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Los resultados electorales en Israel

¿Qué demonios ha pasado?

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística, por Carlos Sanchis. Esta traducción es copyleft.

LA MÁS dramática y aburrida campaña electoral de nuestra historia misericordiosamente ha llegado a su fin. Israel se mira en el espejo y se pregunta: ¿Qué demonios ha pasado?

De camino al colegio electoral, en el centro de Tel-Aviv, no podía descubrir la señal más leve de que éste fuera un día de elecciones. Generalmente, las elecciones en Israel son un asunto apasionado. Carteles por todas partes, miles de automóviles cubiertos de eslóganes que se apresuran a transportar a los votantes a los colegios electorales, mucho ruido.

Esta vez nada. Un silencio asustadizo. Menos de dos tercios de los ciudadanos censados se tomó realmente la molestia de votar. Se detesta a políticos de toda índole, la democracia es despreciada entre los sectores jóvenes, completamente alienados. Aquellos que decidieron no votar, pero que en el último momento cedieron, votaron por la Lista de los Pensionistas que saltó de la nada a unos pasmosos siete escaños.

Éste fue un voto de auténtica protesta. Incluso personas jóvenes se dijeron: En lugar de tirar nuestro voto, hagámosles un favor. La gente mayor, las personas enfermas (incluso, terminalmente enfermas), los minusválidos y todo el sistema de salud y de educación fueron las víctimas de las políticas económicas thatcherianas de Netanyahu, respaldadas por Sharon, a las que Simón Peres (justamente él) calificó de»porcinas.»

Ese voto fue una curiosidad. ¿Pero qué pasó en la arena principal?

Al principio de la campaña escribí que todo el sistema político se estaba moviendo hacia la izquierda.

Muchos pensaron que era un pensamiento anhelado, tristemente alejado de la realidad. Ahora realmente ha sucedido.

El resultado principal de estas elecciones es que el sostenimiento del bloque nacionalista-religioso que ha dominado Israel durante más de una generación ha sido roto. Todos aquellos que anunciaron que la izquierda está muerta y que Israel está condenado a la gobernación derechista durante un largo, largo tiempo; han demostrado estar equivocados.

La suma de partidos de la derecha han ganado 32 * escaños, los religiosos 19. Con 51 de los 120 escaños de la Knesset, el ala derechista-religiosa ya no puede bloquear todos los movimientos hacia paz.

Éste es un punto de inflexión. El sueño de un Gran Israel extendiéndose desde el Mar Mediterráneo al Río de Jordán ha muerto.

Significativamente, la «Unión Nacional», el partido completamente identificado con los colonos, ha ganado sólo 9 escaños; más o menos como la vez pasada. Después de todo el desgarrador drama de la destrucción de los asentamientos en Gaza, los colonos quedan tan impopulares como siempre. Para la opinión pública han perdido la batalla decisiva.

Netanyahu declaró que las elecciones iban a ser un «referéndum nacional» sobre la retirada de Cisjordania. Bien. Han sido, y el público ha votado abrumadoramente «Sí.»

La víctima principal es el propio Netanyahu. El Likud se ha derrumbado. Por primera vez desde su fundación por Ariel Sharon en 1973, ha sido objeto de la humillación de ser el quinto (!) partido de la Knesset.

La alegría cordial por esta derrota de la derecha ha sido atemperada por un auge muy peligroso: la ascensión del partido de Avigdor Lieberman «Israel Nuestra Casa», una mutación de la derecha con tendencias abiertamente fascistas.

Lieberman, un inmigrante de la antigua Unión Soviética y colono, extrae su fuerza principal de la comunidad «rusa» que es casi uniformemente sumamente nacionalista. Exige la expulsión de todos los árabes (una quinta parte de la población de Israel), aparentemente bajo un intercambio de territorios, pero el mensaje es claro. Hay también las usuales improntas de semejante partido: el culto al líder, una llamada a «la ley y el orden», intenso odio al «enemigo» tanto interior como exterior. Este hombre consiguió 12 escaños y ha dado alcance a Netanyahu. Su eslogan principal «Da Lieberman» («Sí Lieberman» en ruso) le recuerda a uno saludos históricos similares.

