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España: Alberto Méndez gana, a título póstumo, el Premio Nacional de Narrativa

Relatos verdaderos para lectores verdaderos

Fuentes: Rebelión

Alberto Méndez nació en 1941 y ha fallecido hace poco. Hoy, día 6 de Octubre, se le ha otorgado el Premio Nacional de Narrativa. Pero un escritor como éste, que tiene tanta fuerza en su palabra, que mueve tantos sentimientos ¿podemos decir que ha muerto?. Su único libro de relatos, «Los girasoles ciegos», con una […]

Alberto Méndez nació en 1941 y ha fallecido hace poco. Hoy, día 6 de Octubre, se le ha otorgado el Premio Nacional de Narrativa. Pero un escritor como éste, que tiene tanta fuerza en su palabra, que mueve tantos sentimientos ¿podemos decir que ha muerto?. Su único libro de relatos, «Los girasoles ciegos», con una entrada de Carlos Piera que debe servir para la reflexión del lector: «Superar exige asumir, no pasar página o echar en el olvido. En el caso de una tragedia requiere, inexcusablemente, la labor del duelo, que es del todo independiente de que haya o no reconciliación y perdón. En España no se ha cumplido con el duelo, que es, entre otras cosas, el reconocimiento público de que algo es trágico y, sobre todo, de que es irreparable….» Habrá que hablar de justicia.

El libro «Los girasoles ciegos» reúne cuatro relatos elaborados a partir de historias verdaderas que han permanecido bajo la capa de silencio impuesta por el franquismo y sus seguidores. Éstos creyeron haber puesto una losa sobre lo que hicieron y así dar por certificada la muerte de la memoria. Son cuatro relatos cuyos protagonistas, reales, son representativos de otros cientos de miles conocidos tan solo por sus amigos y familiares. Relatos verdaderos para lectores verdaderos. Los personajes están en un momento sin vuelta atrás, recorren el camino de la entrega o de la resistencia sin ser conscientes del momento en que se abre la puerta de la tragedia. Los leemos mientras nos habita la compasión y el temor, mientras deseamos llegar al final. Vamos atando cabos impresionándonos. Vamos conociendo las reacciones humanas ante el problema que se les presenta como consecuencia de la guerra provocada por los franquistas. Alberto Méndez rinde homenaje a las víctimas. Si antes fueron «Las trece rosas», de Jesús Ferrero, novela de gran fuerza narrativa que bucea en la voz popular para entregarnos la vida y últimos momentos de 13 chicas asesinadas por el franquismo, y, después fue «La voz dormida», de Dulce Chacón, donde se rescata a las mujeres presas, luego nos encontramos con «Los girasoles ciegos», cuatro historias dignas de recomendar su lectura: «Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir» cuenta cómo un oficial del ejercito fascista se rinde a los republicanos cuando los golpistas están entrando en Madrid. El argumento de éste oficial es que había descubierto que no querían ganar la guerra, «queríamos matarlos». Su conciencia no le permite pasar por encima de las aberraciones y los crímenes. Es un Bartleby, el personaje de Melville, que cuestiona la norma de aquellos con los que vive y no puede abandonar su visión de lo que ocurre. A éste personaje lo encontraremos en otro de los relatos, atravesando, como si fuese el Guadiana, la vida de los que van apareciendo. «Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido» cuenta la historia de un muchacho de 18 años que huyendo con su compañera se ocultan en una casa de montaña entre León y Asturias. Ella tiene un hijo allí mismo y muere en el parto. El niño y el padre pasan juntos sus últimos días. Con la muerte de ella, él, su compañero, abandona toda esperanza de ponerse a salvo, pierde el sentido de la vida, prefiere morir con su hijo junto a la mujer que ha querido. El valor de la vida está en lo que amamos; también sabremos de él más adelante, en otro de los relatos. «Tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos». La dura supervivencia de un soldado republicano en la cárcel mejora cuando miente al coronel que le juzga y a su mujer, pues observa que les complace oírle hablar sobre la amistad que dice haber mantenido con el hijo de ambos. Sólo el fusilamiento de un muchachito al que ha cuidado le hace ver la crueldad de aquellos, convirtiéndosele en insoportable su mentira. Le han herido en lo más profundo. Donde declinaba su conciencia hasta querer pensar que toda defensa ante el golpe fascista era un equívoco, que todos eran iguales, fascistas y republicanos, allí mismo su conciencia resurge de manera tal que, en la próxima reunión con el coronel y su mujer declarará la verdad sobre la personalidad de aquel hijo: era ladrón de medicamentos y asesino fascista. Es el final de la satisfacción del coronel y su esposa, y, es su final. Entre los fascistas que acosan a los presos, la Iglesia, representada en un sacerdote que censura las cartas de éstos: les tacha toda manifestación de afecto y cariño a los suyos, y les obliga a ir a misa. Allí condena el suicidio «con ferocidad arcangélica» de aquellos que no pueden soportar más tiempo de tortura, mientras bendice los fusilamientos. Otros debilitados por el terror, creyendo instintivamente favorecer su derecho a la vida, estando en misa se acercan a que les de la comunión. Por ahí veremos a ese militar rebelde que se ha rendido a los republicanos un día antes de que los fascistas entren en Madrid.

