Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
Nadie la ha llamado la «Conferencia de Ophira». Ni siquiera los periódicos de extrema derecha. ¿ Quién recuerda hoy el nombre de Ophira, que fue dado a Sharm-al-Sheikh durante la ocupación israelí, como primer paso a su anexión?
¿ Quién quiere recordar la famosa declaración de Moshe Dayan de que «Sharm-al-Sheikh es más importante que la paz»? Pocos años después, el mismo Dayan tomó parte en las negociaciones de paz con Egipto y devolvió Sharm-al-Sheikh. Pero mientras tanto, unos 2500 jóvenes israelíes y quién sabe cuántos miles de egipcios pagaron con sus vidas por la citada declaración en la guerra del Yom Kippur.
Mientras la conferencia tenía lugar, No podía quitarme de la cabeza una canción que se me hacía inolvidable: «Sharm-al-Sheikh, hemos regresado de nuevo…» era cantada con deleite en los días de estúpida euforia tras la Guerra de los Seis Días. Recordaba a la gente entonces que ya habíamos conquistado el lugar durante la Guerra del Sinaí en 1956 pero del que nos fuimos obligadamente debido al ultimátum de retirada Eisenhower-Bulganin. Así es que allí estábamos nuevamente.
Estuve allí en 1956. Un bello golfo («Sharm-al-Sheikh significa » la bahía del viejo»), unas pocas y pequeñas casas y una distintiva mezquita. Antes de que nuestro ejército se retirara, pocos meses después, voló la mezquita por resentimiento.
Ahora, 22 años después de haber dejado Ophira por última vez (nadie cantó entonces «Sharm-al-Sheikh, te dejamos de nuevo…») para todos nosotros la localidad es un lugar egipcio, como egipcios son El Cairo y Alejandría. El pasado ha sido borrado. La ocupación ha sido barrida de nuestra memoria colectiva.
Esta es la primera lección de optimismo de la conferencia. Es posible la retirada. Se puede poner fin a la ocupación. Se puede incluso olvidar que alguna vez tuvo lugar.
El espíritu de dos personas que no estuvieron allí se cernía sobre los acontecimientos.
Uno de ellos era George W. Bush. Ni él ni ningún otro estadounidense se sentó a la gran mesa redonda. Pero los cuatro que estaban allí sentados sabían que dependían completamente de él. Hosni Mubarak cuenta con dos mil millones de dólares que obtiene cada año de los Estados Unidos, bajo los auspicios de un Congreso dominado por el lobby pro israelí. El rey Abdullah de Jordania recibe mucho menos, pero su régimen, también, depende de la ayuda norteamericana.
Ariel Sharon es el gemelo siamés de Bush y no puede maniobrar sin él. Es apenas concebible que haga cualquier cosa, pequeña o grande, que pudiera disgustar a Bush. Abu-Mazen, por su parte, está jugando a va banque en la esperanza de que Bush ayudará a los palestinos a desechar la ocupación y establecer su estado.
Así, ¿ por qué no vinieron los estadounidenses a Sharm?. Porque no están preparados para arriesgarse a tomar parte en un proceso que pueda fracasar. Vendrán cuando el éxito esté asegurado. Y hoy no lo está.
El segundo ausente fue Yasser Arafat.
La conferencia no se hubiera celebrado sin su misteriosa muerte. Le ha privado a Sharon del pretexto para poner la paz en «formol», como fue descrita por Dov Weissglas, su más próximo consejero, quien se sentó cerca de él durante la conferencia. Arafat no, no era el pretexto. La propaganda israelí, que trabajo bien fuerte para retratar a Arafat como a un diablo, tendrá que trabajar sin descanso igualmente con Abu Mazen.
Abu Mazen tuvo éxito en deslizar el nombre de Arafat en su discurso, pero solo de una forma indirecta. Pero él – como muchos palestinos – sabe que los 45 años de trabajo de Arafat han puesto los cimientos sobre los que ahora Abu Mazen esta construyendo su nueva estrategia. Sin la primera intifada no hubieran habido los acuerdos de Oslo, y sin la segunda intifada no hubiera tenido lugar la conferencia de Sharm-al-Sheikh. Solo la violenta resistencia palestina, a la que el ejército israelí no ha podido doblegar, ha llevado a Sharon a la mesa redonda.
