Desde hace más de una década el proceso de paz palestino israelí no registra ningún avance. Los factores incidentes son varios, pero, en este marco de referencia, se está planteando el Plan de Separación Unilateral de Ariel Sharon (la retirada unilateral de la Franja de Gaza) como un paso vital para un posterior avance de […]
Desde hace más de una década el proceso de paz palestino israelí no registra ningún avance. Los factores incidentes son varios, pero, en este marco de referencia, se está planteando el Plan de Separación Unilateral de Ariel Sharon (la retirada unilateral de la Franja de Gaza) como un paso vital para un posterior avance de la Ruta del Camino y del proceso de paz. Con todo asistimos a un panorama caótico de la actuación del Gobierno de Sharon y de la sociedad israelí. Vemos un frágil gobierno, que se ve obligado a recurrir al apoyo, no de su partido El Likud, sino al de otros partidos de signo ideológico variado e incluso contrario frente a la hostilidad del mismo Likud. Si hasta el momento, Sharon ha podido superar varias acusaciones de corrupción en contra suya y la de sus dos hijos, le resulta más problemático enfrentarse a la hostilidad de sus propios ministros (como el del exterior Silvan Shalom o el de haciendo Benyamin Netenyaho) incluidos los que tuvo que expulsar del gabinete (como Landau) que le siguen hostigando desde el parlamento (La Keneset). Pero la parte más hostil a su unilateral retirada está conformada por las agrupaciones extremistas de los colonos (en su mayoría de tendencia religiosa y/o fundamentalista) que paradójicamente hasta hace poco fueron los más fervientes partidarios de Sharon debido a que él mismo era el más entusiasta impulsar de la colonización de los territorios palestinos ocupados.
Si se contemplan los hechos con la frialdad de los números la sorpresa crece. Los territorios palestinos ocupados se conforman por; La Orilla Occidental del Jordán (con una extensión algo más de 5.500 kilómetros cuadrados y una población de alrededor de 2.5 millones de habitantes además de algo menos de 500.000 colonos y que controlan la cuarta parte del territorio) y la Franja de Gaza (con una extensión de 381 kilómetros cuadrados y una población de un poco menos de 1.300.000 habitantes cifra que incluye a los 8.000 colonos que ocupan entre el 25 al 30% del territorio). Si, a lo anterior contemplamos el hecho de que el Gobierno israelí, en ciertos momentos, tuvo que concentrar unos 60.000 soldados de su ejército para la seguridad de los 8.000 colonos, vemos que no hace falta pensar mucho para descubrir que su salida de la Franja de Gaza beneficia, aunque no exclusivamente, pero en primero lugar al propio Israel. Pero las reacciones extremadamente contrarias de minoritarios pero activos segmentos de la sociedad israelí plantea la interrogante sobre que factores y que elementos puedan explicar estas actitudes.
La complejidad del fenómeno como sus graves consecuencias para el propio Israel y por ende para el futuro de Palestina, suscita muchas polémicas y discusiones en el seno de la Sociedad israelí. Pero es una discusión que se queda limitada a su contexto interno y si tiene algún reflejo en el exterior, este solo trasciende al ámbito palestino por interés obvio. En cambio los ámbitos exteriores implicados como la UE y EE.UU. (los que tienen una considerable incidencia en la toma de decisiones) quedan ajenos a este contraste de pareceres necesario par una mejor comprensión del dilema. Nuestra pretensión no es dar un exhaustivo panorama de ésta vital polémica sino un simple reflejo que pueda contribuir de algún modo a un acercamiento al dilema.
En este contexto cierta corriente laica israelí ha pretendido atribuir el problema a las corrientes religiosas y fundamentalistas especialmente en el seno de los colonizadores israelíes. La respuesta del activista y escritor israelí Shamoel Emir en forma de un esbozo histórico ideológico puede arrojar cierta luz a la dinámica del problema.
Para Emir esto es un enfoque totalmente erróneo que exige arrojar luz sobre la relación del Sionismo con la religión así como el reconocimiento de que la identidad israelí nació y se desarrolló dentro de un enfoque y una trayectoria coloniales y que la solución del problema impone por lo tanto la adopción de un enfoque y una trayectoria anticoloniales. Según Emir, el intento de un blanqueo del Sionismo achacando todos los males a la ortodoxia de la religión judía no deja de ser una falsificación de la historia.
