En sus principios, la producción y el consumo ecológicos no cuestionan la lógica mercantil propia de la agricultura industrial, ni tampoco su modo de distribución globalizada. Su discurso no tiene en cuenta el hambre de mil millones de personas, ni la desaparición de la agricultura familiar y campesina. El crecimiento del consumo ecológico, con el […]
En sus principios, la producción y el consumo ecológicos no cuestionan la lógica mercantil propia de la agricultura industrial, ni tampoco su modo de distribución globalizada. Su discurso no tiene en cuenta el hambre de mil millones de personas, ni la desaparición de la agricultura familiar y campesina. El crecimiento del consumo ecológico, con el apoyo de los gobiernos y la complacencia de los sectores sociales con alto poder adquisitivo, es alentado por las multinacionales de la alimentación, sobre todo por las cadenas internacionales de distribución a través de las grandes superficies y por los suministradores de insumos[1] y tecnología a unos productores ecológicos cada vez de mayor escala, más competitivos. Su coexistencia «pacífica» con la producción industrial de alimentos y los transgénicos reduce las posibilidades de territorios y alimentos libres de contaminación genética y química. En esa nivelación violenta de condiciones de producción para el mercado global, l@s
pequeñ@s productor@s ecológic@s están condenad@s a desaparecer.
Este modelo de agricultura ecológica se desarrolla sin cuestionar un escenario social definido por los siguientes rasgos: a) generalización de la comida basura y proliferación de trabajos basura y de una vida basura para mucha gente; b) despilfarro de recursos naturales y contaminación crecientes; c) aumento de la pobreza y la falta de condiciones de vida digna para muchas personas; d) consumismo desaforado e indiferente de mil millones de incluidos, causa de la desigualdad y la exclusión de la mayoría de la humanidad. En este contexto, apostar por la agricultura ecológica para quien pueda pagarlo, además de insuficiente, es injusto. Propagar la comida ecológica en base a las multinacionales de la distribución, extiende un nicho de mercado ecológico de élite, para no abordar los problemas de la globalización alimentaria.
Sin oponerse a la modernización capitalista de la agricultura y la alimentación para el mercado global, no hay alternativa al hambre y la comida basura, a la contaminación y destrucción ecológicas y a la pérdida de autonomía de los pueblos para cuidar de los recursos indispensables para la vida. Aunque una dimensión de la globalización alimentaria es la producción a gran escala, la otra es la distribución y el consumo.
La soberanía alimentaria es la autodeterminación de los pueblos para ejercer su derecho a la alimentación desde sus propios medios ecológicos, sociales, culturales y económicos. Crear las condiciones para su desarrollo, implica asumir nuestra responsabilidad en la forma actual de alimentación, promover una alianza estratégica entre ciudadan@s del campo y la ciudad y basar la seguridad alimentaria en el dialogo con las necesidades de tod@s en múltiples direcciones: campo-ciudad; campesin@s-consumidor@s; autócton@s-inmigrantes; Sur-Norte; naturaleza-especie humana, etc.
Agroecología y consumo responsable: la teoría de una práctica de 10 años
Los grupos autogestionados de consumo (GAK) llevamos una década fomentando una relación directa entre productores y consumidores del campo y la ciudad, en una responsabilidad compartida. Promovemos unas relaciones de cooperación agroecológica, empujando desde los márgenes del mercado global. La mayor dificultad está en la transformación de una relación social que también es económica, pero sobre todo, en el cambio de conciencia, actitudes y prioridades para ajustar nuestras palabras a nuestros hechos y para crear las condiciones de reproducción de estas experiencias. Algunos rasgos que abordan estas cuestiones desde nuestra práctica, son:
1)Producción agroecológica campesina y consumo agroecológico autogestionado no son posibles la una sin el otro. Esta relación directa entre productor@s y consumidor@s no es táctica, instrumental y anónima, sino estratégica, sustancial, personalizada y basada en la confianza.
2)Apoyo mutuo entre productor@s y consumidor@s desde: a) el respeto y la autonomía de cada parte; b) la responsabilidad, reciprocidad, igualdad de derechos y centralidad entre ambos (equidad en el intercambio; situaciones de desigualdad, puntuales); c) la trasparencia y el diálogo entre ambas partes; d) la libertad de funcionamiento, organización interna y coalición con otr@s para producir y distribuir alimentos sanos, en cantidad y variedad suficiente y a unos precios razonables.
3)Agroecología y consumo responsable contempla: a) seguridad y soberanía alimentaria; b) dimensión económica desde la necesidad recíproca (precios pactados toda la temporada, suficientes para pequeñ@s productor@s y asequibles para consumidor@s de pocos recursos); c) dimensión ecológica (austeridad, temporada, proximidad, reutilización de envases); d) dimensión social-laboral-tecnológica; e) el máximo protagonismo y participación posibles de l@s integrantes del proyecto en todas sus fases y lugares; f) la máxima información y transparencia y simétricamente, máximo respeto a los acuerdos compartidos; g) tomar partido ante las políticas gubernamentales que defienden o atacan la seguridad y soberanía alimentarias; h) participar, desde la autonomía y el respeto a la pluralidad, en la coordinación con otros colectivos sociales activos en el terreno de la producción y consumo de alimentos en clave agroecológica.
4)El crecimiento no es sólo en tamaño, también en participación en las tareas y los principios, en perfeccionamiento de la distribución, en cantidad, calidad y variedad de los productos. Un proyecto social no puede mantener sus principios más allá de una dimensión en que la economía, las estructuras organizativas y la eficacia se imponen. Tampoco es viable sin el tamaño mínimo que garantice la viabilidad económica y social en sus distintas fases y una distribución de las tareas. Hay que mantener la tensión entre incorporar a sectores sociales más amplios y no degradar los principios. La sensibilización y la participación son claves.
5)El transporte, sobre todo el interno en la gran ciudad, es una dimensión del proyecto agroecológico a todos los efectos.
6)Participación en los MMSS. Nuestra actividad se enfrenta a las políticas del capitalismo global y a sus efectos en las formas de alimentación. Sin unir ambas cosas sólo tenemos el interés individual de agruparnos para comer mejor. Sin la participación consciente de los proyectos sociales pequeños y reales, los movimientos antiglobalización no podrán dejar de ser marginales o burocráticos.
Pilar Galindo, GAK del CAES (Junio-05)
[1] Se llaman insumos o inputs a los medios de producción y auxiliares para la producción cuando proceden de fuera de la explotación (fertilizantes, semillas, energía, etc). La producción ecológica debería tender a una mínima utilización de insumos igual que una mínima generación de residuos, todo lo contrario de lo fomentado por la agricultura industrial y ahora por la agricultura ecológica en las mismas manos de las multinacionales que impulsan el comercio mundial, en este caso, para el nicho comercial de consumidores ricos que desean dejar la comida basura, indiferentes a que la mayoría se vea abocada a seguir comiéndola o a no comer.