El ejército israelí sabe que hasta ahora no ha podido aplastar a la insurgencia por medios militares. Los palestinos han recobrado su propio respeto, más que los egipcios tras la guerra del Yom Kippur. Muchos de ellos también creen que en este segundo mandato, Bush impondrá la retirada a Israel.
Por cierto, la demonización de Arafat no ha sido detenida después de su muerte. Por el contrario, tanto la izquierda como la derecha en Israel la continúan con gran fervor, en una unión apasionada, declaran en casi cada artículo y tertulia televisiva que Arafat era el gran obstáculo para la paz. No la ocupación. No los asentamientos . No la política de Netanyahu-Barak-Sharon. Sólo Arafat. Hecho: Arafat murió y ya está; hay conferencia.
El papel jugado por Condoleezza Rice fue especialmente divertido. Visitó la Mukata’ah, donde cada piedra grita el nombre de Arafat. No puso una corona en su tumba; un gesto mínimo con el que se hubiera ganado los corazones de los palestinos. Sin embargo, en un compromiso diplomático, aceptó estrecharse la mano con Abu Mazen bajo el retrato de Arafat.
Arafat sonreía con su astuta sonrisa. Seguramente lo entendía.
Así pues, ¿ qué es lo que se ha conseguido en esta conferencia?
No es fácil de decir.
Los Acuerdos de Oslo fracasaron porque no especificaron la intención final que sería alcanzada después de las tortuosas etapas interinas. Arafat y Abu Mazen tenían un objetivo claro: Un Estado Palestino en todos los territorios ocupados con Jerusalén Este como su capital, un regreso a la frontera de la línea verde ( con reajustes mínimos) desmantelamiento de los asentamientos y una solución práctica al problema de los refugiados. Los israelíes no tuvieron el coraje para definir esta solución inevitable, y muchos todavía sueñan con un Gran Israel.
Fue una receta para el fracaso. Y al día siguiente la pelea por cada párrafo comenzó.
En Sharm-al-Sheikh la resolución del conflicto no fue mencionada en absoluto. Abu Mazen supo deslizar algunas palabras, pero Sharon no reaccionó. Esta omisión es muy significativa. Debe ser enfatizada: Sharon no pronunció una sola palabra que no estuviera conforme con su plan para anexionarse el 58% de Cisjordania y encerrar a los palestinos en pequeños enclaves en el resto de los territorios.
Lo mismo en cuanto al calendario. En los acuerdos de Oslo las fechas fueron, ciertamente, fijadas, pero la parte israelí no tuvo la intención de mantenerlas. » No hay fechas sagradas,» fue la famosa declaración de Isaac Rabin tras la firma del calendario.
Fue un error fatal. Literalmente, mató a Rabin. El aplazamiento de la solución dio tiempo a los oponentes de la paz para recobrar su fuerza, reagruparse y lanzar el contraataque que culminó con el asesinato de Rabin. En vano citamos a Rabin la máxima de Lloyd-George: «No puedes cruzar un abismo en dos saltos.»
Abu Mazen dijo en Sharm-al-Sheikh que este es el primer paso de un largo camino. Un camino largo es un camino peligroso. A lo largo del mismo los saboteadores de la paz, israelíes y palestinos, están rondando.
Además, una de las condiciones básicas de un proceso real de paz
– y quizás la más importante- es la representación verdadera de la realidad. Si uno escuchó a todos los oradores, uno podría tener la impresión de que la raíz del problema es el «terrorismo palestino» y que si este cesa, todo irá bien. En la siguiente secuencia: (a) Los palestinos ponen fin a su «violencia», (b) Israel detiene las acciones militares, (c) la cooperación en seguridad es establecida y (d) Dios y/o Alá se cuidan del resto.
Los pesimistas dirán: Nada ha salido de la conferencia. El alto el fuego es frágil. En el mejor de los casos, Sharon cumplirá su promesa de retirarse de la Franja de Gaza y desmantelar unos cuantos asentamientos. Entonces el problema comenzará de nuevo.
Los optimistas dirán: Este es un buen comienzo. El cese del «terrorismo palestino» creará una nueva atmósfera en Israel. El desmantelamiento de los primeros asentamientos creará una crucial confrontación. Los colonos y la derecha mesiánica nacionalista serán derrotados. La gente se dará cuenta de que la vida puede ser diferente. Las dinámicas del proceso arrastrarán a Sharon y no podrá detenerlo, aunque él quiera.
¿ Quién tiene razón?