Traducido para Rebelión por Nadia hasan
Hay un grupo en la sociedad israelí que nunca paga el precio de su locura. Es un grupo que ha causado un severo y continuo daño al estado, y – más que cualquier otro grupo – ha creado personajes que han puesto en peligro el régimen democrático.
Sin embargo, no sólo fallamos en saldar cuentas con ellos, al contrario. Luego de un infructuoso intento de motín y de la sonoridad recibida por la evacuación de un puñado de colonos, se ha vuelto a una etapa como si esas cosas nunca ocurrieron. La mayoría silenciosa mira – de manera apática y pasiva como es habitual – sólo ahora con sentimientos injustificados de culpa.
Si es que hay un lugar para las culpas, está en el Sionismo religioso. «No queremos olvidar ni perdonar» fue el slogan de la reunión sostenida por la derecha religiosa, varias semanas atrás, en el Centro de Convención Internacional en Jerusalén. Pero esto es lo que la mayoría secular y moderada debería decir. No queremos olvidar ni perdonar la sangre que ha sido derramada en vano, el odio que sus acciones han provocado, las injusticias que causan, la estatura dudosa de Israel en el mundo producto de la Ocupación y los asentamientos, y la vergüenza que cada defensor de la paz y los derechos humanos en Israel ha experimentado debido a sus acciones. Pero la mayoría olvida y perdona, permitiéndoles continuar sus acciones. Y, por lo tanto, esta mayoría silenciosa también continúa pagando el precio.
Mientras otros grupos minoritarios, tales como los árabes y los ultra-ortodoxos, sufren discriminaciones o humillaciones en manos de la sociedad israelí, el campamento nacional-religioso disfruta de prestigio e inexplicable simpatía. Es cierto que este grupo es el más activo y organizado en Israel, pero ¿eso justifica la incesante atención dada en los medios a las declaraciones de cualquier rabino, quien antes de aparecer en los medios, era completamente desconocido para la mayoría de los israelíes? ¿Por qué necesitamos recibir diariamente reportes de las ideas del Rabino Yisrael Rosen de Alon Shvut? ¿Por qué es tan importante informar en los periódicos que el rabino de Ramat Gan, Yaakov Ariel, llegó a la conclusión que el campamento nacional-religioso debe «actualizar el estado» en vez de desconectarse de éste, o que Yisrael Zeira, director del Programa de Estudios Judíos Rosh Yehudi, haya llamado a su campamento «a invertir en la tarea fundamental de iluminar la fe interna de las personas»? Es cierto que alguna de esas personas ejerce influencia en sus seguidores, pero la exagerada atención que se presta a sus declaraciones sólo sirve para incrementar su poder.
El resultado es que el punto principal se olvida – que estamos hablando de una minoría. Ellos comprender no más de un quinto de la ciudadanía, cerca del mismo porcentaje de los nuevos inmigrantes rusos o de los Árabes en Israel. Pero esos dos grupos sólo pueden soñar con recibir la tención o influencia que el campamento nacional-religioso tiene. La escasa atención que generalmente tienen versus el enfoque compulsivo del mascullar de cada rabino, sólo perpetúa esta disparidad de poder.
El verano pasado, el liderazgo del campamento sobre Sionismo religioso contemporáneo, intentó amenazar al régimen israelí. El intento por avivar un motín fue un fracaso absoluto., y el campamento se vio a si mismo aislado, compuesto principalmente por religiosos. La derrota fue absoluta; la evacuación fue aceptada con indiferencia. Pero incluso luego de la derrota, no debemos olvidar que el campamento trató de imponerse en la mayoría democrática y no tuvo éxito sólo porque no encontró los suficientes aliados. Nosotros debemos establecer cuentas con este grupo sobre sus aspiraciones – especialmente a la luz del hecho que estas aspiraciones no han cambiado ni un poco.
Los esfuerzos ahora por retratar este campamento como «vencido» y «sangrado» y en «búsqueda espiritual» están desencaminados. Ellos no han aprendido nada y no han olvidado nada. Es cierto que el Rabino Aviner hizo un llamado por una campaña de renovación «cara a cara» en la sociedad israelí y que Zeira, de Rosh Yehudi, escribió: «Nosotros somos responsables». Pero, de hecho, mientras este campamento se ha preguntado a si mismo por qué falló, continúa creyendo, con el mismo fervor, en la rectitud de su camino. Esto no puede ser llamado una «búsqueda espiritual». Nadie se ha levantado y preguntado: ¿Quizás el asunto entero estuvo fundamentalmente equivocado? ¿Quizás el camino se torció en la salida? ¿Quizás el fracaso da cuenta del hecho que existe una mayoría absoluta que no está preparada para aceptar este camino y que quizás, debido a eso, debería ser abandonado? ¿Quizás el real error histórico fue el hecho de que nos establecimos en una tierra que no nos pertenece, causando horribles injusticias a nuestros vecinos e imponiendo una carga insufrible para una sociedad entera?
En vez de esto, ellos están examinando dónde fallaron las tácticas: ¿Los líderes los decepcionaron? ¿Fueron equivocados los métodos de lucha y se invirtió lo suficiente en Relaciones Públicas? Ellos están tratando de ganarse nuevamente el corazón de las personas. Nosotros debemos bloquear su camino. La sociedad israelí ha pagado suficiente por su lujuria por el poder y su codicia por la tierra, y hasta que ellos se alejen de su perjudicial camino, nosotros deberíamos darles la espalda.
Irónicamente, en lugar de oír a la mayoría expresar esta opinión, estamos escuchando los llamados del campamento nacional-religioso para «desvincularse del estado». Pero nosotros debemos desvincularnos de ellos, castigarlos y condenarlos al ostracismo – hasta que ellos hagan una verdadera búsqueda espiritual. En un momento en que el partido de Unión Nacional está embarcado en una campaña cuyo slogan es «Volviendo al naranja», sería apropiado que la mayoría de la sociedad israelí recordara ese color como un signo de una terrible desgracia.
2006-01-01