Con los palestinos al borde de la guerra civil, se ha hecho imposible separar esta crisis de la situación global en una región polarizada por los Estados Unidos entre régimenes árabes «moderados» y el «eje de mal», en el que incluye a Irán y Siria. El conflicto entre estos dos polos, que se ha manifestado […]
Con los palestinos al borde de la guerra civil, se ha hecho imposible separar esta crisis de la situación global en una región polarizada por los Estados Unidos entre régimenes árabes «moderados» y el «eje de mal», en el que incluye a Irán y Siria.
El conflicto entre estos dos polos, que se ha manifestado en las crisis en el Líbano, Irak y Palestina, es resultado de la errónea política exterior de la administración del presidente George W. Bush. Después de categorizar a Irán y a Siria como parte del «eje de mal» (junto con Corea Norte), los Estados Unidos procedieron a boicotear y aislar diplomáticamente a estos países con la esperanza de obligarlos a moderar sus posiciones.
Pero el resultado fue justamente el contrario. Tanto Siria como Irán endurecieron sus posiciones hacia los Estados Unidos y sus influencias en la región han aumentado. En la reciente guerra israelí en el Líbano, tanto Israel como los Estados Unidos predijeron un mal desenlace. Con apoyo iraní y sirio, Hezbollah demostró estar muy bien preparado tanto en el campo de batalla como en la acción política, y el grupo logró frustrar los objetivos de Israel al ingresar en el Líbano.
Pero la política norteamericana de aislamiento ya había sido ensayada en la arena palestina. Como una forma más de imponer su política exterior en el Medio Oriente, Bush impulsó el boicot de Hamas, el movimiento que ganó, democráticamente, las elecciones parlamentarias de enero. Así, cuando Hamas formó gobierno a fines de marzo, los Estados Unidos e Israel impulsaron el boicot de la comunidad internacional, en lugar de tratar con los líderes palestinos elegidos.
Estados Unidos había sido activo defensor de elecciones democráticas durante la última presidencia de Yasser Arafat, pero cuando el tiempo de las elecciones finalmente llegó, se encontró con que los resultados no se ajustaban a sus deseos. Como resultado, ni Estados Unidos ni Israel le dieron a Hamas la oportunidad de mostrarse competente para gobernar a los palestinos.
Por lo contrario, Hamas fue ahogado diplomática y financieramente. El movimiento fue forzado a buscar otros apoyos. Desde que los llamados gobiernos árabes «moderados» siguieron las directivas norteamericanas y le dieron la espalda al nuevo gobierno, el único apoyo que Hamas podía encontrar en la región era obvio que provendría de Irán y de Siria.
Además, la victoria electoral de Hamas también llevó a los norteamericanos, europeos y algunos países árabes a apoyar más activamente al presidente Mahmoud Abbas, que asumió el control de las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación -la radio y televisión palestina están bajo la administración directa de la presidencia- desalojando de este modo a varias autoridades importantes del gobierno.
El hecho de que los fondos internacionales que todavía llegan a los palestinos sólo sean canalizados a través de la presidencia, los poderes occidentales y sus aliados regionales exacerba la crisis ya existente entre la presidencia y el gobierno.
Contrariamente a su propósito, sin embargo, este apoyo no siempre le fue útil a Abbas: el respaldo norteamericano y occidental para que el presidente pueda entrenar y financiar sus fuerzas de seguridad ha contribuido a debilitar la popularidad de Abbas en la calle palestina.
Todos estos factores llevaron a una situación en la que los actores extranjeros ejercieron una influencia indebida en la política palestina. Cada vez que los palestinos estuvieron cerca de resolver problemas significativos, sobre todo con respecto a la formación de un gobierno de unidad nacional o la formulación de un acuerdo de intercambio de prisioneros, Hamas o Abbas terminaron bloqueándolo por la presión de Irán o de los Estados Unidos.
Hasta que Estados Unidos no cambie sus políticas hacia Irán y Siria -es decir, que abra las líneas de comunicación y rompa su aislamiento diplomático, así como el aislamiento de Hamas- no puede haber una solución al problema palestino.
Esto también forma parte de las recomendaciones emitidas en el reporte Baker-Hamilton, recomendaciones que Bush todavía parece muy vacilante en adoptar. Es diferente con Siria. En una entrevista con el diario italiano La Repubblica, el presidente sirio, Bashar al-Assad, dijo que su gobierno estaba listo y determinado a reanudar conversaciones de paz con Israel. Todavía aguarda una respuesta porque Israel está esperando el guiño norteamericano. Washington continúa aferrándose a su línea dura hacia Damasco. El ministro de Relaciones Exteriores sirio, Walid Mualem, ha ido inclusive más lejos en la oferta de negociar la paz con Israel al afirmar que Siria no establecería como condición previa para sentarse a la mesa de negociaciones la devolución de las Alturas de Golán (ocupadas por Israel en 1967).
Shimon Peres respondió afirmando que sería un grave error para Israel reanudar negociaciones con Siria si ello estuviera en contradicción con las políticas de Washington.
Si Estados Unidos quiere corregir la situación en la que se encuentra y la inestabilidad en el Medio Oriente, debe abandonar la categorización de los países de la región como buenos y malos. También debe abandonar su política de aislamiento -de Irán, Siria y Hamas – y permitir que las líneas de comunicación sean abiertas.
Estados Unidos ya ha probado la receta del boicot y el aislamiento, y ha fracasado repetidamente. Ahora es el momento de intentar algo nuevo. La solución ideal sería sostener una conferencia internacional y que Estados Unidos acepte que la comunidad internacional, particularmente la Unión europea y los países árabes, tengan un papel más importante en la resolución de la crisis palestina (y el desastre de Irak).
La iniciativa saudita de 2002, en la que el mundo árabe ofreció la normalización plena de sus relaciones con Israel a cambio del retiro israelí de todos los territorios que ocupó en 1967, proporciona una sólida base para una paz justa y duradera en Palestina en particular y en el Medio Oriente en general.
La fuente: Mousa Qous es el coordinador Miftah, la Iniciativa Palestina para la Promoción de Diálogo Global y Democracia. Este artículo fue publicado por el diario israelí Haaretz. La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.
http://www.elcorresponsal.com/modules.php?name=News&file=article&sid=4876