En un reciente artículo reseñé las biografías de Areilza y Aznar (Dos familias vascas: Areilza-Aznar de Anasagasti y Erkoreka, Foca ediciones). Reparando un poco en ambas, caí en la cuenta de que constituían formidables prototipos para explicar la celebrada transición, así como tantos otros aspectos del presente. El caso del primero es más que sintomático […]
En un reciente artículo reseñé las biografías de Areilza y Aznar (Dos familias vascas: Areilza-Aznar de Anasagasti y Erkoreka, Foca ediciones). Reparando un poco en ambas, caí en la cuenta de que constituían formidables prototipos para explicar la celebrada transición, así como tantos otros aspectos del presente. El caso del primero es más que sintomático de la memoria legada acerca de los personajes que gozan hoy de un prestigio prístino como ilustres liberales y paladines del actual régimen constitucional. Su temprana adhesión a los mandos y cuadros del franquismo y su prolongado servicio quedan en nuestros días diluidos bajo la moda de la anorexia y los sucedáneos edulcorantes. En una democracia light debidamente homologada como la nuestra, el azúcar viene a ser un exótico vestigio propio del ron de caña o para el té moruno.
En el caso del segundo -Aznar-, vimos el más acabado ejemplo de aquellos políticos o intelectuales que asombraron al mundo por abrazar las causas más dispares, cuando no excluyentes, según azotaban los vientos. Lo que indulgentemente podría justificarse como un ejercicio de supervivencia se asemeja más a un espectacular número de transformismo (En el prototipo de Manuel Aznar cabe pensar que sólo la ropa de presidiario o el mono y gorra de miliciano no fueran de su agrado).
Me propongo, a continuación, un somero repaso a la intelligentsia franquista constituyente y a la virtualidad democrática que atesoraban muchos de sus oficiantes. He usado la expresiónaños oscuros en el título por varios motivos:
El primero, porque lo es de otro libro de Anasagasti y Koldo San Sebastián (1985). Se refieren a los años que sucedieron a la ocupación por las tropas de Franco de la Euskadi republicana. También dio título a una película vasca de Arantxa Lazcano (1993).
Como en otro lugar glosa Sánchez Erauskin, otras obras como Años de penitencia de Barral o Tiempo de silencio de Martín-Santos, llevada al cine por V. Aranda, son acuñaciones equivalentesy extrapoladas a la triste realidad de la España del primer franquismo. O se puede, usando otra metáfora, hablar de la larga noche del franquismo, si se deja un margen amplio para la acotación de la misma.
En resumen, en aquellos años 40 de posguerra y total carestía la expresión es indubitable. Si se me permite un mal chiste inspirado en La Colmena de Cela, también llevada al cine (Camus), ¡cómo no hablar de años oscuros cuando las restricciones de Electra eran harto frecuentes!
Otra cosa muy distinta es que hayamos asistido después a una explosión de luz y de color, justamente pasados los años de Marisol. A juzgar por libros como el de CarlosMainer y Santos Juliá, El aprendizaje de la libertad (la cultura de latransición) 1973-1986, el prodigio fue obrado. Que el curso así bautizado por estos ilustres catedráticos lo inicien en 1973 es bien arbitrario, pero que lo terminen en 1986, todo un sarcasmo. Darnos por aprobado el curso de las libertades, tras nuestro ingreso en la Unión Europea, cuando los españoles no fuimos consultados recuerda más al despotismo dieciochesco de todo para el pueblo pero sin el pueblo, que a las democracias participativas del veinte.
De momento, buceemos por las profundidades de los años oscuros.
El régimen que por las armas impuso el general Franco vino en llamarse nacional catolicismo. Para algunos, no dejó de ser un pronunciamiento más al uso decimonónico. Frustrado por cuanto desembocó en una guerra. Pero de todas la guerras civiles que jalonaron tal periodo (comenzando por la conocida como guerra de la independencia) ninguna fue de exterminio como la última. Nunca el enemigo político había sido eliminado, represaliado y perseguido con igual saña y persistencia, sin tregua ni perdón: Contrasentidos aparte, el empeño de convertirla en una guerra de religión, «Cruzada nacional», daba fe del fanatismo y de la arqueología de su pensamiento.
