Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
El príncipe heredero saudí es una pieza clave en el «Acuerdo del Siglo» diseñado por Trump y Netanyahu y comparte la enemistad de este último hacia Irán y hacia Erdogan
El príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (AFP)
Durante todo el mes pasado, mientras gobiernos y medios informativos se mostraban conmocionados y consternados por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, en Israel apenas se hablaba del tema. El columnista israelí Ben Caspit escribió que la jefatura de su país evitaba el tema «como a una plaga».
Da la impresión de que ningún político israelí quiere hacer comentario alguno por miedo a ofender a la última figura glamurosa del país saudí, el príncipe heredero Mohamed bin Salman. Según muchos analistas, la orden de asesinar a alguien tan prominente como Khashoggi tendría que haber sido dada por el propio bin Salman.
Finalmente, el pasado viernes el primer ministro Netanyahu no tuvo más remedio que opinar sobre el caso y declaró que «era algo de lo que había que ocuparse», pero no a costa de poner en peligro la estabilidad de Arabia Saudí y la lucha contra Irán.
«Lo que ocurrió en el consulado de Estambul fue horrible y habrá que ocuparse de ello como corresponde», declaró. «Pero al mismo tiempo es muy importante, por la estabilidad del mundo y de la región, que Arabia Saudí no se desestabilice».
MBS: el eje del acuerdo Trump
MBS, tal y como se le conoce, es el eje fundamental del Acuerdo del Siglo concebido por Trump y Netanyahu, que se supone pondrá fin al conflicto entre Palestina e Israel. Los detalles de esta propuesta de Trump y sus representantes en Oriente Próximo, que no deja de posponerse, han sido publicados en diversos medios de comunicación. Según múltiples analistas, los términos filtrados de dicho acuerdo son muy favorables a los intereses israelíes mientras ignoran la mayor parte de los derechos de los palestinos.
A pesar del carácter unilateral del plan, MBS ha hecho todo lo posible por intentar vendérselo a las autoridades palestinas. Haciendo uso de su autoridad, el príncipe heredero saudí llamo a su palacio real al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas para comunicarle que si no aceptaba los términos de dicho acuerdo debería dimitir. Con ello daba a entender que, en caso contrario, los saudíes encontrarían otro dirigente palestino dispuesto a firmar dicho acuerdo.
De momento, Abbas se ha resistido a la oferta saudí y no ha perdido su cabeza ni su empleo. Posteriormente, el rey Salman reafirmó el compromiso saudí con el acuerdo que ofrecía a los palestinos un Estado dentro de las fronteras establecidas en 1967, algo que el nuevo plan de Trump esquiva.
Un acuerdo de paz favorable a los israelíes es algo que solo acontece una vez en la vida. Así que Netanyahu es consciente de que meterse en el embrollo Khashoggi es lo último que debe hacer. Si existe una mínima posibilidad de que el príncipe saudí pueda convencer a los palestinos, no será él quien vaya a arruinar dicha operación.
Las fuentes del gobierno israelí cercanas a Caspit aportan otros argumentos que explican las razones para mantener la discreción sobre este tema.
El chollo del Golfo
Hay enormes intereses económicos en juego. Como resultado del incremento de relaciones entre Israel y diversos estados del Golfo, el ejército y empresas de seguridad israelíes han firmado contratos por valor de miles de millones. Aviones repletos de consultores, instructores, armas y equipo sofisticado para la vigilancia realizan viajes semanales entre Tel Aviv y las capitales del Golfo.
Decenas de israelíes se trasladan al Golfo para instalar y entrenar a sus clientes locales en el uso de estas tecnologías. Los salarios que perciben son muy superiores a los que ganarían en puestos similares en su país. Para el sector militar y de inteligencia israelí, se trata de la gallina de los huevos de oro funcionando sin interrupciones.
No obstante, tal vez lo que más une a Netanyahu y MBS sea su odio hacia Irán.
Palestinos prendiendo fuego a una bandera israelí y a retratos del Donald Trump y de Mohamed bin Salman en una protesta frente a la valla fronteriza con Israel, en la ciudad de Gaza, el 13 de abril de 2018 (AFP)
Entre bastidores, Israel continúa apoyando a Arabia Saudí. Por tanto, no tiene más remedio que «pasar por alto» el incidente Khashoggi. «La lucha contra Irán deja de lado cualquier otro asunto», declaró bajo anonimato un ministro israelí a Al-Monitor.