Para aquellos que estén interesados: el grupo fascista que exigió mi asesinato como parte de su programa electoral no ha logrado ganar el 2% necesario para entrar en la Knesset. Pero, por supuesto, un asesino no necesita el 2% para seguir semejante exigencia. (Me gustaría aprovechar esta ocasión para expresar mi cordial gratitud a todos aquellos de todo el mundo que me expresaron su solidaridad.)

LAS JUBILOSAS escenas en los cuarteles generales del Partido Laborista pueden parecer a simple vista exageradas. Después de todo, el partido sólo consiguió 20 escaños, contra los 19 de la última vez (a los que debe agregarse los tres del pequeño partido liderado por Amir Peretz en aquel momento). Pero los números no cuentan toda la historia.

En primer lugar, las implicaciones políticas son de largo alcance. En el parlamento, no son sólo los números crudos los que cuentan, sino también su situación en el mapa político. En la próxima Knesset, cualquier coalición sin el Partido Laborista se ha convertido impracticable, si no completamente imposible. Amir Peretz va a ser la persona más importante del próximo gabinete, después de Ehud Olmert.

Pero hay más que eso. Peretz, el primer líder judío «oriental» de cualquier partido importante israelí, ha superado el rechazo histórico del laborismo por los inmigrantes de los países musulmanes y su descendencia. Él ha destruido la ecuación establecida de Oriental = pobre = como la Derecha es contra lo Ashkenazi = acomodado = Izquierda.

Esto no ha encontrado su plena expresión todavía en las elecciones. El aumento de votantes orientales a los laboristas ha sido sólo creciente. Pero nadie que haya visto cómo Peretz fue recibido en los mercados al aire libre, hasta ahora fortalezas del Likud, pueden tener duda alguna de que algo fundamental ha cambiado.

Y lo más importante, cuando Peretz entró en escena, hace apenas tres meses, el Partido Laborista era un cadáver andante. Ahora está vivo, vibrante, hambriento de acción. Está invitando al liderazgo, y está allí. Peretz está en camino de ser un candidato viable a primer ministro en las próximas elecciones. Hasta entonces, tendrá un importante impacto, ciertamente, tanto en los asuntos sociales como en el proceso de paz.

ESTO ES, por supuesto, la cuestión principal: ¿Puede traernos el próximo gobierno la paz más cerca?

Kadima ha ganado las elecciones, pero no están contentos. Cuando fue fundado por Sharon, se esperaban 45 escaños. El cielo era el límite. Ahora tiene que quedar satisfecho con unos ínfimos 28 escaños, suficientes para encabezar el gobierno pero no para dictar la política.

En su discurso de victoria, Olmert convocó a Mahmoud Abbas para hacer la paz. Pero éste es un gesto vacío. Ningún palestino posiblemente podría aceptar los términos que Olmert tiene en mente. Así que, si los palestinos no muestran que ellos son «socios», Olmert quiere «establecer las fronteras permanentes de Israel unilateralmente», lo que significa que él quiere anexionarse entre el 15% y el 50% de Cisjordania.

Es dudoso si Peretz puede imponer otra política. Posiblemente, toda la cuestión se pospondrá, bajo el pretexto de que la crisis social tiene que ser abordada primero. Entretanto, la lucha contra los palestinos continuará.

Cambiar esto depende del movimiento de la paz. Las elecciones muestran que la opinión pública israelí quiere un fin del conflicto, que rechaza los sueños de los colonos y de sus aliados, que busca una solución. Nosotros hemos contribuido a este cambio. Ahora es nuestro trabajo mostrar que la paz unilateral de Olmert no es ninguna paz en absoluto y no llevará a una solución.

En nuestro día de elecciones, el nuevo gobierno palestino era investido por su parlamento. Con este gobierno nosotros podemos y debemos negociar. Por el momento, la mayoría en Israel no está todavía preparada para eso. Pero los resultados electorales muestran que estamos en camino. ——————————— con el 97% de los votos escrutados. Pueden haber cambios ligeros en el recuento final.