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Plan de evacuación de Gaza

Los entresijos del plan de desconexión israelí

Fuentes: Le Monde diplomatique

Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Tras la muerte del presidente Arafat y la reelección de Bush, muchos comentaristas anuncian una reactivación de las negociaciones en Oriente Medio. Quizá sea ir un poco deprisa y olvidar que el principal obstáculo para la paz reside en el rechazo de Sharon de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania, con Jerusalén este como capital. Esta estrategia de rechazo le ha llevado a elaborar unilateralmente su plan de evacuación de Gaza.

Propuesto por el primer ministro israelí, el general Ariel Sharon, el plan de desconexión que prevé el desmantelamiento de las colonias judías de Gaza y que concierne a 7.000 personas (1) suscita numerosas reacciones positivas. La oposición laborista, «Paz Ahora» e incluso el partido Yahad, padre del «Pacto de Ginebra» (2) que preconiza la vuelta a las fronteras de 1967 con algunas rectificaciones aceptadas mutuamente, felicitan todos ellos a Sharon por su «valor» y su «clarividencia». La misma aprobación se expresa en el extranjero. Algunos dirigentes europeos multiplican las alabanzas hacia el primer ministro israelí al tiempo que se alegran de oír de su boca palabras como «desmantelamiento de las colonias». Desde luego, evacuar una sola de las colonias edificadas en la tierra palestina ocupada desde hace treinta y siete años sería una noticia de primera página, pero ¿convierte ello al plan de evacuación de Gaza en un plan de paz?
Por una parte, si Sharon fuera verdaderamente serio el plan de evacuación se habría ejecutado en unas semanas, incluso en dos o tres meses como mucho. Ahora bien, desde el anuncio de esta retirada ha pasado un año sin que un solo colono haya abandonado Gaza. Sharon remolonea, habla de los «dolorosos sacrificios» realizados por los israelíes con el desmantelamiento de algunas colonias y…no hace nada. Centrando la atención en Gaza, retrasa más las negociaciones fundamentales sobre la creación de un Estado palestino.
Por otra parte, es evidente que la creación de las colonias en Gaza ha sido un fracaso: apenas se han instalado ahí 7.000 colonos, mientras que en Cisjordania hay más de 250.000 (sin contar los 200.000 judíos instalados en la parte de Jerusalén conquistada desde 1967). Si bien monopolizan el 40% de las tierras y utilizan el 50% del agua, apenas tienen peso frente al millón de palestinos que viven apiñados en la franja de Gaza. Además, para su seguridad se necesitan grandes sumas de dinero y la movilización de muchos soldados que a veces pagan con sus vidas esta ingrata tarea. En estas condiciones, abandonar Gaza no es para Israel un sacrificio sino, más bien, un alivio.

«Ahora está todo congelado»

