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Pertenece a Tragsa, una empresa habitualmente contratada por las autonomías

El empleado de un retén de incendio forestal explica con detalle sus condiciones de trabajo

Fuentes: Rebelión

Desde el trágico accidente del pasado domingo en la extinción del incendio de Guadalajara se han realizado muchas críticas y comentarios tanto por parte de medios de comunicación como de autoridades públicas, ya sean estatales o autonómicas, así como de los directivos de la empresa Tragsa[1]. En la mayoría de los casos, las declaraciones realizadas […]

Desde el trágico accidente del pasado domingo en la extinción del incendio de Guadalajara se han realizado muchas críticas y comentarios tanto por parte de medios de comunicación como de autoridades públicas, ya sean estatales o autonómicas, así como de los directivos de la empresa Tragsa[1]. En la mayoría de los casos, las declaraciones realizadas o los artículos escritos han propiciado una desinformación aún mayor (siendo algunas veces de manera intencionada), lo cual ha conducido a una percepción totalmente distorsionada de este accidente y en general de las condiciones de trabajo de los retenes de incendios forestales por parte del público general.

Como empleado temporal de Tragsa durante los últimos cinco veranos, y componente de un retén de incendios similar al de Cogolludo, siento la necesidad moral de responder e intentar aclarar algunas de las mentiras que se han dicho durante estos cuatro últimos días.

En este sentido, me gustaría responder en primer lugar a las acusaciones de temeridad e imprudencia vertidas por varios medios (diario El País, canal de TV Telecinco entre otros) sobre la actuación del retén de Cogolludo. En uno de estos medios, por ejemplo, se recogía el pasado lunes una frase supuestamente pronunciada por el capataz de dicho retén al acercarse al lugar del accidente : «los valientes son los primeros que mueren» (El País, 18/07). Si bien no conocía personalmente a ninguno de los fallecidos, me resulta complicado imaginar que por cabezonería del responsable de dicho retén se desplazaran a la zona una motobomba, dos guardas forestales y todos los miembros de la cuadrilla. Son demasiados medios para tratarse de una actuación temeraria por parte de un simple capataz, sobre todo si tenemos en cuenta que durante las labores de extinción de un incendio todo el retén está a las órdenes del guarda forestal que aquél tiene asignado (técnicamente suele decirse que, de cara al guarda, el capataz se transforma en simple peón y se sitúa al mismo nivel que el resto de la cuadrilla). Por ello, si alguien dirigió al retén de Cogolludo y a la motobomba hacia el lugar del siniestro únicamente pudo ser uno de los dos agentes forestales que posteriormente también resultaron fallecidos. De lo que a penas se ha hablado estos días es de quién ordenó la actuación de todos esos medios en un flanco sin zona de seguridad (es decir, un lugar por donde escapar del fuego en caso de cambio repentino en su dirección). ¿fueron los propios agentes siniestrados o estos tan solo siguieron órdenes del técnico que dirigía las labores de extinción? En cualquier caso, deben exigirse responsabilidades pues, por muy grande que fuera el incendio, no es normal que mueran 11 personas en su extinción.

Respecto a la escasa formación y la falta de profesionalidad de los retenes de incendios forestales, son muchos los comentarios que se han oído y leído, y muchas las correcciones que deben hacerse a los mismos. En primer lugar, los miembros de dichos retenes no somos voluntarios tal y como se ha dicho en muchos medios. En la mayoría de los casos, somos empleados de empresas subcontratadas (Tragsa, Thaler, cooperativas privadas…) que cobran por sus servicios de otras entidades públicas como pueden ser las propias CCAA u organismos autónomos como «Parques Nacionales». No somos especialistas en extinción de incendios forestales ni tampoco bomberos. Algunos somos estudiantes, otros gabarreros o peones selvícolas. Cobramos alrededor de 55 euros brutos por jornada. Algunos retenes pasan las horas en la base forestal de su zona a la espera de una posible salida, otros, en cambio, trabajamos en el monte. Esta es una realidad que mucha gente desconoce: en algunas provincias, como por ejemplo la de Segovia, los retenes somos al mismo tiempo retén y cuadrilla de trabajos selvícolas. Esto es, normalmente estamos trabajando todo el día en el pinar, podamos hectáreas y hectáreas de pinar contratadas entre la Junta y Tragsa[2], y si hay algun fuego cercano a nuestro lugar de trabajo, entonces dejamos las motosierras y nos ponemos las equipaciones de incendio. Puede ocurrir que estemos trabajando durante ocho horas con la motosierra y nos toque ir a un incendio declarado a última hora del día para trabajar al lado de las llamas durante toda la noche; es fácil imaginar las limitaciones que el cansancio impone tanto en nuestra capacidad de actuación como en nuestra propia seguridad…

En una entrevista publicada por El Mundo (19/07), un dirigente de Tragsa asegura que todos sus retenes reciben una formación «rigurosa» para realizar labores de extinción de incendios, dicha preparación consiste según esta persona en «un curso cuya duración depende de cada comunidad: de tres a cinco días en Madrid o de una semana en Guadalajara». En este sentido, el retén en el que trabajo comenzó hace más de un mes y por ahora ningún especialista ha venido a formar a los nuevos miembros de la cuadrilla, los cuales representan más de la mitad del retén. Por otra parte, otros años dicha formación se ha limitado a una charla explicativa de tres o cuatro horas y a la realización de un simple tendido de mangueras o bien de prácticas básicas de actuación con helicóptero. Eso es todo. En realidad, los miembros de los retenes nos vemos obligados a una formación autodidáctica, basada en la experiencia y los consejos de los más veteranos, de tal manera que durante los primeros incendios en los que participamos no tenemos ni idea de cómo actuar. Tanto Tragsa como los agentes forestales son conscientes de esta situación que se repite año tras año (de hecho, dicha situación tiende a agravarse, pues la formación actual es sencillamente nula), pero nadie hace nada por corregirla. Lo que realmente interesa es que las hectáreas de poda contratadas se realicen correctamente. Mientras Tragsa declara públicamente que forma a sus empleados, en la sombra los está enviando a incendios sin haberlos formados un sólo minuto y pone sus vidas en serio peligro. Por su parte, pese a que los agentes forestales asumen la responsabilidad de dirigirnos en un fuego, por ahora ninguno de ellos ha levantado la voz…

