprecio por el derecho internacional y por la vida de la población civil en Yemen. Esta sanguinaria masacre de escolares se añade a la matanza de la semana anterior en Hodeida, donde la aviación saudita bombardeó, de nuevo, a la población civil matando a cincuenta y cinco personas e hiriendo a más de doscientas.
Tras tres años de intervención en Yemen, el mundo no puede ignorar que el gobierno de Salmán bin Abdulaziz y Mohammed bin Salman es directamente responsable de la catástrofe, la muerte y el dolor que sus tropas y sus bombardeos están provocando en el país. Burlándose del sufrimiento yemení y de la horrorizada conmoción del mundo, el brutal cinismo del gobierno de Riad ha llegado al extremo de justificar la matanza de niños en Saada con la excusa de que el bombardeo fue «una acción militar legítima» y que los bombardeos «se ajustan a las normas internacionales y a las leyes humanitarias».
La intervención de Arabia y de sus aliados del Golfo (con el abierto apoyo de Estados Unidos) en el conflicto yemení ha causado ya más de diez mil muertos, entre ellos, según UNICEF, dos mil doscientos niños; ha destruido buena parte de las instalaciones sanitarias del país y centenares de escuelas, ha hecho aumentar la penuria y el hambre, ha hecho posible la aparición de enfermedades como el cólera, y ha puesto a diez millones de niños yemeníes en una gravísima situación que reclama urgente ayuda humanitaria.
La ONU ha calificado la situación en el país como «la más grave crisis humanitaria que padece hoy el mundo». Sin embargo, la protección, la connivencia y el silencio de Estados Unidos, de la mayoría de sus aliados, y de buena parte de la prensa internacional, hacia el gobierno de Arabia saudita, ha hecho posible que el horror de Yemen haya pasado a ser una guerra casi olvidada.
Arabia conoce el derecho internacional y la obligación de todos los países, incluso en situación de guerra, de proteger la vida de la población civil, pero, como ha mostrado la controversia con Canadá, para Estados Unidos, el petróleo y los intereses militares estratégicos y sus propósitos en Oriente Medio, están por encima de cualquier consideración democrática y humanitaria, pese a sus reiteradas proclamas de defensa de los derechos humanos.
La disputa de Riad con Canadá, cuya ministra de Asuntos exteriores había mostrado con suma cautela su «preocupación» por las detenciones de mujeres y defensores de derechos humanos realizadas por el gobierno saudita, ilustra la impunidad con que Arabia, gracias al apoyo de Estados Unidos, desprecia las obligaciones que tiene como miembro de la ONU. Pese a la prudencia del gobierno de Otawa, Riad expulsó al embajador canadiense y congeló el comercio con el país, enviando el mensaje al mundo de su rechazo absoluto a cualquier crítica de otro país. Esa política norteamericana ha llegado al extremo de abandonar a su aliada Canadá en el altercado diplomático que mantiene con Arabia, como también ha hecho Gran Bretaña y otros miembros de la OTAN.
La complicidad con la sanguinaria dictadura feudal de Arabia que mantienen Estados Unidos, España (Felipe Borbón sostiene magníficas relaciones con la monarquía saudita) y otros países, explica la insolencia y la soberbia del gobierno de Riad tras matanzas como la de los escolares de Saada, pero debe llevar a la población de nuestro país, y del resto del mundo, a exigir que se ponga término a la colaboración política, militar y económica con un régimen criminal, que arma y financia grupos terroristas en Siria y causa matanzas ignominiosas como la de Saada en Yemen.
Es urgente atajar la agresión y parar la guerra en Yemen. Hay que detener a los asesinos que bombardean y ametrallan a la población civil yemenita, y el gobierno de Arabia Saudita debe responder ante los tribunales internacionales por la comisión de crímenes de guerra, porque el mundo no puede olvidar que el gobierno de Riad tiene las manos empapadas en la sangre de los niños de Saada.
Ramiro Gómez es un comunicador alternativo latinoamericano experto en temas como el Medio Oriente, la revolución cubana, Nicaragua, Colombia, la revolución Bolivariana, la Unión Soviética, y la Guerra Civil española.
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