1. Personalizaciones. No pensaba responder a las invectivas de las que me hice acreedor por defender a un músico encomiable y solicitar el derecho a ser racional antes que ideológico y poder criticar a Yaser Arafat incluso en medio de su proceso de beatificación, porque eran «ad hominem», esto es, se dirigían contra mi persona, […]
1. Personalizaciones.
No pensaba responder a las invectivas de las que me hice acreedor por defender a un músico encomiable y solicitar el derecho a ser racional antes que ideológico y poder criticar a Yaser Arafat incluso en medio de su proceso de beatificación, porque eran «ad hominem», esto es, se dirigían contra mi persona, que quedaba tachada de «sionista, machista, colonialista, imperialista, amiga de Bush-Aznar», considerándose ese proceder como modo de refutación. Incluso se personalizaban las acciones políticas de Edward Said indicándose que su animadversión contra Arafat en los últimos años de la vida de ambos fue un asunto personal. Y si bien en algunas ocasiones puede llegar a ser lícito descalificar ad personam lo que alguien apunta, no es el caso, pues las críticas a partir de un solo artículo del que se han rebuscado tres frases que retorcer para sacar conclusiones personales acerca de alguien a quien se desconoce por completo, sin atender a los razonamientos que las acompañaban, no pueden valer como prueba de refutación por causa de la procedencia.
En principio no cabe una respuesta a esas invectivas por dos motivos: A) No cabe responder porque se pierde el objeto de discusión que residía en que dictaminar si un músico judío afecto a la causa palestina podía lanzar el lema «¡Ha muerto el autócrata, larga vida al pueblo palestino!» sin ser por ello tachado de sionista y descalificado sumariamente. Su trayectoria y también la mía responden de la posición ideológica y del bando en el que se milita, cosas que dependen de en dónde se escribe y lo que se escribe, pues el hombre es lo que hace y se define bien al hacerlo. B) No cabe responder porque precisamente una lacra de la izquierda, como en la guerra civil española, reside en disparar hacia los lados de la trinchera en lugar de concentrarse y guardar las balas y las invectivas contra quienes están en frente. Pero cabe realizar una anti-respuesta, esto es, una exposición de la discrepancia en algunos puntos con alguien con el que se insiste en tener en común una gran luch a y aunque nos quiera excluir por no ser «puros», insistir en el punto de disenso y en la discutibilidad como característica de la izquierda y la obediencia ciega como característica de la derecha. Así, puedo reivindicar el derecho a disentir de las expertas opiniones de Marwan Tahbub en su artículo: «Daniel Barenboim, Simón Royo y el colonialismo de izquierdas», sin necesidad de cuestionar a su persona, de la que nada conozco, simplemente aplicando la razón y la lógica a las cuestiones políticas que se desatan en los complejos conflictos de actualidad.
Precisamente cuando alguien no es palestino, ni vasco, ni negro, ni mujer, ni se suma a lo políticamente correcto puede siempre ser descalificado por detentar una posición exterior, entonces si dice algo de los palestinos con lo que uno de estos no está de acuerdo resultará sionista, si algo sobre los vascos, españolista, si es blanco y dice algo de los negros (gentes de color en lenguaje políticamente correcto) bien podrán decirle que puesto que es blanco ha de ser necesariamente racista. Si es un hombre y habla de las mujeres contestando al feminismo radical lesbiánico-castrador fácilmente se contestará que al fin y al cabo es un hombre y por tanto, machista, si utiliza una palabra no consentida por los progres e indica que los resistentes armados de una contienda tienen muchos huevos o cojones, lo que no significa otra cosa que tienen mucho valor y son valientes, como lo sería decir que las mujeres resistentes tienen muchos ovarios, incluso el radical para unas cosas se vu elve progre y blando para otras, conminando al dicente a emplear el tierno lenguaje de Bambi.
Y ciertamente cincuenta años de maltrato es mucho y si contamos con dos siglos de maltrato al mundo árabe, hay que contar con mucho odio acumulado contra los opresores, asesinos y explotadores de Occidente. Pero así como los alemanes actuales y la Alemania actual no es ni son nazis por ser alemanes, no todos los judíos son sionistas, sino que los hay como Daniel Barenboim ejemplifica, ni todos los intelectuales que le apoyamos somos colonialistas, por el hecho casual de haber nacido en una región geográfica determinada. Bajo esa perspectiva y esa regla de tres todos seríamos capitalistas porque todos vivimos (a menos que habitemos en Cuba) bajo un sistema económico capitalista.
Con todo el asunto Arafat-Barenboim debía ser pensado y habrá de tomarse como cualquier otro asunto u objeto de reflexión que pudiéramos tener delante, procurando la mayor objetividad posible, sin ceder a lo que se cree conveniente para la causa, porque no hay nada más conveniente, para toda causa, que la verdad.