Las encrespadas manifestaciones de extremistas y fanáticos de la derecha nacionalista, las amenazas de «guerra civil» en caso de desconexión, así como los llamamientos de elementos fascistas a asesinar al primer ministro por su «traición» son explotados por el gobierno, sobre todo en el extranjero, para demostrar que la retirada de Gaza ya resulta ser muy difícil y que antes de una larga temporada no será posible afrontar otra en Cisjordania. Mientras tanto, el proceso de paz estaría bloqueado «hasta que los palestinos se conviertan en finlandeses», según la paternalista expresión del principal consejero de Sharon, su emisario permanente en la Casa Blanca y, sobre todo, su hombre de confianza, el abogado Dov Weisglass (3). Este último precisa el pensamiento del primer ministro: » La desconexión representa el formol. Proporciona la cantidad necesaria de esta solución para evitar un proceso político con los palestinos». En otras palabras: congelar las negociaciones de paz. Lo que él explica crudamente: «El proceso de paz significa la creación de un Estado palestino, el desmantelamiento de las colonias ( en Cisjordania), el retorno de los refugiados, la partición de Jerusalén. Ahora está todo congelado».
Por lo demás, en su primer punto el plan de desconexión precisa que «en ausencia de una contrapartida palestina para las negociaciones de paz» hay que actuar unilateralmente. Este pretexto está destinado a mantener las manos libres, a ignorar los intereses de los palestinos. Su carácter colonial es evidente: la ocupación elige no sólo a sus propios delegados sino también a los representantes de los ocupados.
Respecto a la propuesta de organizar un referéndum en Israel sobre la reorganización, reviste el mismo carácter nefasto. En primer lugar habría que plantear la cuestión a quienes sufren cotidianamente la ocupación y viven bajo un régimen de apartheid que reserva a los colonos judíos un estatus jurídico diferente y muy superior al de los palestinos, que viola la Cuarta Convención de Ginebra.
La repentina muerte del presidente Arafat llenó de alegría a Sharon. Una vez desaparecido el símbolo de la lucha nacional palestina, el primer ministro espera poder imponer sus planes a los sucesores de Arafat. Aquellos que como los laboristas esperaban verle renunciar a su unilateralismo -después de la desaparición del «obstáculo» Arafat- se han visto decepcionados. Según Sharon, la muerte del veterano dirigente palestino no significa que exista un interlocutor para discutir de la paz. Y, por el contrario, explica que se abre un periodo de incertidumbre, que no está claro que la nueva dirección palestina pueda erradicar el terrorismo, acabar con la incitación a la violencia, llevar a cabo las necesarias reformas en profundidad, etc. En espera de que esto se produzca, y por mucho tiempo, en efecto el gobierno israelí tiene la intención de actuar unilateralmente.
Además de la congelación del proceso de paz, el objetivo esencial del proyecto Sharon está destinado a proporcionar a las colonias de Cisjordania, sobre todo a los grandes bloques, un estatuto permanente para anexionarlas. ¿Acaso el presidente Bush no prometió al primer ministro israelí, después de la publicación del plan de retirada de Gaza (4), que en el marco del estatuto final estas colonias formarían parte del Estado de Israel?. Dov Weisglass (5) mostró el pensamiento profundo del primer ministro: «Y en unos años, quizá en unas décadas [¡sic!], cuando haya unas conversaciones entre Israel y los palestinos, vendrá el amo del mundo, dará un golpe sobre la mesa y dirá: `hace ya diez años que dijimos que los grandes bloques de las implantaciones formaban parte integrante del Estado de Israel´». Mientras tanto, continuará la colonización, con la esperanza de doblar el número de colonos en Cisjordania, lo que creará una situación irreversible sobre el terreno. La creación de un Estado palestino independiente sería irrealizable.
La desconexión sin coordinación con los palestinos convertirá a Gaza en la mayor prisión del mundo, cuyos interior abandonarán los carceleros, aunque vigilarán sus puertas. El ejército israelí supervisará el espacio aéreo y marítimo así como las fronteras. Y el ejército se reserva el derecho de penetrar [en Gaza] para «combatir el terrorismo».
De hecho, si bien Sharon se había opuesto al proyecto de desconexión y de separación de los palestinos evocado por su predecesor, Ehoud Barak, era porque seguía siendo partidario de un Gran Israel. ¿Acaso no lanzó, unos meses después de su elección, en febrero de 2001, a unos alumnos durante una ceremonia en una escuela de Jerusalén: » Eretz Israel [la Palestina histórica] nos pertenece todo entero «.
Después cambió de opinión porque la situación sobre el terreno había evolucionado. Tras su ascenso al poder -la Intifada ya se había instalado de forma duradera- ha hecho cuanto estaba en su mano para romperla por la fuerza. Puesto que toda la sociedad civil de los territorios palestino estaba sufriendo su mano de hierro, el primer ministro esperaba la rendición palestina. Pero su plan fracasó. Por primera vez en la historia de las guerras de Israel, el adversario penetra en el interior de su territorio y causa la muerte de centenares y centenares de civiles, en las ciudades del país. Además, la economía nacional, en primer lugar el turismo, fuente esencial de ingresos, se ve severamente afectada. Baja la moral de la población. Aumentan las criticas a la negativa de cualquier reanudación de las conversaciones con la Autoridad Palestina y contra las flagrantes violaciones de derechos humanos. El pacto de Ginebra, una iniciativa de los pacifistas israelíes y palestinos («peor que Oslo», según Sharon), atrae las simpatías tanto de Israel como del mundo, sobre todo en occidente, donde algunas cancillerías, especialmente en Francia, saludaron este compromiso como una base posible para futuras negociaciones.

