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Los árboles fueron adelante…

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Carlos Sanchis.

HOY, EHUD Olmert se ha convertido en el primer ministro de Israel. Ya no más solamente «viceprimer ministro», sino ahora el real. Cien días después de que Ariel Sharon se hundiera en un coma, el trabajo y el cargo fue tomado por él, como la ley exige. Olmert es ahora el primer ministro en funciones del gobierno de transición, y por consiguiente en pocas semanas, con el establecimiento de la nueva coalición, él se convertirá en el jefe de un gobierno regular.

Todos esto está pasando sin debate alguno real sobre Olmert. El hombre, que ha sido una figura pública toda su vida, es muy desconocido para la mayoría de los ciudadanos. Para el público, le basta con que es el «Heredero de Sharon.»

Es difícil de imaginar una diferencia mayor entre dos personas que entre Sharon y Olmert. Es la diferencia entre un león y un zorro, entre el rey de los animales y el más astuto (según las fábulas). Sharon es una persona insólita, un aventurero, un líder militar, un hombre de guerra, el creador de planes grandiosos (generalmente con fundamentos débiles), un líder creativo, fuerte, peligroso y carismático. Olmert es un político, es un político, es un político.

LA PERFECTA descripción de un político se escribió hace más de dos mil años, sobre una persona que vivió (según la leyenda) casi mil años antes: El Rey Abimelech de Shechem (el Nablus de hoy).

Como se describe en el Libro de Jueces (Capítulo 9), Abimelech era el hijo de un gran líder. Después de la muerte de su padre, él mató a sus 70 hermanos «en una piedra» y se convirtió en un dictador.

Sólo Jotham, el hermano más joven, escapó a la matanza. Él vino y se estableció en la cima de la montaña Gerizim, que domina la ciudad y recitó a los hombres de Shechem en bonito hebreo, una fábula inmortal que empieza con las palabras: «Los árboles fueron adelante a ungir a un rey por encima de ellos…»

Se acercaron a sus árboles compañeros, uno tras otro, y les ofrecieron la corona. Cuando fueron al olivo, les negó la oferta con desprecio: ¿»Dejar yo mi gordura, con la qué por mí ellos honran a Dios y al hombre, e ir a ser promovido por encima de los árboles?». La higuera orgullosa, también, la rechazó: «¿Debo dar la espalda a mi dulzura, y a mi buena fruta, e ir a ser promovida por encima de los árboles?»

Y así, cada uno en su turno, los árboles prefirieron hacer cosas útiles en lugar de entrar en la política. Sólo la zarza que no da ningún fruto, ninguna fragancia y ninguna sombra estaba de acuerdo en gobernar, con una condición: «Si en verdad me ungen rey por encima de ustedes, entonces vengan y pongan su confianza en mi sombra – y si no, permitan al fuego salir de la zarza y que devore los cedros de Líbano.»

El cuento bíblico quería decir que el político ordinario es un compañero inútil, y que todos los que tengamos un talento creativo debemos apartarnos de esta profesión. Ésa es ahora una visión extendida en Israel y a lo largo del mundo. Pero hace pensar en una pregunta simple: Si es así, ¿quién hará el trabajo? Porque la política es una profesión necesaria; alguien tiene que lograr un amplio acuerdo para cumplir tareas, promulgar leyes y administrar la sociedad. Y si el olivo y la higuera no se dignan a ofrecerse para el trabajo, queda la zarza. Ése es decir, aquel cuyo rasgo más sobresaliente es el hambre de poder.

COMO ES conocido de su biografía, Olmert sufrió en su niñez mucha privación. Un grupo de revisionistas de antaño (miembros del movimiento Sionista de la más extrema derecha, el antecedente del partido Herut), construyó por sí mismo un barrio en el borde de Binyamina, al sur de Haifa cuyos habitantes veteranos los trataron con desprecio. Esto puede ser lo que instiló en el muchacho Ehud el impulso por destacar, por lograr el reconocimiento público y también por hacerse rico.

Me lo encontré por vez primera en los años sesenta, cuando yo era miembro de la Knesset. El joven Olmert joven era el aprendiz y sirviente (literalmente) de otro parlamentario: Samuel Tamir.

Uno podría aprender mucho de Tamir. Era un ego maníaco talentudo que creyó que la providencia lo había marcado de nacimiento para ser primero ministro. Tenía un don para atraer a las personas, convirtiéndolas en sus devotos esclavos, usándolos tanto como era posible y arrojándolos después como los limones exprimidos. Tenía un encanto muy personal y era un genio en las relaciones públicas. Había siempre un manojo de periodistas preparado para servirlo. Casi todos ellos se volvieron sus enemigos después. Su vida política era un zigzag loco entre varios partidos, escisiones y uniones, posiciones mansas y militaristas, hasta que alcanzara el cargo de Ministro de Justicia y llego al límite. En el camino tuvo éxito también haciéndose rico.

Ese era el ejemplo que Olmert tenía ante sus ojos cuando empezó su carrera política. Su camino parece un río que serpentea su curso a derecha e izquierda, y a veces atrás, pero no descansa ni un momento en su demanda de alcanzar el mar; el poder supremo. Puede haber tardado décadas, pero ahora ha llegado.

Tamir, un antiguo miembro del Irgun, empezó su carrera política en el partido Herut, lo dejó, se le unió de nuevo, intentado derribar a Menajem Begin, fracasó, y fue obligado a salir. Por lo que preparó un pequeño partido llamado el «Centro Libre». Olmert, un revisionista de nacimiento, creyó que Tamir que era mucho más joven que Begin, prometía más, y se unió a su rebelión infructuosa. Él se encontró siendo un empleado menor en un pequeño partido.