Para otros, la versión española del fascismo europeo triunfante en los años treinta. Salvada la vertiente personalista de la Falange y de su fundador, la aproximación al nazismo o a la Roma imperial de sus emergentes figuras (Serrano Suñer, Ridruejo, Tovar, Laín o el magisterio de D’Ors o incluso la épica alucinada de Giménez Caballero) contribuía a su identificación más allá de nuestras fronteras. Pero la victoria de los aliados dejó traslucir cuanto de interesado oportunismo tenían aquellas maneras. En lo sucesivo, las formas se cuidarían de cara a las monarquías y repúblicas parlamentarias, siguiendo el régimen de Franco su curso, a la vez que serviría de escuela para dictaduras latinoamericanas como la de Pinochet, que contaban también con el indisimulado apoyo de los EE.UU.
Existe, por tanto, un amplio consenso en torno al carácter más bien autoritario y represor, que totalitario del nuevo orden. La pérdida efectiva de protagonismo de la Falange o de la instrumentación dada al peculiar sistema de partido único lo confirman. Nos muestran su impronta antiliberal. Por otra parte, recobran en él todo su poder las altas instancias del clero, las castas militares y la oligarquía más reaccionaria e improductiva; en suma, las fuerzas vivas de la «España eterna». Ese viciado conjunto de privilegios y corporativismo irán conformando la real dimensión del poder constituido ysu plasmación social.
En estas líneas voy a enumerar algunas de las obras -una pequeñísima muestra- y de los pensadores del que el autoproclamado Nuevo Estado se servirá:
José Pemartín, «Qué es lo nuevo»…Consideraciones sobre el momento español presente, 1938.
Juan Beneyto, El nuevo Estado español. El régimen Nacional-Sindicalista ante la tradición y los demás sistemas totalitarios, 1939.
Eloy Montero, Los Estados modernos y la nueva España, 1939.
Alfonso de Ascanio, España Imperio. El nuevo Humanismo y la Hispanidad, 1939.
Luis del Valle Pascual, El Estado nacionalista totalitario autoritario, 1940.
Víctor Pradera, el Estado Nuevo, 1941.
J. M. Areilza y F. M. Castiella, Reivindicaciones españolas, 1941.
F. J. Conde, Contribución a la doctrina del caudillaje, 1942.
-Introducción al Derecho político actual, 1942.
-Teoría y sistema de las formas políticas, 1944.
Para la nómina intelectual me sirvo de una ficha, casualmente rotulada en su día Los años oscuros, que confeccioné del libro, Pensamiento español en la era de Franco (1939-1975), regalo de su autor, el iusfilósofo Elías Díaz.
La lista de bajas después del 36 ocuparía varios folios. Trágicamente se veía truncado el segundo siglo de oro español. En cambio, la de quienes permanecieron o no tardaron en regresar, podría reducirse a los siguientes:
Azorín, Benavente, Baroja, Menéndez Pidal , Marañón, D’Ors, Zubiri, García Morente, Giménez Caballero, Manuel Machado, Aleixandre, Dámaso Alonso, principalmente, y más tarde, Ortega y Pérez de Ayala.
En cuanto, propiamente, al revestimiento de la fachada(el término no es neutro) político-intelectualque todo Estado necesita cabe distinguir dos líneas que siguieron un trazado cada vez más divergente:
La continuadora de la España eterna que tomaba el relevode Menéndez Pelayo, Vázquez de Mella, Ramiro de Maeztu y el grupo de Acción Española (Pradera, Vigón, Vegas Latapie, Pemartín, Sainz Rodríguez, Eugenio Montes, Pemán, González Oliveros, Eduardo Aunós, etc.). A su vez, se creó un Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), réplica de la institucionista Junta para Ampliación de Estudios, y una revista Arbor fundada por Calvo Serer, Raimundo Pániquer y Ramón Roquer y en la que colaboraron Sánchez Muniaín, Rafael de Balbín, Vicente Marrero, Fdez. de la Mora y Palacios, entre otros. La influencia del Opus Dei en el Consejo, apoyado por los de Acción Española, desarrollaría una visión tecnocrática de la ciencia, contribuyendo a la apoliticidad que el mismísimo generalísimo trataba de implantar. (Evito referir aquí su archisabida anécdota al respecto).
