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Israel y Palestina: Una declaración personal

Fuentes: La Señal Medios

No suelo meterme en estos asuntos, ya que mi interés exclusivo es la unidad revolucionaria de los patriotas argentinos, la unificación de América Latina y la supresión del modo de producción capitalista, que son a mi entender distintas facetas de una y la misma tarea.Pero ante los actuales acontecimientos del Medio Oriente, y teniendo en […]

No suelo meterme en estos asuntos, ya que mi interés exclusivo es la unidad revolucionaria de los patriotas argentinos, la unificación de América Latina y la supresión del modo de producción capitalista, que son a mi entender distintas facetas de una y la misma tarea.

Pero ante los actuales acontecimientos del Medio Oriente, y teniendo en cuenta que (a) soy judío, (b) el gobierno israelí afirma actuar como lo hace en nombre de todos los judíos del mundo, y (c) la mayor parte de las instituciones judías de la Argentina avala esta temeraria pretensión, declaro por este medio que a mi modo de ver:]

La actual agresión israelí contra la población de Gaza, los amenazadores y violatorios sobrevuelos contra Siria y el incalificable secuestro del legítimo gobierno palestino son delitos intolerables, que por lo demás serán inútiles, a largo plazo, para detener la marcha de una historia que ya se ha pronunciado en contra de las pretensiones del movimiento sionista y de su más preciado producto, el Estado de Israel.

Como judío de América Latina, me deslindo tajantemente de la brutal política sionista, y me sumo a mi pueblo argentino en el clamor por la liberación de la nación árabe y los derechos del pueblo palestino.
Ni siquiera los judíos de Israel se podrán sostener eternamente sobre la opresión imperialista del mundo árabe.
Esta política lleva a los israelíes de origen judío a un matadero tan criminal como el que construyó el régimen nazi para los judíos de Europa Central.
Y fuerza a los judíos de todo el mundo a definirse ante sí mismos y la humanidad entera, precisamente por la pretensión que se arroga el régimen israelí de representarlos a todos.

El «hogar nacional judío» obtenido en alianza con las potencias imperialistas se ha transformado, como no podía ser de otro modo, en un súper-ghetto de entrañas artilladas, apoyado en la más criminal de las potencias que ha visto la humanidad, que se opone a una masa creciente de vecinos hartos de su complicidad en la violencia, el saqueo y el atraso imperialistas.
Ni siquiera se lo puede sostener desde una supuesta «judeidad» ahistórica, como pretenden hacerlo ciertas corrientes religiosas más preocupadas por los asuntos de la Tierra que por los del Cielo: nada, en efecto, repugna más a lo más valioso de la conciencia judía que este resultado inexorable del intento de resolver la situación de los judíos de Europa Central y Oriental despojando a una fracción del pueblo árabe de parte de su territorio.

Estos acontecimientos se engendraron ya en el entrevero de la repartija imperialista de los despojos del Imperio Otomano.
Solo la unidad de judíos y no judíos en la destrucción de todo régimen imperialista o proimperialista en el Medio Oriente podrá traer la paz a la región. La agresión sionista a la nación árabe debe terminar.