Sabremos de su final. Historia de miedos y aspiraciones en la que el antagonismo se hace insuperable. El último de los relatos, «Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos», recoge una historia en tres voces. En primera persona un hijo recuerda su infancia junto a sus padres; sabremos por qué su padre se vio obligado a permanecer escondido en un armario. Otra voz en primera del pasado es la del sacerdote que en confesión declara como su lascivia le llevó a perseguir a la madre de aquel niño, y, una vez que consigue entrar en su casa intenta violarla, provocando que el marido se descubra saliendo de su escondite. Una voz más, en tercera persona del pasado, narra objetivamente el desarrollo de la acción en la casa familiar y fuera de ella. El hijo había aprendido a ocultar lo que debía ser secreto para salvar a sus padres y salvarse a sí mismo. Lo que sabía sin que sus padres lo hubiesen hablado con él, lo había aprendido porque se encontraba en el ambiente, formaba parte de la comunicación no verbal, era el punto de encuentro de los oprimidos: «Los secretos me unían a la gente como las raíces unen los árboles a la tierra. Nunca supe exactamente en qué consistía mi secreto, pero mientras otros niños creían en la Virgen o en Franco, o en el Papa o en la Patria, yo creía en mis secretos.» En su confesión el cura fascista, que ejercía como profesor en un colegio (durante el fascismo la iglesia era dueña de la enseñanza) sospechando de un niño que no canta el «Cara al Sol», vigila a la madre que lo lleva al colegio. Después sentirá una atracción sexual hacia ella. El descubrimiento del esposo le llevará a acogerse a su ideario y extrae de la Epístola a los hebreos la frase: «no hay perdón si no se derrama sangre.» «Llevado por un vigor en el que aún no me reconozco, Padre, arremetí contra el templo bien guardado que esa mujer me tenía vedado. Y bastó un gramo de mi ira para que saliera de su escondite el instigador del mal, el abyecto organizador de ese entramado de mentiras. El marido de Elena oculto en esa casa.» En el relato la familia recuerda a la hija y hermana que había huido embarazada con un joven poeta. Son aquellos que conocimos bajo el título «Segunda derrota».

Alberto Méndez nos ha dejado todo un ejemplo de composición literaria. La articulación entre los textos nos sorprende, lo que amplifica continuamente nuestras emociones, hace que descubramos hilos internos e hilos humanos que los unen a unos con otros y nos unen a ellos. Su lenguaje, fuerte y sutil, arrastra al lector a una catarsis, tras la que se levantará con ojos claros, con una mirada limpia, por medio de la cual podrá ver y saber lo que hay bajo la superficie de nuestra existencia aquí. En sus personajes esta el deseo de libertad, frustrada por una realidad que desvía el curso de sus vidas y luego acaba con ellas. La necesidad de superar el obstáculo que representa para ellos la destrucción de la legalidad que habían defendido, no es más que la necesidad de que la vida honesta pueda resurgir más adelante. Alberto Méndez nos ofrece cuatro historias en las que personajes representativos de dos mundos opuestos viven la hora más crítica, manifiesta en ellos los comportamientos humanos y las ideas que cabían en unos y en otros. Con el Premio Nacional de Narrativa se reconoce a la buena literatura en el momento en que se van a cumplir los 70 años del golpe de Estado en España. No deje de leerlo, usted se merece un libro que le añada algo importante a su sensibilidad y a su conocimiento. Usted es un verdadero lector. La emoción esta servida.

Título: Los girasoles ciegos.
Autor: Alberto Méndez.
Editorial: Anagrama.