Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Contrariamente a lo que dejan creer las cifras recopiladas por las organizaciones internacionales, la diferencia entre ricos y pobres bate todos los récords en Oriente Próximo. Y en parte permite comprender mejor las causas profundas de los levantamientos árabes.
«Pan, libertad y justicia social»: el célebre eslogan de la plaza Tahrir en 2011 situaba la justicia social en el centro de las reivindicaciones de los movimientos populares egipcios. Sin embargo, de creer las cifras oficiales, ¡el Egipto pre-Mubarak era tan igualitario como los países escandinavos en la década de 1980! Y todos los estudios existentes documentan unos niveles de desigualdad de ingresos histórica e internacionalmente bajos: por consiguiente, habría que buscar en otra parte la fuente del descontento de las poblaciones. Las organizaciones internacionales de desarrollo han denominado esta sorprendente observación «el enigma de las desigualdades en Oriente Próximo». En efecto, ¿cómo explicar unos niveles de desigualdad que se cuantifican tan bajos y la emergencia de un movimiento de contestación tan vasto que, entre otras cosas, busca redistribuir mejor los ingresos?
En un nuevo estudio del Laboratorio sobre las Desigualdades Mundiales (LIM, por sus siglas en francés) de la Escuela Económica de París, Measuring lnequality in the Middle East 1990-2016:The World’s Most Unequal Region? [Cuantificar la desigualdad en Oriente Próximo 1990-2016: ¿La región más desigual del mundo?], realizado con Facundo Alvaredo y Thomas Piketty, demostramos que el «enigma» ha podido persistir a causa de una falta de datos en la región. En efecto, todos los estudios existentes se basan únicamente en datos de encuesta, que a veces solo contenían información sobre el consumo y que subestiman sistemáticamente los ingresos, sobre todo, los de las personas más ricas.
Medir mejor
Para evitar este problema hemos recopilado todos los datos existentes sobre los ingresos y los patrimonios: cuentas nacionales, encuesta sobre los hogares, listas de millonarios publicadas en las revistas Forbes y Arabian Business, y datos fiscales recientemente disponibles. Al proponer nuevos métodos y medir las desigualdades a escala de Oriente Próximo en su conjunto, desde Egipto a Irán y desde los países del Golfo a Turquía (excluyendo Israel), llegamos a unas conclusiones radicalmente diferentes: Oriente Próximo aparece como la región menos igualitaria del mundo.
La decisión de añadir los resultados a escala regional proviene, precisamente, de la ausencia de datos para hacer un análisis satisfactorio de las desigualdades en el seno de cada país. Así, actualmente es posible calcular de forma creíble la evolución del reparto de los ingresos en Líbano solo entre 2005 y 2014, ya que es el único país del que se dispone de datos administrativos fiscales
Esta agregación tiene sentido por varias razones. En primer lugar, la percepción del carácter justo o injusto de determinado reparto de los ingresos no está determinada únicamente por las desigualdades en el seno de los países, sino también por las desigualdades entre países, a escala regional. A continuación, el concepto de Estado nación no es el único ángulo a través del cual puede resultar interesante estudiar las desigualdades: las escalas regional y mundial permiten comprender de forma diferente los determinantes de las desigualdades. Por ejemplo, el LIM trabaja sobre el cálculo de las desigualdades a escala europea, pero también en América del Sur. Y cuando se añaden los países de Europa del Este y de Europa del Oeste (por ejemplo, Dinamarca y Rumanía), sin duda las desigualdades aumentan mecánicamente, pero en una medida mucho más baja que para Oriente Próximo. Por consiguiente, este aumento no es evidente y es determinante comprender de dónde viene para proponer unas políticas públicas eficaces.
Por supuesto, nuestro estudio no pretende identificar este nivel extremo de concentración de ingresos como única explicación de la agitación de Oriente Próximo. Los orígenes de los conflictos que lo sacuden son complejos y mezclan los antagonismos socioeconómicos con factores religiosos y políticos. Con todo, las desigualdades pertenecen a una serie de mecanismos que contribuyen a generar estas numerosas crisis políticas. El intento de anexión de Kuwait por parte de Iraq en 1990 (dos países cuyos niveles de ingresos y de riqueza difieren enormemente) es un ejemplo elocuente de los efectos de un reparto desigual de los ingresos y del establecimiento de mecanismos de redistribución (en este caso en la violencia) que puede suscitar este reparto.