«La seguridad nacional israelí y la amenaza iraní son los temas más importantes de nuestra agenda, mientras que los asuntos internos saudíes tienen menor importancia [para Israel] en estos momentos». Netanyahu corroboraba esa afirmación el viernes pasado, cuando declaró que el asesinato de Khashoggi tenía menos importancia que «el bloqueo a Irán».
El acercamiento entre Israel y Arabia Saudí, que se ha acelerado en los últimos años, se ve favorecido por la rivalidad regional entre Irán y Arabia Saudí -y por la hostilidad israelí hacia la supuesta intrusión iraní en su esfera territorial de influencia en Siria, Líbano y Gaza.
El factor Erdogan
La propensión israelí a excusar la carnicería cometida en la embajada saudí de Estambul también se ve favorecida por la intensa y prolongada enemistad hacia el presidente turco, Erdogan, que se remonta a la matanza de diez ciudadanos turcos que efectuó Israel sobre la cubierta del Mavi Marmara* en 2010.
La negociación para resolver dicho conflicto se prolongó durante años, hasta que Israel aceptó disculparse por las muertes e indemnizar a las familias de las víctimas con 20 millones de dólares. Aunque las relaciones diplomáticas fueran restablecidas, las relaciones entre ambos países no han vuelto a ser tan cercanas como lo fueron anteriormente.
Netanyahu también busca beneficiarse de la rivalidad entre Turquía, gobernada por el partido islamista AKP, y los saudíes. Turquía apoyó a los Hermanos Musulmanes cuando el movimiento ganó las elecciones democráticas en Egipto. Los saudíes desprecian a la Hermandad porque la consideran una amenaza para su gobierno dinástico.
Erdogan está manejando este escándalo como si tocara el violín. Pretende utilizarlo para reparar los daños que causó a su posición internacional el aplastamiento del golpe de Estado y la imposición de medidas draconianas por las que decenas de miles de ciudadanos fueron encarcelados y expulsados de sus empleos. También está prolongando el escándalo para bajar los humos de los saudíes en el ámbito regional.
Así pues, Netanyahu no desea hacer nada que mejore la reputación de Erdogan en medio de esta disputa entre ambos estados suníes.
Una campaña orquestada
Por otra parte, los israelíes son conscientes, aunque no lo reconozcan públicamente, de que su agencia de inteligencia, el Mossad, ha enviado sus propios escuadrones de la muerte por todo Oriente Próximo y otros países extranjeros, para matar no solo a sus enemigos árabes y a los ciudadanos extranjeros que colaboraban con ellos, sino incluso a sus propios ciudadanos.
Israel no puede permitirse el lujo de denunciar a ninguna nación por matar a sus enemigos, porque teme que el mundo le recrimine ese mismo comportamiento. Por no mencionar que algunas de estas operaciones fracasaron tan espectacularmente como la que supuso la muerte de Khashoggi.
Por último, aunque Israel rechace en público condenar el asesinato del periodista saudí, en privado disculpa el comportamiento asesino de los saudíes.
Otros dirigentes de Oriente Próximo han acudido en defensa del príncipe heredero. En los últimos días, el presidente egipcio Abdelfattah el Sisi y Netanyahu se han puesto en contacto con la administración estadounidense para expresar su apoyo al príncipe heredero, argumentando que es un importante socio estratégico en la región, según afirmaron personas que conocían dichas llamadas.
Parece muy probable que Netanyahu esté defendiendo a MBS como parte de una campaña orquestada en beneficio de la Casa Saudí. Esa decisión coloca a Israel a la defensa de una operación terrorista promovida por otro Estado. Pero esto no debería sorprendernos, teniendo en cuenta que Israel es uno de los practicantes más destacados de dicho arte.
N.d.T.:
* El 31 de mayo de 2010, la armada israelí atacó a la Flotilla de la Libertad –que se dirigía a Gaza para aliviarla del asedio israelí con un cargamento de ayuda humanitaria– en aguas internacionales. En ella viajaban más de 600 activistas a bordo de 6 embarcaciones. Diez de ellos fueron asesinados por los soldados que abordaron los barcos y más de 30 resultaron heridos.
Richard Silverstein escribe el blog Tikun Olam, dedicado a hacer públicos los excesos de las fuerzas de seguridad israelíes. Escribe regularmente para Haaretz, Forward, Seattle Times y Los Angeles Times.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/columns/why-benjamin-netanyahu-defending-mohammed-bin-salman-254854779
El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete su integridad y se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente del mismo.