Recomiendo:
0

Sales y soles

El polvo cósmico

Fuentes: Gara

Hay días y días. En el de hoy -algo poco habitual en esta chiflada tronera- toca mirar hacia arriba. Allá, en el alto cielo, tiene lugar a estas horas un hecho asombroso, mágico. Tres planetas, separados por cientos de millones de kilómetros, acuden a una cita. Se miran, se presienten, se desean… Un amor a […]

Hay días y días. En el de hoy -algo poco habitual en esta chiflada tronera- toca mirar hacia arriba. Allá, en el alto cielo, tiene lugar a estas horas un hecho asombroso, mágico. Tres planetas, separados por cientos de millones de kilómetros, acuden a una cita. Se miran, se presienten, se desean…

Un amor a tres órbitas. Júpiter, Mercurio y Marte asisten a un encuentro que promete hacer saltar estrellas. Es la primera vez, desde 1980, que con unos sencillos prismáticos podemos ser testigos de la intersección de tres astros. Tres cuerpos celestes abrazados. Conjugando constelaciones. Entrelazando cometas. Un polvo cósmico.

«Trío planetario». Es la expresión que el matemático y astrónomo belga Jean Meeus ha acuñado para designar este curioso fenómeno. Tres astros dentro de un círculo con un diámetro de menos de cinco grados. Según sus cálculos, diez grados vendrían a ser la parte de la bóveda celeste que cubre el puño de una persona con el brazo extendido. La punta del dedo índice correspondería a un grado. Desde el jueves pasado, y hasta el de esta semana, Júpiter, Mercurio y Marte confluyen en una redonda cama de nubes, de cinco grados de diámetro. En el momento culminante del acto el círculo se reducirá a tan solo un grado.

El polvo de hoy es muy especial. Meeus ha calculado todos los tríos planetarios consumados desde 1980 y los que acontecerán hasta 2050. Le salen 40, uno cada 21 meses. El último, el 25 de junio de 2005. Entonces fueron Mercurio, Saturno y Venus los que retozaron en su catre hasta una hora y veinte minutos después del anochecer. De todos modos, ninguno como el de este mes. No ha habido ni habrá, en muchas décadas, otro trío tan familiar, tan de andar por casa. Tres planetas que observamos de modo habitual, y a simple vista, distantes y lejanos, se muestran esta mañana unidos sobre nuestras cabezas.

De regreso a la Tierra, y con los pies en el suelo, o en el aire, para polvos históricos los del próximo 22 de diciembre. Coincidiendo con el inicio del verano austral y el invierno boreal, dos activistas estadounidenses han convocado el primer Orgasmo Sincronizado Global por la Paz. La idea, tal y como aparece explicada en su página web (www.globalorgasm.org), es sencilla: «concentrar en la paz todos los pensamientos que tengamos durante y después de los orgasmos de ese día». El objetivo, muy ambicioso: «agregar energía positiva altamente concentrada, mental y orgásmica, en el campo de energía de la Tierra para reducir los peligrosos niveles actuales de agresión y violencia en el mundo».

Detrás del Orgasmo Global están Donna Sheehan, de 76 años, y su compañero Paul Reffel, de 55. Ambos llevan años promoviendo protestas alternativas contra la guerra. En 2002, cuando la invasión de Irak era aún sólo una amenaza, Sheehan y otras 45 mujeres se desnudaron y formaron con sus cuerpos la palabra Peace (Paz) en una finca de California. De su ejemplo, imitado luego en cadena, nacieron los Baring Witness, testigos desnudos y con causa.

«El orgasmo proporciona un increíble sentimiento de paz durante el clímax mismo y después. Tu mente queda como en blanco. Es similar a un estado de meditación y está demostrado que las meditaciones colectivas logran cambios», afirma Sheehan en una reciente entrevista. El Orgasmo Global está en marcha. Polvos contra el lodo. Cósmicos. Cómicos. Da igual. Un orgasmo siempre merece la pena.