En este sentido hace falta recordad ciertos hechos; La religión judía institucionalizada, que es la de los judíos ortodoxos, se opuso (finales del siglo XIX y principios del XX) tajantemente al sionismo y desde el primer momento. El evidente motivo principal era su temor a perder su influencia y dominio sobre los emigrantes judíos y de hecho se opuso a su migración hacia América y Europa y tenían razón, ya que en los hechos perdió a estos emigrantes. Pero esta razón oculta otra de mayor fundamento; el Sionismo era una idea nacional percibido por los «judíos» de los «no judíos». Procedía de los movimientos nacionalistas europeos de aquel entonces que con el nacionalismo habían sustituido a la religión que había ido debilitándose desde la etapa precapitalista. En el seno del judaísmo el fenómeno hizo surgir a la «Haskalah» (ilustración). De este modo los judíos se liberaron de la religión y se adhirieron a la idea del nacionalismo.
Una gran mayoría de los primeros sionistas eran laicos. De la corriente alemana (predominante en los primeros años del Sionismo) cabe destacar a Moisés Hess, Hertzel, Nardou, etc. y de la corriente rusa se puede mencionar Ahad Ha’am (Asher Gueintsberg), Osichkin, Pensker, etc. Lo mismo se puede decir de los dirigentes de la segunda ola migratoria (segunda Aliah) como Ben Gurion, Ben Tzvi, Isac Tabniken y otros. Dicho de otro modo el Sionismo no nació del seno del Judaísmo sin de la interacción con el medio ambiente «no judío» y por la influencia de los otros pueblos que acogían en su seno a las comunidades judías. De este modo, según Emir, se puede afirmar que los que rezaban cinco veces al día por la vuelta del Mesías y el retorno a Jerusalém no se hicieron sionista, en cambio los laicos si.
No es por casualidad que el Sionismo no ha podido desarrollarse en medio de los judíos orientales bastante lejanos de la modernidad europea y el laicismo. No obstante una muy pequeña minoría de judíos religiosos se adherió al Sionismo. El Rabino Rains fundador del «Haboíl Hamizrahi» ubicó a la corriente sionista religiosa en el lado moderado del Sionismo y la diferenció del mesianismo al tiempo que apoyó el proyecto de colonizar Uganda (y no la tierra prometida, Palestina) como proyecto sionista.
Los sionistas no eran religiosos pero si eran fanáticos de la mitología judía, y de esta mitología se inspiraron para cimentar el Sionismo. El fenómeno no es particular de ellos, ha sido común en las formaciones nacionalista europeas. Era común la exaltación de figuras mitológicas, los alemanes exaltaron a Armiños, los ingleses al Rey Arturo, etc. Por lo tanto (y esto es una afirmación del autor no de Emir) los sionistas siendo que por su procedencia judía no eran una nación como los ingleses, los alemanes, etc. sino pertenecían a una de las tres religiones monoteístas, se basaron en los mitos del Antiguo Testamento con el fin de crear una historiografía y una mitología sionistas.
Respecto al carácter colonial del Sionismo, de acuerdo con la interpretación de Emir, éste surge a partir de que la colonización sionista de Palestina se hiciera una realidad tangible hecho que transformó al Sionismo en un movimiento colonial más de los que producía Europa y que se desarrollaban a costa de las poblaciones nativas en la medida en que estos eran atrasados, retrogradas, incultos, traicioneros y que difícilmente se les puede clasificar dentro del genero humano. De igual modo veían que su colonialismo traería el desarrollo, el progreso y la civilización. Obviamente todo este vocabulario venía a justificar el robo de la tierra, la expulsión, la limpieza étnica practicadas contra los pueblos nativos. Así vemos a Hertzel aclarar en su libro «El Estado Judío» que «seremos parte de la fortaleza europea contra Asia, un muro contra la barbarie» y añade «se dirá que sólo los pobres irán con nosotros pero precisamente son estos que buscamos en
la primera etapa. Los desesperados serán buenos ocupantes». Este enfoque racista era común a todos los colonizadores y emanaba de los hechos de ocupación y de dominio ejercidos contra los pueblos nativos, y detrás de esto no había ninguna motivación religiosa y así era en el colonialismo sionista antes de recibir la influencia del Judaísmo Ortodoxo.