Otra crítica que se ha realizado durante estos días es que los retenes, además de no tener la formación necesaria, no estamos equipados correctamente. El pasado 18/07 llamaba a un programa de radio de la cadena Onda Cero la madre de un miembro de retén de incendios. Durante los minutos que le acordó el realizador del programa, esta señora se quejó de que gran parte de la equipación de incendios de su hijo era reciclada de otros años y que se encontraba en un estado por lo menos defectuoso. Esta es otra realidad de nuestro trabajo. Hasta el año pasado no tuvimos «cubre-nucas», la primera vez que nos dotaron de «frontales» (también el año pasado) las baterías duraron media hora y nos dejaron sin luz en plena extinción de un incendio nocturno, nuestros «bate-fuegos» suelen estan rajados, nuestras mochilas de agua tienen pérdidas, las mascarillas se reciclan de un verano a otro… Hace dos años, un compañero se quemó en la pierna cuando el agente que nos dirigía nos mandó cruzar el frente del incendio por una zona de bajo matorral porque el mono le quedaba pequeño… En El Mundo del 21/07, un miembro de los retenes que actuaron en la extinción del incendio de Guadalajara cuenta cómo la mitad de las cuadrillas se quedaron incomunicadas a partir del segundo día de trabajo por no haber podido recargar durante la noche la batería de sus radios portátiles. Es difícil aceptar que una empresa como Tragsa no pueda preveer este tipo de problemas, por ejemplo encomendando dicha tarea a los mismos encargados que nos proveen casi diariamente de latas de aceite, nuevos espadines y nuevas cadenas de motosierra para «avanzar el tajo».

También se ha dicho que los medios de extinción tardaron en llegar al incendio de Guadalajara. El primer retén llego 30 minutos después de la llamada realizada al 112. Puede parecer mucho, pero en realidad éste es el tiempo que suele tardarse en actuar. Otras veces es suficiente, pero con las condiciones climatológicas del pasado fin de semana media hora resultó ser demasiado tiempo. Nuestro retén, al igual que otros tantos que trabajan en la Sierra de Guadarrama, puede tardar mucho más que esos 30 minutos en llegar a un fuego iniciado en el «llano». Es necesario resaltar que, para llevar a cabo la poda que se nos exije, a veces debemos alejarnos a más de 20 minutos de la pista forestal más cercana y por lo tanto de nuestro todoterreno. Cargamos con nuestras mochilas, motosierras, bidones de gasolina y de aceite, hachas… Si nos llaman para una salida, al llegar al coche debemos recoger todo esto y ponernos el EPI (equipación de protección individual). Puede haber pasado media hora y aún no nos hemos movido del lugar de trabajo. Cuando llegamos al incendio, si éste se produce cerca de un núcleo urbano, somos recibidos con insultos por parte de la gente afectada. No entienden que no podemos hacer más, bajamos del monte a toda velocidad por pistas forestales que no están preparadas para ir tan rápido, ponemos nuestra vida en peligro. Es una sensación totalmente frustrante.

En el incendio del pasado fin de semana han muerto nueve compañeros, un retén igual al nuestro, una mezcla de gente joven y de veteranos, todos apasionados por el monte. Podríamos haber sido nosotros. Y sin embargo, todo sigue igual. La empresa Tragsa ni siquiera ha emitido un comunicado de luto entre los trabajadores, no hay ningún acto de homenaje o de recuerdo preparado. Al día siguiente del siniestro, nos hicieron subir al monte y seguir nuestro trabajo de poda, como si nada hubiera ocurrido. Los agentes forestales vienen cada día a supervisar nuestro trabajo, que ningún pino se quede sin olivar, que el tajo avance a ritmo adecuado. Nada ha cambiado, no hay señales de que se vaya a formar a los recién llegados, de que nuestras mochilas de agua o nuestras mascarillas sean reemplazadas por otras nuevas. Ningún sindicato ha alzado la voz. La precariedad de los «contratos por obra» hace afónicos a los más veteranos, precisamente aquéllos que más tienen por decir. Estamos más solos que nunca ante las llamas.


Miembro de retén de incendios forestales desde 2000. Sierra de Guadarrama (Provincia de Segovia). Empleado por Tragsa.



[1] Empresa responsable de gran parte de los retenes de nuestro país, entre ellos el de Cogolludo -siniestrado en el incendio del pasado fin de semana-.

[2] Contrariamente a lo que se piensa, los retenes no limpiamos los bosques: al realizar la poda que se nos encomienda, el pinar queda plagado de ramera seca a nivel de suelo, lo cual constituye un combustible perfecto en caso de incendio… No estamos realizando actuaciones de prevención, sino ayudando a que los pinos crezcan más y más rápido para así obtener mayor volumen de madera comercializable. Al preguntar a la empresa o a agentes forestales por qué no nos piden triturar los restos de la poda la respuesta es clara: «no hay dinero».