Tamir promovió al jovenzuelo. Demasiado tarde comprendió que su alumno tenía más talento con el que él había contado: le hizo a Tamir lo que Tamir había hecho a Begin. Causó una escisión entre Tamir y su compañero, el político Eliezer Shostak, veterano derechista, dejó el partido y fundó otro con Shostak. Después derrocó a Shostak y tomó el mismo la dirección del grupo escindido. El asunto causó algunas sonrisas cuando Olmert (literalmente) salió corriendo con el sello de caucho del partido para quedárselo.

En 1973, Ariel Sharon unió a la derecha en un nuevo bloque llamado Likud («Unificación»). Aparte del Herut y del Partido Liberal que ya estaban unidos en una facción coaligada, agregó dos grupos diminutos: El Centro Libre de Tamir y la Lista Estatal, un remanente de los seguidores de Ben-Gurion. (Cuando yo le pregunté, en aquel momento, cuál era la utilidad de estos dos que no tenían ningún voto del que hablar me dijo: «Es importante crear la impresión de que toda la derecha está unida. Por lo que yo no podría omitir a nadie».)

En las elecciones que tuvieron lugar en el último día de 1973, el Likud, conducido por Menajem Begin, apareció como un bloque unido. Sharon era el número 6 de la lista, Olmert el 36. Desde entonces él trabajó incansablemente, con tácticas innumerables, para estar más cerca de la dirección. Subió a número 26 (1981), a número 24 (1984), al 22 (1988), al 13 (1991) y al 10 (1995). Entonces él se decidió por un atajo: se presentó a candidato del Likud para alcalde de Jerusalén y derrotó al viejo Teddy Kollek.

Como alcalde, trabajó en dos frentes: oprimiendo a la población árabe y mimando a los Ortodoxos. Los barrios árabes anexionados eran sistemáticamente descuidados. Él Presionó al Primer Ministro Benjamín Netanyahu para abrir un túnel cerca de los santuarios musulmanes, causando disturbios que produjeron docenas de muertos. Él animó a los millonarios judíos estadounidenses de derechas a construir asentamientos judíos en medio de barrios árabes, e hizo campaña por convertir la bonita colina de Abu-Ghneim en el fortificado asentamiento judío de Har-Homa. Al final, él presionó para la edificación del Muro de Separación que separa los barrios árabes.

Con los Ortodoxos, en el otro lado, él mantuvo una alianza que lo mantuvo en el poder, y que al final les dio las llaves de la ciudad. La población judía seglar escapó de la ciudad en manadas.

Todos esto no le ayudó. Cuando él decidió entrar de nuevo en la Knesset, los 3000 miembros del voluntarioso Comité Central del Likud lo hicieron retroceder casi hasta dejarlo a cuadro: el número 32 de la lista electoral. Pero Sharon, ahora líder del partido, decidió que valía la pena adquirir la lealtad de este frustrado y ambicioso político. Cuando preparó su gobierno, intentó darle el poderoso Ministerio de Finanzas. Esto se demostró imposible, porque Netanyahu, número 2 en la lista, no podía ser desplazado.

La solución fue darle un ministerio de segunda fila a Olmert, el de Industria y Comercio, aparejado a un premio de consuelo: el título prestigioso pero vacío de «vice-primer ministro». La única prerrogativa del poseedor de este cargo era presidir las reuniones ministeriales cuando el primer ministro estaba en el extranjero. Sharon no viajó mucho.

Y entonces pasaron dos cosas: Sharon, incitado por Olmert, se escindió del Likud, y después se hundió en un coma. El «vice» se convirtió en su heredero temporal bastante naturalmente, y el heredero temporal se volvió su sucesor permanente. Después de cuarenta años de serpentear, el río había alcanzado el mar.

¿CÓMO se desempeñará Olmert como primer ministro? ¿Se convertirá el zorro en un león, el mero político en un estadista?

Los primeros pasos no presagian bien. Aunque Olmert no cometió ningún error grave, los resultados de las elecciones fueron tristes: en lugar de los 45 escaños prometidos a Sharon por las encuestas, él ganó sólo 29 en las elecciones. Desde entonces ha estado jugando al líder arrogante, sobre todo en el vis-à-vis con el Partido Laborista, su compañero indispensable de coalición. Está intentando incluir en su gabinete al partido racista de Avigdor Lieberman, trata a Mahmoud Abbas con abierto desprecio, boicotea al liderazgo palestino electo (el «Gobierno de Hamas») y le permite al Ministro de Defensa, Shaul Mofaz, rienda libre para bombardear y hacer pasar hambre a los palestinos.

Para demostrar su independencia, él ha dado un nuevo nombre («Convergencia») al viejo plan de separación de Sharon. Habla sobre eso en términos vagos, sin mapas ni calendario. Podría servir la anexión de áreas grandes («sin árabes»), o resultar ser un plan imaginario que nunca se llevará a cabo. Claramente, su deseo para una coalición amplia y cómoda le importa más que la realización de un plan que exija un gabinete estrecho, resuelto y herméticamente enfocado.

Es demasiado temprano para prever donde irá. La historia ha conocido a políticos pequeños que salieron de la sombra de grandes líderes y sorprendieron al mundo. Uno así fue Harry Truman que sucedió a Franklin Delano Roosevelt e hizo su propia impronta como presidente. Otro fue Anwar Sadat, el sucesor del carismático Gamal Abd-al-Nasser. Pero también es verdad que los ejemplos contrarios son legión.

Se ha dicho que un político piensa en las próximas elecciones, un estadista en la próxima generación.

Carlos Sanchis es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.