De acuerdo con Emir, durante la conformación del Sionismo y en las etapas posteriores, la influencia del sionismo religioso era marginal y en cuanto a la dirección sionista, era casi nula. Habrá que esperar a la creación de Israel y, aun más tarde, hasta la guerra de 1967 y la ocupación de la Orilla Occidental y la Franja de Gaza, para presenciar esta influencia. Hasta este momento el sionismo religioso se integraba en la corriente moderada y se mimetizaba con el sionismo laico, hecho que se puede ver con las nominaciones que dieron a sus formaciones políticas; encontramos a Haboil Hatzahir (El Joven Trabajador) en la izquierda sionista, frente a «Haboil Hamizrahi» (El Trabajador Oriental) en el sionismo religioso. Del mismo modo el Kibutz y las cooperativas agrícolas de la izquierda sionista se veían reflejados en el Kibutz y las cooperativas del sionismo religioso. Con la creación de Israel el sionismo religioso encabezado por Y. Shapira se situaba a la izquierda del «Mapai» de Ben Gurion y el rabino Abraham Itzac Hakohin Hock, el padre espiritual de los actuales colonizadores, se integraba en la corriente moderada y mayoritaria del sionismo. Según su visión mitológica los laicos construirán el «Estado Materialista» y solo después de esto vendrá el rol de los religiosos. Esto, hacer recuerdar la teoría del marxismoleninismo de las etapas; al principio se construye el Estado y después vendrá el socialismo.
Es en este contexto, de acuerdo con Emir, es donde cabe situar las preguntas; ¿En qué momento los religiosos transmitieron sus enfermedades al sionismo político? ¿Cabe para el segregacionismo sionista separarse de los ciudadanos árabes y crear para si otra sociedad competitiva con ellos en Palestina y que ello tenga sus fuentes en la religión judía?
De acuerdo con la visión de Emir, tal planteamiento carece de sustento histórica en la medida en qué el movimiento colonizador sionista y laico nunca ha contemplado la integración de los nativos en su proyecto colonial. Actuaron ajustados al modelo colonial vigente en las demás partes del mundo. Como ejemplo segregacionista se puede tomar al «Kern Kimet» (una especie de fondo para la adquisición de tierras palestinas y titularlas como patrimonio de la «Nación Judía») como todos sabemos, desde sus inicios prohibió la renta o la venta de sus propiedades a «no judíos» y nunca aceptó ninguna construcción urbana en sus dominios para «no judíos». ¿Lo ha hecho por motivos religiosos? No hay sustento para ello. El Kern Kimet fue fundado por sionistas laicos inspirados por el modelo de fondos parecidos que estaban en boga a finales del siglo XIX en la Alemania del Káiser cuya finalidad era la apropiación de las tierras de campesinos polacos. Dicho de otro modo, era un modelo comprendido y aceptado por cualquier movimiento colonial.
Otro ejemplo de segregación es el del «trabajo judío» consistente en que en toda propiedad judía es prohibido dar un empleo o trabajo a un «no judío». El hecho, de acuerdo con Emir no tenía ninguna motivación religiosa ya que los propietarios agrícolas judíos preferían a los trabajadores palestinos porqué era mano de obra más eficiente y más barata, pero los nuevos colonos judíos lo mismo que el izquierdista Haboil Hatzair optaban por la visión sionista de que la condición fundamental para la realización del sionismo era la aplicación del «trabajo judío». De todos modos el «trabajo judío» tuvo un fracaso tremendo en la medida en que se sigue recurriendo al empleo de los árabes palestinos en los trabajos no cualificados y con bajos sueldos.
La pretensión de que los colonos sionistas se encaminaron de modo diferente a como lo hicieron los otros colonos europeas no tiene ningún asidero de acuerdo con Emir. En todo caso habrá las diferencias consecuentes con la diferencia de las condiciones de la colonización. Pero Emir recalca que la diferencia principal en las condiciones propias del proceso colonizador en el caso palestino es que la colonización sionista carecía de metrópoli propia como los casos de la colonización francesa o la británica entre otros, pero que no era el único caso, África del Sur tampoco tenía una metrópoli propia, pero no dejaba de ser un fenómeno colonial. En este contexto Emir se muestra de acuerdo con la visión de Gideon Sfeir sobre el colonialismo sionista cuando afirma «en principio había una semejanza fundamental entre lo objetivos de la segunda Aliah y los de los colonizadores blancos en otros colonias donde se pretendió la formación de grupos homogéneos de colonos separados de los nativos». Emir afirma que se puede estar de acuerdo con Sfeir de que el enfrentamiento con la población nativa no es producido por la segregación, sino que ambos, enfrentamiento y segregación son la consecuencia del proceso colonial.
Emir insiste en que esta es la morfología del colonialismo sionista que no nace de motivaciones religiosas sino que emana de la propia dinámica interna del proceso colonial que implica la dominación que se tiene que ejercer sobre el pueblo nativo del lugar colonizado.
