En el 2003, el agujero alcanzó una superficie de 23 millones de km2, 38 veces la extensión de la península ibérica Aunque el Protocolo de Montreal para reducir el ataque químico es un paso adelante para su recuperación, la actividad humana sigue retrasándola. Las sustancias destructoras de la capa de ozono emitidas en décadas pasadas […]
En el 2003, el agujero alcanzó una superficie de 23 millones de km2, 38 veces la extensión de la península ibérica
Aunque el Protocolo de Montreal para reducir el ataque químico es un paso adelante para su recuperación, la actividad humana sigue retrasándola. Las sustancias destructoras de la capa de ozono emitidas en décadas pasadas (CFC, HCFC y bromuro de metilo), unidas a las que se siguen emitiendo, están acumuladas en la estratosfera haciendo que este problema siga existiendo. De hecho, en el 2003, el agujero ha llegado a tener una superficie de 23 millones de km2, 38 veces la extensión de la península ibérica.
Además, según las últimas investigaciones científicas, existe el riesgo de que el problema se agrave con el cambio climático. Incluso se teme que, en los próximos 20 años, pueda formarse otro agujero sobre el Polo Norte. Este agujero podría tener la misma superficie que el actual y emitiría niveles de radiación ultravioleta sin precedentes sobre 700 millones de personas y el medio ambiente.
Según de «Environment Canada»*, ya está demostrado que el cáncer de piel tipo no-melanoma es consecuencia de las radiaciones UV-B. Los estudios estiman que a un ritmo de crecimiento del agujero de la capa de ozono de un 10%, los casos de este tipo de cáncer aumentarían un 26% (unos 300 mil casos nuevos al año en el mundo) y se producirían unos 2 millones de casos nuevos de cataratas al año.
«Sólo si todos los países cumplen con el Protocolo de Montreal, el agujero de la capa de ozono comenzará a recuperarse a partir del 2050», declaró Emilio Rull, responsable de la campaña de energía de Greenpeace. «Es urgente eliminar la fabricación y uso de todas las sustancias destructoras de la capa de ozono, como el CFC, el HCFC y el bromuro de metilo y sustituirlas por tecnologías respetuosas con la capa de ozono como Greenfreeze, que utiliza amoníaco e hidrocarburos».
A pesar de que la producción de CFC ha disminuido desde la entrada en vigor del Protocolo de Montreal en 1987 (de más de un millón de toneladas en 1986 a poco más de 46 mil toneladas en 1998), el 95% de la reducción se ha realizado en países industrializados. Lamentablemente, las empresas han trasladado sus industrias a países en desarrollo (especialmente a Asia) que duplicó su producción entre 1986 (56 mil toneladas) y 1995 (115 mil toneladas). Sin embargo, los países industrializados siguen produciendo el 96% del bromuro de metilo a nivel mundial, a pesar de sus nefastas consecuencias tanto para la capa de ozono como para la agricultura.
«Es lamentable la permisividad con las empresas que instalan tecnologías contaminantes en países en desarrollo cuando hay soluciones limpias. Las multinacionales han ganado cientos de miles de millones de dólares por la venta de sustancias destructoras de la capa de ozono y sólo han donado 1.500 millones de dólares en 8 años al Fondo Multilateral para ayudar a los países en desarrollo a eliminar estas sustancias», ha afirmado Rull.
Los ecologistas proponen medidas como:
Controlar el comercio de CFC ilegal, estimado en torno a las 12.000-20.000 toneladas anuales.
Fortalecer las políticas de reconversión y destrucción del banco de sustancias destructoras de la capa de ozono existentes en equipamientos, actualmente estimado en 2.000.000 toneladas.
Tomar medidas que impidan que los equipamientos con CFC, como frigoríficos y aires acondicionados, se exporten a países en desarrollo.
Prohibir la producción de nuevas sustancias destructoras de la capa de ozono como el clorobromometano, el n-propil bromuro, el HCBD o el 6-bromo-2 metoxil-naftaleno.
Retirar las subvenciones a la producción de potentes gases de efecto invernadero como el HFC.
Ayudar a las compañías de países en desarrollo a adoptar tecnologías sin HFC.
Legislar para que sean las industrias contaminantes quienes paguen las consecuencias de las emisiones de HFC.
Tomar medidas para que el lobby de la industria no afecte en los compromisos técnicos internacionales.
Proporcionar fondos para investigar los impactos en la salud y el medio ambiente de la destrucción de la capa de ozono y el cambio climático.
Para más información:
Emilio Rull, responsable de la campaña de Energía, al 91 444 14 99 ó al 626 99 82 45
Prensa: Marta Rodríguez al 91 444 14 00 ó al 660 47 12 67