Enormes disparidades entre países
Entre 1990 y 2016 el crecimiento demográfico fue particularmente fuerte en Oriente Próximo: la población pasó de 240 millones de personas a 410 millones, esto es, un aumento total del 70 %. El aumento de los ingresos medios corregido con la inflación fue más modesto, de aproximadamente un 15 % ya que pasó de 9.000 a 10.000 euros entre 1990 y 2016 en tasa de cambio de mercado, esto es, aproximadamente el 30 % de la media de Europa occidental en ese periodo.
El nivel y evolución de los ingresos medios de la región reflejan unas realidades muy diferentes según los distintos grupos de países. Irán, Turquía, los países árabes (salvo los países del Golfo) tiene unos ingresos medios que se han estancado por debajo de la media regional y representan entre el 10 % y el 25 % de los ingresos medios europeos. Los países del Golfo se distinguen claramente del resto de la región: en paridad de poder adquisitivo sus ingresos medios por adulto son tres veces más altos que la media de Europa occidental en 1990 y dos veces más altos en 2016. Por lo tanto, hay una diferencia importante de ingresos entre los países del Golfo y el resto de la región, pero esta diferencia se ha reducido durante el período.
Esta reducción refleja unas fuerzas complejas y contradictorias, con unas implicaciones diferentes en términos de desigualdad. En parte se debe a la evolución del precio y de los niveles de producción del petróleo, pero también al crecimiento relativo de determinados países, como Turquía. También proviene del aumento de la cantidad de personas trabajadoras extranjeras en los países del Golfo, principalmente en los sectores de la construcción y del servicio doméstico. Este amplio flujo de personas migrantes ha provocado un aumento mayor de la población de los países del Golfo respecto a sus ingresos totales y, por lo tanto, ha llevado a un empobrecimiento global de estos países acompañado de un aumento de las desigualdades internas. En todo caso, a pesar de esta reducción de las diferencias de ingresos entre países, estas siguen siendo muy grandes: en 2016 los países del Golfo representan el 15 % de la población de la región, pero reciben más del 50 % de los ingresos.
Reparto desigual de la riqueza del petróleo
Oriente Próximo aparece, por lo tanto, como la región menos igualitaria del mundo. El 10 % de personas más ricas recibe el 64 % de la riqueza regional, frente al 37 % en Europa occidental, el 38 % del conjunto de Europa, el 47 % en Estados Unidos, el 55 % en Brasil y el 62 % en Sudáfrica. Se suele presentar a estos dos últimos países como los menos igualitarios del mundo. La proporción de los ingresos totales que posee el 1 % de personas más ricas es del 27 % en Oriente Próximo, frente al 12 % en Europa occidental, el 20 % en Estados Unidos, el 28 % en Brasil, el 18 % en Sudáfrica, el 14 % en China y el 21 % en India. El 50 % más pobre gana un 9 % de la renta regional en Oriente Próximo, frente a un 18 % en Europa.
En este sentido resulta impactante constatar que las regiones menos igualitarias del mundo están marcadas por un enorme pasivo de discriminaciones raciales, lo cual es cierto para Estados Unidos y Sudáfrica, donde el sistema de apartheid está vigente hasta 1991 y donde el 10 % de personas más ricas todavía corresponde aproximadamente a la minoría blanca de la población, pero también para Brasil, que cuando se abolió la esclavitud en 1887 contaba con aproximadamente un 30 % de personas esclavas. En Oriente Próximo, por el contrario, las desigualdades tienen un origen más moderno y se explican en primer lugar por el desigual reparto geográfico de la propiedad de los recursos petroleros y de su transformación en dotaciones financieras permanentes, lo cual explica las enormes diferencias de ingresos entre los países abundantemente dotados de petroleo y los países muy poblados demográficamente.
Las personas inmigradas: un 60 % de la población
En este sentido nuestros resultados no son sorprendentes: al agregar Yemen a Arabia Saudí aumenta el nivel de desigualdad. No obstante, la extrema concentración de ingresos en la región también se explica por las grandes desigualdades en el seno de los países, que todavía se subestiman enormemente dada la calidad de los datos disponibles (sobre todo para trazar la estructura de propiedad y la dinámica entre capital público y privado, que a menudo sigue siendo poco clara en la región). El problema es particularmente grave en los países del Golfo, donde las estadísticas oficiales son poco fiables y no dan cuenta de aspectos importantes de su economía política, empezando por la proporción cada vez mayor de personas trabajadoras extranjeras entre la población, las cuales viven en unas condiciones extremadamente difíciles y reciben una parte muy baja de la renta nacional.
El flujo de personas trabajadoras extranjeras hacia los países del Golfo aumentó constantemente a o largo del periodo: representan casi el 60 % de la población adulta total en 2016 frente al 50 % en 1990. En los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar incluso constituyen casi el 90 % de la población adulta total, contrariamente a Arabia Saudí, Omán y Bahreín donde representan el 40 %.
