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Los biocombustibles agravan los problemas del cambio climático, según el Movimiento Mundial por los Bosques

Fuentes: PNUMA

El Movimiento Mundial por los Bosques (World Rainforest Movement, WRM), alertó en su último Boletín de Noticias, del error que supone la idea de que el uso de los biocombustibles no contribuye a las emisiones de CO2, ya que, «el volumen que se quema en un año para obtener biocombustibles contiene una cantidad de materia […]

El Movimiento Mundial por los Bosques (World Rainforest Movement, WRM), alertó en su último Boletín de Noticias, del error que supone la idea de que el uso de los biocombustibles no contribuye a las emisiones de CO2, ya que, «el volumen que se quema en un año para obtener biocombustibles contiene una cantidad de materia orgánica equivalente a cuatro siglos de vida de plantas y animales». La sutitución de petróleo por biomasa, dicen, «implica la ocupación de enormes extensiones de tierra con monocultivos».

WRM se refiere a biocombustibles como el etanol y el biodiesel, que se obtienen de aceites de cultivos agrícolas convencionales, como la soja o el maíz, y de otros cultivos oleaginosos, en especial de la palma aceitera, de la caña de azúcar y de otros cereales.

La Unión Europea pretende que a finales de 2007, un 2% del uso del combustible que ahora utiliza provenga del biodiesel, alcanzando un 6% en 2010 y un 20% en 2020. Sin embargo, «es muy poco probable que dedique sus suelos a este tipo de cultivos ya que el coste del biocombustible es bastante más bajo si los cultivos energéticos se producen en otros países», advierte WRM.

Refiriéndose a datos del periodista británico especializado George Monbiot, la organización recuerda que «para mover nuestros coches y autobuses con biodiesel se requerirían 25,9 millones de hectáreas». En Reino Unido existen 5,7 millones de hectáreas cultivadas con este tipo de cultivos, pero si esto sucedise en toda Europa, «las consecuencias sobre el suministro de alimentos serían catastróficas».

A su juicio, y si esto se hiciese a escala mundial, «la mayor parte de la superficie cultivable del planeta debería dedicarse a producir alimentos ‘para coches’, no ‘para personas’, pasando de ser excedentarios de alimentos a ser deficitarios netos».

En este sentido, la organización denuncia que los países industrializados «están mirando hacia los países subdesarrollados donde las empresas pueden apropiarse de grandes extensiones de tierra y mano de obra barata y despreocuparse del impacto ambiental que genera sus plantaciones de monocultivos, en las que se refinarán los biocombustibles, a expensas de bosques y de tierras aptas para el cultivo de alimentos».

Las plantaciones de soja en Argentina, por ejemplo, «están desplazando poco a poco a los bosques de quebracho en la provincia de Chaco, al igual que ocurre en Paraguay y Brasil».

Entre 1990 y 2002, el área de palma aceitera plantada a nivel mundial aumentó en un 43%. La mayor parte de este crecimiento tuvo lugar en Indonesia y Malasia, donde se calcula que, entre 1985 y 2000, las plantaciones de palma aceitera han sido responsables de un 87% de la deforestación de estos países y hay planes de ocupar 6 millones de hectáreas más de bosques, según los datos del WRM.

Por otra parte, en Sumatra y Borneo, alrededor de 4 millones de hectáreas de bosques se han convertido en tierra de cultivo de palmeras. «En Indonesia se ha desalojado de sus tierras a miles de indígenas y los trabajadores indonesios de las plataciones sufren las malas condiciones de trabajo y la represión sindical», explica.

DESMITIFICAR LA ‘BONDAD’ DE ESTOS CULTIVOS Además, «se ha comprobado que la mayor parte de los incedios forestales que acechan la región, son provocados a menudo por los cultivadores de palmeras». Toda la región se está convirtiendo en un campo gigante de aceite vegetal. En Uganda «también ha comenzado la destrucción de bosques tropicales y tierras boscosas indígenas para la producción de palma aceitera y azúcar», dicen.

El argumento de la «bondad» de los biocombustibles es que no contribuyen a las emisiones de CO2, pero esto «sólo es verdad dependiendo de qué había en el suelo antes de que se estableciera la plantación», añaden. La tala y quema de bosques para dar lugar a las plantaciones de palma liberan enormes reservas de CO2. En los bosques cenagosos, que crecen en turbas, una vez cortados los árboles, los plantadores desecan el suelo, y cuando la turba se seca, «se oxida y libera aún más dióxido de carbono que los árboles».

Las investigaciones de expertos como David Pimentel, profesor de la Universidad de Cornell en Nueva York y Tad Patzek, de ingeniería química en la Universidad de Berkeley, California, revelan que con los métodos de procesamiento actuales, «se gasta más energía fósil para producir el equivalente energético en biocombustible».

Sus estudios se refieren a los altos costes del tratamiento de los residuos y desechos en la producción de biocombustibles, y los impactos ambientales de los cultivos intensivos, como la pérdida de suelos y la contaminación ambiental por el uso de fertilizantes o plaguicidas. «Todo esto echa por tierra la idea de la neutralidad de los biocombustibles en materia de emisiones contaminantes», agrega WRM.

«Los biocombustibles no se plantean cambiar el modelo actual de producción insostenible de energía destinada a un consumo insostenible y no harán más que agregar nuevos problemas», señala WRM. «Pero su peor pecado es que se disfrazan de solución», concluye.