Si alguien realmente quisiera tomarse el trabajo de defender a Arafat no bastaría con que insultase a quienes le critican, sino que tendría que presentarnos en una balanza las cosas buenas que hizo y en otra las malas, demostrando que la balanza se inclina del lado de las buenas. Habría también que tomarse la molestia de refutar acusaciones muy graves que atacaban a su persona como la tan mencionada desde hace mucho de su enriquecimiento ilícito. El que la Fortuna de Arafat en dinero robado a su pueblo ascendiese a miles de millones de dólares puede ser una mentira del capitalismo sionista o una verdad. En el primer caso convendría despejar ese punto, investigándolo, en el segundo ningún representante o gobernante corrupto es recomendable para nadie, lo que no puede parecer a nadie sensato una sugerencia o comentario colonialista, aunque lo diga un europeo. Lo que no podemos hacer es cerrar los ojos y no atender acusaciones como la del enriquecimiento ilícito a costa de su pu eblo por parte del dirigente que tengan bajo el presupuesto de que toda acusación es un infundio y toda crítica una cesión al enemigo.
¡Investígueme quien quiera, vean mis actos, lean mis escritos y observen mi raquítica cuenta corriente y la procedencia de mis ingresos!, tendría que decir, no ya cualquiera o incluso el simple intelectual que actúa mediante la palabra a favor de las causas que considera justas, sino, sobre todo, aquellos en cuyas manos se deposita en un momento dado la responsabilidad del destino de un pueblo y de la toma de las decisiones que afectan a una colectividad.
2. Resultados de una controversia en Rebelión.
¿Qué efecto pretende el señor Marwan Tahbub cuando con argumento de autoridad por su nacionalidad y procedencia descalifica a todo aquel que, estando de su parte, no lo está acríticamente? El efecto puede ser triple: a) que Barenboim decida que no merece la pena apoyar a personas semejantes y se cambie de bando dejando de apoyar a la causa palestina; b) que se radicalice y beatifique a Arafat rindiéndole culto como a un dios; c) que siga actuando y pensando y escribiendo como lo ha venido haciendo desde hace mucho tiempo sin importarle lo que se ha dicho. La tercera parece ser la mejor opción.
No puede nadie pretender ver más y mejor los problemas por el hecho de estar inmerso en un conflicto, en tal caso funciona el lema de que la proximidad de los árboles no dejan ver el bosque y la objetividad puede perderse a causa precisamente de las implicaciones personales y la personalización de los asuntos, de la ligazón emocional que envuelve cualquier argumentación que involucre cuestiones políticas e ideológicas controvertidas.
En tales casos se sigue perdiendo el objeto de discusión y se emplea como argumento de autoridad el ser víctima, como los sionistas hacen respecto al Holocausto para justificar su posición de verdugos.
El resultado es que nada se aprende sobre la situación. Ciertamente muchas personas en todo el mundo lamentan que los palestinos vengan sufriendo en sus carnes desde hace 50 años la explotación, persecución y asesinato del colonialismo del Estado de Israel, precisamente una cierta empatía con esas situaciones de injusticia son las que hacen que gentes externas abracen las reivindicaciones y causas del pueblo palestino, lo que no significa hablar por ese pueblo (como hiciera Arafat) sino escuchar lo que ese pueblo habla (incluso cuando elige a Abu Mazen). La empatía con el sufrimiento del Otro es una implicación positiva, el odio hacia el conjunto de los que ostentan la misma nacionalidad, color de piel o religión que los explotadores es una implicación emocional negativa. Y el resultado de todo debate y toda reflexión habrá de orientarse, con empatía, hacia lograr observar los conflictos con la mayor objetividad y la menor personalización posibles.
Como resultado de esta controversia en Rebelión se puede aprender como por discrepar de un punto entre muchos en la pertenencia a un frente radical cualquiera surgen las acusaciones de haberse pasado al enemigo o de ser una quinta columna del fascismo. Se puede aprender que aunque descalifique e insulte a un miembro de la misma trinchera otro mucho más implicado personalmente en el conflicto no por ello hay que dejar de prestarle apoyo ni disparar contra los del bando en el que se milita. Se puede aprender a rectificar si algún compañero demuestra razonadamente que se ha errado y recomendar no hacerlo y ser veraz a riesgo de equivocarse si no existe esa demostración. Es en la derecha donde no se puede discrepar desde dentro y es en la izquierda donde los puntos de controversia dentro de un todo político-ideológico común fundamental siempre han sido discutibles. El riesgo de rebasar la controversia entre militantes de un mismo bando y pasar a ser enemigos es menos grande que e l de forjar un bloque de obedientes ciegos que no se atrevan a pensar.
3. Acontecimientos posteriores.
Parece ser que la muerte de Arafat ha abierto un proceso de paz, luego caben dos razonamientos al respecto: a) Arafat era un obstáculo para la paz en Palestina; b) los capitalistas sionistas han querido hacer ver al mundo la falsedad de que Arafat fuese un obstáculo para la paz en Palestina. En cualquiera de los dos casos el resultado es el mismo: se ha abierto un proceso de paz que se encontraba cerrado en el que los israelíes han accedido a liberar prisioneros y los palestinos se han comprometido a frenar la violencia de los radicales de Hamás. Estaremos atentos a lo que suceda aunque no habitemos en las tierras en litigio apoyando el final de una guerra y la apertura de la paz.