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Palabra, canto, danza y música

La comedia musical ¿ha muerto?

Fuentes: Rebelión

Una polémica se ha iniciado en Estados Unidos en torno a la vida de las comedias musicales. El crítico Michael John LaChiusa en la revista «Opera» afirma que las revistas ligeras concebidas para el teatro están agonizando. Primero porque desvalijan el repertorio de los cantantes pop y segundo porque el inmenso capital necesario para una […]

Una polémica se ha iniciado en Estados Unidos en torno a la vida de las comedias musicales. El crítico Michael John LaChiusa en la revista «Opera» afirma que las revistas ligeras concebidas para el teatro están agonizando. Primero porque desvalijan el repertorio de los cantantes pop y segundo porque el inmenso capital necesario para una producción ha degenerado el género por su comercialismo. La crítica ya no es tan exigente y los espectáculos siguen fórmulas establecidas sin buscar nuevos caminos. Las novedades son de mala calidad debido a la incapacidad de los autores de reciente promoción. A todo ello ha respondido Marc Shaiman, autor de una de las obras aludidas, Hairspray, aduciendo que LaChiusa está «envidioso» porque sus obras no han tenido éxito de taquilla. Otros autores y críticos han entrado al ruedo y el debate generalizado plantea una revisión del género musical en las tablas.

Sin embargo, éxitos recientes como el del filme /Chicago, /que arrasara con los premios Oscar basándose en una vieja comedia musical del talentoso Bob Fosse, es una refutación de esa tesis. Los historiadores señalan la lejana fecha de 1866 como la del nacimiento de ese género, con una pieza titulada /El cuervo negro /que abrió en Nueva York, en los jardines Niblo, con un espectáculo de canciones y danzas y conjuntos de muchachas bailando al unísono con precisión. A finales de siglo las operetas de Victor Herbert habían alcanzado el favor del público y /La viuda alegre/ de Franz Lehar fue un éxito sensacional, en aquella ciudad, cuando se estrenó en 1907 después de conquistar Viena. La figura estelar de George M. Cohan infundió energías al musical con sus famosas obras /Give my regards to Broadway /y/ Over there/.

Después vino el período glorioso de George Gershwin y su hermano Ira, quienes introdujeron el jazz en la escena con /Oh, Kay!, /de 1926 y /Funny Face, /al año siguiente. Florenz Zigfield le otorgó un estilo más glamoroso y seleccionó a muchachas excepcionalmente bellas para sus revistas, lo cual contribuyó mucho a su éxito. El humor y la comedia no permanecieron ajenas al musical con personalidades como Fanny Brice, Eddie Cantor, y Will Rogers. En 1927 /Show Boat, /escrita por Jerome Kern y Oscar Hammerstein II, trazó un camino intermedio entre el musical y la opereta. Aún en medio de la Gran Depresión algunas obras triunfaron, como /The Bandwagon, /con Fred Astaire.

El gran monarca, el más inspirado, el más sofisticado y elegante de todos es sin dudas Cole Porter. Sus musicales /Anything Goes/ (1934), /Red, Hot and Blue/! (1936), y /DuBarry Was a Lady/ (1939), escritas para la vigorosa Ethel Merman constituyeron hitos en la historia del teatro. Al enorme triunfo de /Oklahoma! /de Rodgers y Hammerstein, en 1943, le siguió el de /South Pacific /en 1949. Otra pareja famosa, Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, crearon /My Fair Lady/ en 1956, y /Camelot/ en 1960. A todos estos títulos célebres han seguido /West Side Story, Guys and Dolls, Hello, Dolly!, Mame, Hair, Cats /y/ Evita / y creadores de enorme talento como Leonard Bernstein, Stephen Sondheim, Bob Fosse y Andrew Lloyd Webber.

La comedia musical ha prosperado fundamentalmente en Estados Unidos, aunque también en Gran Bretaña ha tenido ecos importantes. En otros países se representan esporádicamente sin la asiduidad que reporta el público norteamericano. El cine ha contribuido mucho a la popularidad del género. Ciertas obras han fracasado al día siguiente de su estreno pero alguna, como /Cats, / se mantuvo dieciocho años en escena.

Ese derroche de talento creativo no puede ser ignorado. Es imposible decretar la defunción de un género que ha dado tantas obras maestras y tantos artistas de eminencia. Desde que Monteverdi y Scarlatti alentaron el drama musical hasta la estrepitosa exuberancia wagneriana, el maridaje de la voz humana, la orquestación, la danza y el melodrama han demostrado su eficacia. Algunos argumentan que el género ligero ha perdido su contacto con el gusto de las nuevas audiencias, que ha envejecido. Sin embargo, recientes piezas han alcanzado sonoros aplausos.

La música ha sido uno de los principales vehículos artísticos para suscitar emociones en el espectador. El canto y la danza no se le quedan detrás y la palabra es capaz de promover ideas, además de sentimientos. La comedia musical ha logrado fundir habilidosamente esos poderosos vectores de la expresión y no está llamada al ostracismo de los escenarios.

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