Traducido del francés para Rebelión y Tlaxcala por José Luis Díez Lerma
Cuando un obrero palestino se empeña en escalar el muro del apartheid israelí para ir a trabajar y a buscar el pan para sus hijos posiblemente conocerá la suerte de Kheder Khelil.
Esta persona terminó en cuidados intensivos, en un estado calamitoso, sin habla, el cuerpo completamente enyesado, rodeado por equipos médicos bastante pobres.
Kheder es un habitante de Beit Lahm (Belén) en el sur de Cisjordania y es el primo de Mohamed Yusef quien cuenta su historia en Islamonline.net: la historia de un obrero palestino, desempleado desde hace más de un mes, quien la mañana del 17 de abril de 2006 decide ir a la ocupada Al Qods (Jerusalén) para buscar trabajo, esperando así volver a casa con los alimentos necesarios para calmar el hambre de sus siete hijos.
Kheder consigue de forma milagrosa escalar el muro del apartheid y encontrarse en el otro lado, en Abú Dis… Pero nada más bajar de la plataforma fue interceptado por una patrulla fronteriza israelí. Cuatro soldados se ocupan de él, lo muelen a golpes con las culatas de sus fusiles y con porras y para terminar su trabajo lo vuelven a subir sobre el muro y lo tiran por encima. El pobre cayó del otro lado, como un saco, desde una altura de siete metros.
Su familia se enteró de este revés gracias a algunos habitantes de Abú Dis que le trasladaron hasta el puesto de control del «contenedor» en el norte de Beit Lahm. Una ambulancia palestina se encargó de conducirlo hasta el hospital público de Beit Jala, donde aún se encuentra hospitalizado.
Un viaje lleno de peligros
El viaje del obrero palestino para ir a su trabajo tras la línea verde (Palestina ocupada en 1948) está rodeado de peligros incalculables. Hay que pasar por los puestos de control, las barreras en las carreteras, el alambre de espino, los perros policías, evitar las balas perdidas de los soldados israelíes y después, si todo va bien, conseguir llegar al trabajo. Además, durante el tiempo de trabajo, se ha de pensar en el camino de vuelta y en cómo evitar sus miles y miles de obstáculos.
Los palestinos que viven puerta con puerta con el muro, al que llaman muro del estrangulamiento [Jidaru Al Khank], relatan las numerosas, múltiples y habituales agresiones y persecuciones contra los trabajadores que intentan atravesar las barreras para garantizarle el pan a los suyos.
El trabajador Chawki Graisa, 48 años, originario de Beit Sahur, vecino de Beit Lahm, nos relata su último infortunio: «Nos dirigíamos al trabajo en la ocupada Al Qods cuando fuimos interceptados por soldados ocupantes que nos llevaron a un campo militar en la región de Atrut donde estuvimos detenidos durante horas. Tras la larga espera nos interrogaron brevemente y nos vendaron los ojos y nos metieron en un autobús. Éste realizó un recorrido por todos los puestos de la policía y de los campos de la ocupada Al Qods para recoger a los trabajadores detenidos. Había en cada parada e hizo que el número de personas llegase a los 17. El autobús nos condujo al tribunal de Salem, cerca de Naplouse. Fue allí donde nos informaron de que estábamos detenidos y nos dijeron que informásemos a nuestras familias por teléfono. Nos condujeron directamente ante el tribunal que nos condenó a cada uno a dos meses de prisión y a una multa de 2000 Shekels [= 450 dólares o 375 euros], por acceso ilegal a Israel.» Este es el cargo que amenaza a centenas, a miles de trabajadores palestinos sin autorización, quienes se arriesgan, con conocimiento de causa, a atravesar la línea verde para buscar trabajo.
Estas autorizaciones son expedidas por la autoridad civil ocupante. Pero prácticamente nunca lo hace por falaces motivos de seguridad. Las utiliza más bien para presionar a los trabajadores y hacerles cantar para obtener su colaboración.
En lo relativo a las prisiones donde son conducidos estos trabajadores, uno de ellos, que desea permanecer en el anonimato, relata: «La vida en prisión es una humillación permanente. Los trabajadores son gentes humildes y evitan protestar contra el comportamiento de los soldados, temiendo la prolongación de su pena. Entre los prisioneros hay incluso ancianos de 60 años o más».
Graisa cuenta que «el recibo de liquidación de la multa es también una forma de humillación para los trabajadores y las autoridades ocupantes juegan con los nervios de los trabajadores detenidos. Así, muchas familias de trabajadores se ven obligadas a pagar la multa y a enviar el recibo a las autoridades por correo. Ocurre a menudo que el día previsto de la salida de prisión se le diga al trabajador que el recibo de liquidación de la multa aún no ha llegado a las autoridades de la prisión».
La humillación permanente
Hasen Al Barghuthi, presidente del «Centro democrático y de los derechos de los trabajadores» en Ramala, señala las diferentes formas de desprecio y humillación sufrido por los trabajadores que van a Israel en los puestos de control. Subraya que ya antes del acorralamiento económico actual, los trabajadores sufrían todo tipo de humillaciones y eran privados de toda dignidad. Se había convertido en algo normal el sufrir torturas físicas por parte de los soldados israelíes, con resultado de muerte en ocasiones, además de las muertes causadas por disparos de los soldados ocupantes. Al Berguyhi añade que «la dependencia de la economía palestina de la economía israelí es el resultado de una política hábilmente programada. A lo largo de los treinta años de ocupación, Israel ha desaconsejado la inversión en los territorios palestinos lo que ha conducido a la actual situación de dependencia total, económica y social, del Estado ocupante.»
Una bomba de efecto retardado
Observadores palestinos e israelíes se pusieron de acuerdo para denunciar «el penoso camino del trabajador palestino que va a su trabajo en Israel» y que se ha vuelto más difícil desde la construcción del muro «del estrangulamiento», el cual ha dividido las tierras de Cisjordania vecinas de Al Kuds, las cuales prácticamente Israel se ha anexionado. Todos estiman que la situación provocada actúa en cada momento como una bomba de efecto retardado.
El autor israelí Simon Klein escribe en un artículo, difundido esta semana por un sitio israelí, que «los trabajadores palestinos realizan colas muy largas para entrar en Israel en busca de trabajo. Su jornada empieza a las 3 de la mañana. Las barreras en las carreteras y los puestos de control, fuente de múltiples humillaciones y de retrasos increíbles, han tenido un papel primordial en el aumento de su odio hacia Israel, sobre todo porque numerosos empresarios israelíes se han aprovechado de la situación para pagarles salarios miserables».
Al acercarse la fiesta del uno de mayo, la Unión general de trabajadores palestinos publica un informe indicando que el año 2005 no ha sido bueno para los trabajadores. Este informe señala que una veintena de trabajadores han sido asesinados, centenares heridos y cerca de 500 han sido encarcelados con el pretexto de no disponer de una autorización para entrar en Israel.
Yusef Echaieb en Ramala, 24 de abril de 2006-04-26
Texto original en árabe: http://islamonline.net/Arabic/news/2006-04/24/article06.shtml/. Traducido al francés por Ahmed Manai, miembro de Tlaxcala.
Traducido del francés por Jose Luis Díez Lerma, miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es). Esta traducción es copyleft.