Todo se había previsto con antelación. Se le autorizó a dar una conferencia de prensa antes de detenerlo, siempre bajo las condiciones que exigieron sus abogados y otros elementos de la derecha cubanoamericana en Miami. Las denuncias del gobierno cubano fueron contundentes. Después de penetrar y permanecer durante dos meses dentro del territorio estadounidense, de […]
Todo se había previsto con antelación. Se le autorizó a dar una conferencia de prensa antes de detenerlo, siempre bajo las condiciones que exigieron sus abogados y otros elementos de la derecha cubanoamericana en Miami.
Las denuncias del gobierno cubano fueron contundentes. Después de penetrar y permanecer durante dos meses dentro del territorio estadounidense, de solicitar asilo por medio de documentos oficiales donde se deben exponer los pormenores sobre su ubicación, de ofrecer entrevistas y conferencias, unidas a numerosas declaraciones de sus abogados, el gobierno de George W. Bush tuvo que finalmente apresar al connotado terrorista Luis Posada Carriles.
El compromiso era que la planificada detención tendría que ser mostrada al público miamense, efectuarse en forma pausada, sin excesos y mostrando afabilidad hacia el hasta entonces «fugitivo» violador de las leyes de inmigración.
Y a partir de esas prerrogativas se montó el show. Antes de salir del improvisado local donde se efectuó la conferencia, a Posada Carriles le pusieron unos protectores en los oídos para que el ruido del helicóptero que lo transportaría, (estacionado a cierta distancia) no le afectara.
Dos o tres agentes especiales en completo uniforme lo condujeron muy amablemente y sin esposas hasta un vehículo similar a los que se desplazan los jugadores de golf, que lo traslado hasta el helicóptero. Allí, lo ayudaron cortésmente a subir y según afirman algunos, dentro del aparato le ofrecieron agua y caramelos, aunque le negaron cervezas o refresco gaseado por temor a que le subiera la presión arterial.
La Casa Blanca se había abstenido hasta esos momentos de hacer comentarios sobre el paradero del terrorista. Las reiteradas denuncias de Cuba, por medio de su presidente Fidel Castro, obligaron a los voceros de la Casa Blanca a ofrecer respuestas evasivas, a la par que negaban tener conocimiento de su estancia en Estados Unidos.
Pero la situación se puso cada vez más seria. Las demoledoras pruebas presentadas por La Habana, desenmascaraban al gobierno del Norte que con una larga historia de agresiones e invasiones en el mundo se ha tratado de erigir en estos tiempos como el paladín del antiterrorismo.
Muchos se preguntaban que, si el llamado por ellos «combatiente anticastrista» pudo permanecer tanto tiempo en ese país sin ser descubierto, qué podría pasar si el «combatiente antinorteamericano» Bin Laden, formado como el primero por la CIA, el FBI y las administraciones de Washington, penetrara de la misma forma en Estados Unidos.
Resulta risible que las autoridades estadounidenses, con el enorme historial terrorista que ostenta Posada Carriles, algunos de cuyos actos fueron desclasificados en fecha reciente por el FBI, solo haya sido encausado por violar las leyes inmigratorias de Estados Unidos.
Entre sus más abominables atentados aparecen la voladura del avión de cubana de aviación el 6 de octubre de 1973 con 73 personas a bordo; la colocación de varias bombas en hoteles de La Habana donde murió un turista italiano; intentos de asesinatos contra el presidente cubano Fidel Castro, uno de los últimos durante la Cumbre Iberoamericana realizada en Panamá donde intentaba volar el paraninfo de la Universidad que en esos momentos estaría repleto de personas, en su mayoría estudiantes.
La respuesta a esas preguntas se hallan en que este profuso terrorista puede contar muchos secretos los actos que cometió bajo las órdenes de la CIA y de anteriores administraciones norteamericanas.
La Casa Blanca está tratando de ganar tiempo para ver como se deshace de este incómodo enrollo. Se habla de dos variantes: una sería juzgarlo en Estados Unidos y desaparecerlo por un tiempo hasta que dentro de unos años la opinión pública se olvide, y la otra, enviarlo hacia su aliado centroamericano, El Salvador, cuyo presidente Antonio Saca esta deseoso de hacerle favores al presidente Bush para que este apoye la concreción del Tratado de Libre Comercio para Centroamérica.
Allí el terrorista estaría alejado y viviendo plácidamente en una cárcel especial con permisos de entrada y salida a discreción.
Cuba, el principal perjudicado por las acciones terroristas provenientes de Estados Unidos durante más de 45 años, conoce la fuerza y las presiones que puede ejercer Washington para tratar de silenciar a la opinión pública internacional y por eso ha reafirmado que no cejará hasta que Posada Carriles, Orlando Bosch y otros terroristas confesos sean procesados por los delitos imputados.
Por el momento, la opinión pública internacional se ha dado cuenta de la maniobra e intenciones norteamericanas. Medios de prensa de todo el mundo han exigido que Posada Carriles sea enviado a Venezuela para que se le haga un juicio con todas las garantías de la ley.
No se puede en estos tiempos de rápidas y variadas formas de comunicaciones mantener oculto la doble moral de un terrorismo bueno y un terrorismo malo.