Veneno con un poco de miel

Pero lo que más inquieta al general Sharon son las acerbas críticas de militares por el comportamiento brutal del ejército en relación a la población palestina, comportamiento calificado de contrario a las normas humanitarias. A los centenares de refuzniks del movimiento Yesh Gvoul («Hay un límite») que fueron encarcelados por negarse a hacer el servicio militar en los territorios ocupados, se han unido 27 pilotos del ejército del aire, entre ellos el legendario general Iftah Spector, veterano de la guerra de 1967. A finales de septiembre de 2003 firmaron una petición condenando la ocupación que «corrompe a toda la sociedad israelí», y se negaron a realizar las operaciones de «asesinatos selectivos» en los territorios palestinos, a «atentar contra civiles inocentes» y a «atacar zonas densamente pobladas». Más tarde, trece reservistas, oficiales y suboficiales de la unidad de elite numero 1 del ejército, Sayeret Maktal, escribieron a Sharob que ellos no iban a tomar parte «en la negación de los derechos de millones de palestinos»: «No serviremos de muralla defensiva a las colonias; no empañaremos nuestra imagen en las operaciones de un ejército de ocupación»
El colmo se produjo a mediados de noviembre de 2003 cuando en el curso de una mesa redonda cuatro ex -jefes del Shin Beth hicieron sonar las alarmas advirtiendo que esta política «lleva la país al abismo». «Es inadmisible», reaccionó Sharon acusando a estos cuatro ex -responsables de los servicios de la seguridad interna de crear una atmósfera que atentaba…contra la seguridad del país.
Entonces el primer ministro entabla conversaciones con sus consejeros para tratar de detener esta escalada. Comprende que tiene que presentar un proyecto que neutralice en pacto de Ginebra al tiempo que atenúe las críticas internas y externas. Se hacen sugerencias, como la de acabar con la Autoridad Palestina o, por el contrario, la de relanzar el proceso de paz pero sin voluntad de completarlo. Sharon rechaza de entrada todas estas ideas.
El 18 de noviembre de 2003 se entrevista en Roma con el emisario de la Casa Blanca, Elliot Abrams, y le hace partícipe de sus inquietudes. Abrams le propone retomar las conversaciones con los sirios. Sharon se niega y evoca ante él el proyecto de desconexión unilateral de Gaza (6). La reacciones no tardan en llegar y los dirigentes occidentales felicitan sin reservas a Sharon por su «valor».
El Pacto de Ginebra se guarda en un armario. La oposición laborista apoya al primer ministro y hace lo imposible por unirse a la coalición de la derecha nacionalista y religiosa. «Sharon ha cambiado», se alegran Simon Peres y sus amigos, sin formular la menor reserva sobre los aspectos negativos del plan. Tampoco crítica alguna contra los crímenes perpetrados por el ejército en Rafah, en Jabaliya y en otras partes de los territorios palestinos que causaron centenares de muertos, la mayoría de ellos civiles, y la destrucción de centenares de casas, sobre todo en los campos de refugiados.
Los palestinos, por su parte, reaccionaron con escepticismo ante el plan de desconexión. No creen a Sharon. El periodista palestinos Elias Zananiri resume sus reacciones: «El plan Sharon se parece al veneno que contiene un poco de miel».

Diciembre de 2004
*Amnon Kapeliouk es periodista, de Jerusalén.

Notas

(1) Y otras cuatro, pequeñas, en el norte de Cisjordania, que desde hace años están medio vacías. Véase «Les colons dans rage et résignation», Le Monde diplomatique, enero de 2001.
(2)Véase Amram Mitza, «Voilà pourquoi M. Ariel Sharon a peur», y Qadoura Fares, «L´accord de Genève, une fenêtre ouverte sur l´espoir», Le Monde diplomatique, diciembre de 2003; y Monique Chemillier-Gendreau, «Israel-Palestine, une paix fondée en droit», enero de 2004
(3) Entrevista en Ha´aretz, Tel Aviv, 8 de octubre de 2003.
(4) Discurso de Bush durante su encuentro con Sharon, en Washington, el 14 de abril de 2004.
(5) Entrevista en Ha´aretz, 8 de octubre de 2004.
(6) Ha´aretz, 13 de octubre de 2004.