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En un artículo publicado en el diario israelí “MAARIF”, algunos francotiradores del ejército israelí hablan de sus “hazañas” y las sensaciones que experimentan al ser sus protagonistas

Narraciones y confesiones de francotiradores israelíes

Fuentes: Palestina libre.org

En un artículo publicado en el diario israelí «MAARIF», algunos francotiradores del ejército israelí hablan de sus «hazañas» y las sensaciones que experimentan al ser sus protagonistas. Estas consisten en cazar palestinos sin considerar su condición de civiles, sean estos hombres, mujeres o niños. Cuentan con que sangre fría apuntan con la mira telescópica de […]

En un artículo publicado en el diario israelí «MAARIF», algunos francotiradores del ejército israelí hablan de sus «hazañas» y las sensaciones que experimentan al ser sus protagonistas. Estas consisten en cazar palestinos sin considerar su condición de civiles, sean estos hombres, mujeres o niños. Cuentan con que sangre fría apuntan con la mira telescópica de sus metralletas a la cabeza de un peatón y lo matan para luego vanagloriar con sus pares y apostar a quien mata más palestinos. Según ellos no es saludable tener compasión con un palestino. Más, se ensañan con ellos, se fotografían junto a sus cadáveres y se sienten complacidos con sus actos.

El soldado Assaf, perteneciente a la unidad «Yafáty», asegura que no siente remordimientos al matar a un palestino, y cuenta como apunta a través de su mira telescópica a la cabeza de un joven y dispara su rifle en una calle del campamento de Jabalia. Al ver a su víctima tambalear y caer moribundo, exclama… «Dios, que satisfacción… que sensación de triunfo… como si hubiera ganado el campeonato de fútbol…». Pero el soldado Assaf va más allá y agrega: «Al mirar hacia el otro lado divisé otro palestino corpulento, le disparé y lo vi correr hacia una casa como un niño chico pese a su gran tamaño». Y continuará diciendo que cuando se levanta en la mañana, nervioso y mal humorado, busca matar a un palestino para tranquilizar sus nervios. No importa si este palestino es un muchacho de 14 años, pues a este hay que matarlo antes que se transforme en un combatiente, y si es una mujer, es sano matarla y evitar que tenga hijos, y si es una niña habrá que deshacerse de ella antes de alcanzar la edad fértil. Y prosigue este soldado diciendo: «después de cada jornada nos reunimos en nuestra base para oír y comentar quien tuvo la mejor puntería. No estoy arrepentido de lo que hice, al contrario estoy disponible para hacerlo de nuevo las veces que sea necesario. Más, nos deleitamos con ver las imágenes en la televisión y ansiamos ser nuevamente sus protagonistas».

Otro soldado de apellido Chai, perteneciente a la misma ciudad, cuenta su propia historia. «En una operación fuimos detrás de unos palestinos, cuando de repente divisé a uno corriendo con su arma… le disparé y grité a mis compañeros… lo maté… lo maté. Sin embargo no quedé conforme y sentí más deseos de matar… disparé y fallé… disparé de nuevo y acerté… cuando llegué era solo un cuerpo inerte helado…» Y el soldado Chai prosigue su relato: «al rato se acerca mi superior y me ordena darle un tiro de gracia. Esa noche nos reunimos en una sala de nuestra base y celebramos con cantos y bailes. En la ocasión solicité a mi superior permitirme conservar algunas de las municiones que llevaba el palestino como trofeo para el recuerdo».

El soldado Alon, perteneciente al grupo de paracaidistas, tiene otra historia que contar, y lo hace sin remordimientos. «Al volver de una misión en la ciudad de Tulkarm, fuimos agasajados por nuestros superiores y premiados con la entrega de un diploma que, además de reconocimiento a nuestro trabajo, nos abre las puertas para nuestras conquistas amorosas».

Continúa diciendo el soldado Alon: «en una misión disparé contra un vehículo y fallé… me preparé y apunté a la cabeza del conductor y disparé… miré con mis binoculares y vi que le había dado en el pecho, mi compañero se rió y descargó una ráfaga de su metralleta para asegurarse de que el hombre esté muerto… que sensación reconfortante se siente en esos momentos!!» Alon apunta al hecho que el soldado que mate a un palestino tiene una especial consideración, por lo que muchos llevan sus cámaras fotográficas para retratarse junto a los cadáveres de sus víctimas.

La historia del soldado Doudou, de la misma ciudad, refleja una especial visión sionista hacia los niños palestinos… «nos enfrentamos a un grupo de jóvenes que, al dispararles, se dispersaron rápidamente. Sin embargo uno de ellos se devolvió y de inmediato le disparé y lo maté… no es más que un árabe cochino, no es más que un trapo arrojado en el suelo… no es un ser humano… es un pedazo de carne cuya suerte no nos interesa…». Agrega el soldado Doudou: «Nos divertíamos orinando en los envases de bebidas, nos fotografiamos junto a los cadáveres, sentíamos que podíamos hacer lo que no hacemos en nuestros hogares. Ahora me desempeño como instructor de karate, y no sé como reaccionarían las familias de mis alumnos si llegaran a saber lo que yo hacía… pero a mí… matar a los enemigos de mi país me produce mucha satisfacción».

Otro soldado que no quiso identificarse manifestó al diario «MAARIF» que la conducta de los soldados raya en la inconsciencia, pero lo que se persigue es mantener a la población palestina aplastada y humillada, y agrega que cuando piensa en lo que hace pierde la cabeza; sin embargo entró al ejército sabiendo lo que le espera y ávido de servir al estado… quintándole la vida a los palestinos.

Publicado en Dunia Alwatan, 30 de junio de 2004
Traducción Isaac El Masu para www.palestinalibre.org