Los datos de encuesta en los países del Golfo solo cubren entre el 20 % y el 30 % de la renta nacional total, tal como está cuantificado por las cuentas nacionales y reseñado en las bases macroeconómicas de la ONU o del Banco Mundial (en los países desarrollados la cobertura es del orden del 70 %-80 %). En la medida en que las personas nacionales probablemente se benefician más que las extranjeras de los ingresos no cubiertos (empezando por los beneficios no redistribuidos de las empresas petroleras y los ingresos del capital acumulado de los fondos soberanos) proponemos diferentes escenarios de desigualdades según se atribuya solo a las personas nacionales el 50 %, el 70 % o el 100 % de los ingresos que faltan. El 10 % más alto varía ahora entre el 65 % y el 85 % de la renta nacional total en los diferentes países e incluso llega al 90 % en Qatar, el país con mayor proporción de personas trabajadoras migrantes. Esto hace que pase a casi el 70 % la proporción de la renta regional que reviene al 10 % de las personas más ricas.
El los demás países de la región, salvo Líbano, los datos no permite establecer con exactitud unas tendencias concernientes a las desigualdades. Con todo, se puede decir que en Turquía disminuyeron entre 2003 y 2007, antes de volver a aumentar entre 2007 y 2016. En Egipto disminuyeron entre 1990 y 2010, y después también aumentaron entre 2010 y 2015. En Líbano aumentaron entre 2005 y 2008, y después se han estabilizado.
Redistribución y responsabilidad democrática
Estos niveles extremos de desigualdad ponen de relieve la necesidad de pensar y desarrollar formas regionales de integración política y de redistribución en Oriente Próximo. Sin duda estos mecanismos de redistribución entre países existen ya en parte: ejemplos de ello más o menos extremos y violentos son los préstamos de los Emiratos Árabes Unidos concedidos a Egipto, los ingresos realizados por los trabajadores libaneses instalados en Arabia Saudi, los flujos migratorios de los refugiados sirios hacia otros países de la región o incluso los movimientos de invasión, como la guerra de Kuwait en 1990. Sin embargo, es necesario que las transferencias financieras existentes se hagan en un marco más democrático y menos caótico (en términos de previsibilidad y de regularidad), a semejanza de los fondos regionales europeos, los cuales aseguran unas transferencias permanentes de los países más ricos a los más países pobres del orden de varios porcentajes del PIB de estos últimos.
En segundo lugar, estos niveles de desigualdad solo se podrán abordar con unas reformas profundas de la fiscalidad en la región. En la mayoría de los países esta se basa más en un gravamen indirecto (IVA) que en uno directo (sobre los ingresos, el capital), lo cual es muy regresivo. En los países del Golfo ni siquiera existe un gravamen directo. Por otra parte, el impuesto de sucesiones es un medio eficaz para luchar contra las desigualdades de riqueza, pero también de ingresos, y, una vez más, no existe en la mayoría de los países. Por último, es importante aumentar el acceso a los datos sobre los ingresos y patrimonios en la región, condición sine qua non de un debate público transparente y de la construcción de Estados de derecho.
Bibliografía:
Facundo Alvaredo, Lydia Assouad, Thomas Piketty, Measuring Inequality in the Middle East, 1990-2016 : The World’s Most Unequal Region ?, WID.world Working Paper Series, no. 2017/15, 2017.
Facundo Alvaredo, Lydia Assouad, Thomas Piketty, Emmanuel Saez, Gabriel Zucman, World Inequality Report 2018, Harvard University Press, 2018.
Lydia Assouad, «Rethinking the Lebanese Economic Miracle: The Extreme Concentration of Income and Wealth in Lebanon, 2005-2014», WID.world Working Paper Series, no. 2016/13, 2016.
Lydia Assouad, Lucas Chancel, Marc Morgan, «Extreme Inequality: Evidence from Brazil, India, the Middle East and South Africa», American Economic Association P&P, enero de 2018.
Sami Bibi, Mustapha Nabli, «Equity and Inequality in the Arab Region», ERF Policy Research Report no. 33, enero de 2010.
Ban co Mundial, Inequality, Uprisings, and Conflict in the Arab World, MENA Economic Monitor, octubre de 2015.
Lydia Assouad está haciendo un doctorado en la École d’économie de París, École des hautes études en sciences sociales (EHESS); es investigadora asociada en World Inequality Lab y World Inequality Database.
Fuente: http://orientxxi.info/magazine/le-proche-orient-region-la-plus-inegalitaire-au-monde,2775
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.