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Testimonio acerca de la personalidad de un padre del martirizado pueblo palestino

Adiós, Yasser

Fuentes: Granvalparaiso.cl

ESCRIBO ESTAS LÍNEAS cuando el anciano Presidente de la Autoridad Nacional Palestina se encuentra al borde de la muerte. Ya es un hecho que suceda lo que sucediere, no volverá a su cargo. Algunos años atrás, reunirse con Yasser Arafat constituía una proeza sólo comparable a las entrevistas con Fidel Castro. Días enteros de espera, […]

ESCRIBO ESTAS LÍNEAS cuando el anciano Presidente de la Autoridad Nacional Palestina se encuentra al borde de la muerte. Ya es un hecho que suceda lo que sucediere, no volverá a su cargo.

Algunos años atrás, reunirse con Yasser Arafat constituía una proeza sólo comparable a las entrevistas con Fidel Castro. Días enteros de espera, para salir apresuradamente de madrugada con destino desconocido al encuentro del líder. Estuve con él por primera y última vez en 1991, durante su permanencia obligada en Túnez. Yasser tenía a la sazón 62 años de edad, pero ya representaba 70.

Noches de insomnio, residencias nómades, alertas falsas y justificadas, un todo que Arafat remata en enero de 1992 cuando contrae matrimonio con Souha Tawil, tres décadas más joven, cristiana ortodoxa de origen palestino-griego, quien le da una hija Zahwa, bautizada con ese nombre en honor a la madre que Arafat perdió a los cinco años de edad.

Souha pertenece a una familia millonaria, con departamentos en el Bois de Boulogne parisino; sus hermanas son esbeltas, elegantes, extremadamente altas, al igual que Souha, que mide casi el metro ochenta. El matrimonio fue evidentemente político. Ella, toda una intelectual, hija de la periodista y escritora Raymonda Tawil; él, un viejo luchador, guerrillero, terrorista y pacifista a la vez, Premio Nobel 1994.

La guardia nos fue a buscar al hotel, justo a la medianoche cuando el canal estatal tunecino daba por terminadas las transmisiones con la lectura de párrafos del Corán.

Con Tanfouri Rihad, el fotógrafo, nos subieron a un automóvil y dimos varias vueltas por la ciudad oscura hasta llegar a la histórica Cartago. La voz de la cantante árabe Guarda nos acompaña todo el trayecto.

Llegamos a un chalet blanco; montados en la vereda, varios vehículos y tanquetas. Por las ventanas asoman algunas luces. Ingresamos al hall de lo que es normalmente una casa particular. Donde podía corresponder al escritorio, están apostados los guardias personales. A los pies de la escalera un detector de armas en desuso.

El registro es al tacto. Respiro aliviado de no haber llevado a mi hija, recién egresada de periodismo, pues si bien el control minucioso es necesario, no respeta la intimidad. Una colega italiana debió desnudarse completamente: «Hay detonantes hasta en un tampax» me explicaría el licenciado Tersi, intérprete palestino, viudo de chilena.

En el segundo piso ocho personas de edad bastante avanzada, esperan pacientemente, como si llevaran jornadas completas en eso.

Nos suman al grupo. Cerca de las dos de la mañana, Arafat nos hace pasar a un salón, donde luego de conversar un rato, él en árabe, yo en español: se pudo hacer en inglés pero el palestino optaba por el intérprete para darse tiempo para responder.

Al cabo de un instante, Yasser nos invita a cenar. ¿A esa hora? -Yo no tengo horarios, dice amablemente a manera de excusa.

El líder me sienta a su lado y señala una docena de variados platos al más puro estilo libanés: humus, pan pita, huevos revueltos y duros, un caldo de ave, cebollines, carne de cordero. Nos acompaña sólo el licenciado y el fotógrafo . Todos sacan el caldo directamente de la olla con sus tazones. «Sin protocolo», anuncia Yasser.

Arafat pregunta sobre Chile y Pinochet; elogia la economía tan sana pese a condenar el régimen militar; habla pestes de Carlos Saúl Menem, a quien considera un traidor, tránsfuga, poco consecuente con sus principios. En esos días, estimaba que Boris Yeltsin había traicionado a Erick Honnecker al no darle asilo en Rusia.

Arafat me dice: «No fumo ni bebo, sólo duermo tres horas por noche. ¡Cuánto quisiera descansar más, pero no puedo!. A veces estoy agobiado. No sé lo que es un cine, un paseo… Estoy exhausto». Sus ojos se posan en un televisor que difunde por un canal cable la película «Massada», con Peter OToole y Barbara Carrera. Demasiada coincidencia.

Confiesa que le encantan los caramelos, que tiene disposición a la obesidad: «Algun vicio habré de tener, si no bebo ni fumo», bromea.

Indica que es un hombre de fe, que Alá le ha salvado la vida en varias oportunidades: en Trípoli (Libia) , en el accidente aéreo en Egipto, en los bombardeos sobre Beirut, en los múltiples atentados en Jordania. «Sharon ha confesado que mandó a asesinarme y no dio conmigo».

Como curiosidad muestra una caja de habanos que le obsequió Fidel Castro: «Ahí los tengo, ya están secos, pero no podía confesarle a Fidel que no fumo, hubiese sido un desprecio a su regalo».

Cuando le pregunto por qué jamás ha visitado Chile, responde con vaguedad, como excusando que muchos de sus compatriotas solidarizan con él a la distancia pero jamás concretaron la invitación

Con orgullo señala que en su delegación de negociadores en las Naciones Unidas, participan varios israelíes, judíos.

Majdoud, el guardia personal desaparece un instante para volver con dos cajas de terciopelo. Una contiene un Corán y la otra la Última Cena en nácar, obsequios para el Tanfouri y para mí.

El líder palestino señala que espera ser padre dentro de poco. Que las circunstancias le obligan a vivir separado de Souha.

– Me gustaría tanto regalonear con mi hija, declaró posteriormente este hombre. Algunos cercanos sostienen que su esposa fue fecundada in vitro, lo mismo que se rumorea de Máximo Saul Menem, concebido con ayuda en la Clínica Las Condes.

Esta cansado y ojeroso. Le tiembla algo el labio inferior. Con los años esta señal se haría más manifiesta.

Partimos de regreso al hotel previa sesión de fotos y abrazos de rigor. Le regalo un collar de lapizlázuli para Souha. Despunta el alba, cantan los musein llamando a la plegaria de las seis. El Peugeot pasa frente al palacio residencial de Zine El Abidine Ben Ali, el hombre que desplazó a Bourguiba, su antecesor que había depositado toda su confianza en este soldado formado en Saint Cyr

Comienza el ajetreo en la Medina de Túnez en los momentos en que Arafat se dispone a dormir.