Pero recalca que entre el público israelí afectado por el carácter coercitivo del fundamentalismo religiosos judío y de haber presenciado cuatro décadas (a partir de la ocupación de la Orilla Occidental y la Franja de Gaza en 1967) de colonización salvaje tiende a relacionar el proceso colonizador con estas tendencias religiosas y le empuja a ello las justificaciones divinas y religiosas que esgrimen los propios colonos. Nuestro autor recuerdo que al fin y al cabo el motivo fundador del movimiento «todo Eretz Israel» ha procedido del lado sionista laico. Natan Alterman y los Tabniken procedentes del Kibutz Unificado se adhirieron a Ygal Alon y Shimón Pérez y fueron los que dieron legitimidad a la organización fundamentalisa Gosh Emonim.
Emir, finalmente resalta que el proyecto colonial sionista desde sus orígenes es de ocupación, es racista con marcado sentido de superioridad y que las motivaciones religiosas tuvieron poco margen en influirlo y se muestra de acuerdo con la opinión de un apreciable sector de la sociedad israelí de la necesidad de separar la religión de las estructuras del Estado pero relaciona el éxito de este esfuerzo con el éxito de la batalla que se tiene que desplegar contra la naturaleza colonial de Israel y anota que este deseo laico y progresista pierde su carácter si acepta la ocupación y da el ejemplo del partido laico Shinoi encabezado por Tomy Libed que se esfuerza por conseguir la separación entre religión y estado pero se siente cómodo con la ocupación.
Hasta aquí el enfoque y el planteamiento de Emir que es un enfoque más objetivo y ciertamente crítico a la versión oficial. Pero no deja de ser válido someterlo a una revisión crítica también, para plantear la pregunta de que si con anterioridad a la transformación de la colonización sionista en «una realidad tangible» y su transformación a partir de entonces en un movimiento colonial, ¿el Sionismo era un movimiento «filantrópico» o «socialista»?. Los hechos a los cuales recurre el mismo Emir, muestran que el Sionismo desde sus inicios era un movimiento colonial, desde que arrancó como idea en la mente de su fundador Theodor Hertzel y en la mente de otros de sus primeros dirigentes. Para dejar claro este importante aspecto cabe mencionar que Hertzel, no dejó de tocar las puertas de todas las potencias coloniales europeas de aquel entonces; Francia, Inglaterra, la Alemania del Káiser y la Rusia zarista, con el afán de ver el modo de integrar su proyecto dentro de la política colonial de cualquiera de estas potencias y de este modo conseguir su patrocinio ya que siendo que los sionistas pretendían una expresión colonial pero no eran una nación sino creyentes en una religión y por tanto carecían de una metrópoli propia. Así vemos que Hertzel era ferviente partidario del proyecto Británico de colonizar Uganda, Hersh era partidario de colonizar la Patagonia argentina, etc. Todos estos hechos han sido varias décadas anteriores a la tangibilidad de la colonización sionista en Palestina ocurrida en la década de los treinta del siglo pasado.
Cabe destacar que tanto Emir como casi la totalidad de la sociedad israelí siguen viendo en los palestinos como un accidente geográfico son mera descripción del lugar. Es raro encontrar en el discurso político de la derecha o la izquierda sionistas la aceptación o el reconocimiento a los palestinos como pueblo, como nación con derechos propios y legítimos. Paradójicamente, no es posible llegar a una solución de convivencia y de reconocimiento mutuo, sin que la sociedad israelí en su conjunto no reconozca el carácter nacional de las reivindicaciones palestinas, y lo paradójico es que al reconocerlo estarán reconociendo su característica de colonizadores ocupantes o en palabras de Emir ir en contra del aspecto colonial del sionismo, pero el mismo Emir no se da cuenta que logrado esto, el sionismo deja de ser lo que es y será posible ya la convivencia mutua dentro de un solo estado laico e igualitario para todos, conclusión a la que llegó varios israelíes y judíos desde hace décadas como el caso de Nathan Winstoke en su libreo «El sionismo contra Israel». Con anterioridad esta fue la base conceptual del primero proyecto de solución presentado por la parte palestina, la del «Estado Democrático y laico para todos y en todo el territorio histórica de Palestina. En líneas generales tiene las mismas líneas de la solución que se dio en África del Sur. Pero, ya finalizando, habrá que señalar que toda solución de conflictos de este tipo tiene que partir de la negociación y el acuerdo entre las partes implicadas y sobre todo depende del nivel de conciencia que hayan adquirido sobre la naturaleza del conflicto y por ende de su desenlace. La solución de dos estados en el territorio histórico de Palestina; el israelí y el palestino no tiene el porqué impedir y abortar una posible evolución hacia un ligazón confederado, federado o unitario en un solo estado igualitario y laico para todos.
Politólogo y ex diplomático palestino. [email protected]