La otra línea, con una evolución bien distinta, parte de la creación en 1939 del Instituto de Estudios Políticos. «Su primer director -cito a José Carlos Mainer en su mucho más acertada obra Falangismo y Literatura, 1971- fue Alfonso García Valdecasas, un intelectual cuyos avatares muestran convenientemente el proceso de muchos futuros miembros del Instituto. Muy joven había sido diputado de la orteguiana ‘Asociación al servicio de la República’; más tarde había participado con José Antonio en el mitin fundacional de Falange y, tras una fugaz militancia monárquica, había sido recuperado por el equipo constitutivo de Jerarquía«. (Era ésta «la revista negra de Falange» en los años de la guerra; en 1940 los laínes con más éxito fundaron la revista cultural El Escorial dirigida por Dionisio Ridruejo hasta noviembre del 42, José María Alfaro hasta el 47 y Mourlane Michelena hasta su desaparición definitiva en 1950).
Quizá lascontradicciones de aquella juventud las encierre el propio maestro Ortega y otros de su generación (llamada del 14). Giménez Caballero lo comparaba con la urraca que «pone los huevos en un sitio y canta en el otro». Entre sus hijos biológicos y espirituales encontramos un importante núcleo de universitarios falangistas, «muchos de los cuales -prosigo la cita de Mainer- promocionarían en 1942 la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas; son Francisco Javier Conde, Fernando María Castiella, Joaquin Garrigues, Luis Díez del Corral, José Antonio Maravall y Luis Jordana de Pozas…».
Coincidiendo con el declive de los Estados totalitarios (1942) a la dirección de la revista no le costará gran cosa desmarcarse de los mismos. Ya en 1938, Legaz Lacambra, jurista de sólida formación orteguiana-kelseniana, resaltaba al fundador de la Falange como uno de los más felices ejemplos de «humanismo integral» («El sentido del hombre en José Antonio», El Pueblo Gallego, 20-11-38).
Y Primo de Rivera había sido iluminado por Ortega y Gasset. Serían innumerables las citas del maestro que lo corroboran. Por lo que tiene de profecía espantosa copio ésta:
«Por lo pronto, vendrá una articulación de Europa en dos formas distintas de la vida política: la forma de un nuevo liberalismo y la forma que, con un nombre impropio, se suele llamar totalitaria. Los pueblos menores adoptarán formas de transición e intermediarias. Esta salvará a Europa. Una vez más resultará patente que toda forma de vida ha menester de su antagonista. El totalitarismo salvará al liberalismo, destiñendo sobre él, depurándolo, y gracias a ello veremos pronto un nuevo liberalismo templar los regímenes totalitarios.» (La Rebelión de las Masas).
El tránsito hacia un Estado autoritario en el marco de una denominada «democracia orgánica» estaba abonado en trabajos publicados en la Revista de Estudios Políticos tales como»El sentido de la libertad en la doctrina falangista» de Martínez de Bedoya, 1943; «Sentido español de la democracia» de Corts Grau, 1946; «El concepto de democracia y la doctrina pontificia» de Torcuato Fernández Miranda, 1946; o con Croce in mente «Lo vivo y lo muerto en la idea liberal», de Carlos Ruiz de Castillo, 1947.
Por este particular via crucis se iniciaba en España «la reconstrucción de la razón» como felizmente titulara Vázquez Montalbán el primer capítulo de su deliciosa Crónica sentimental de España.
Próximamente, nos ocuparemos de las divinas metamorfosis que para bien del futuro de la Corona y del Reino aconteció en muchas de las principales cabezas del régimen.
(Continuará)