Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Los recientes intentos «de paz» entre el primer ministro israelí, Olmert, y el presidente de la Autoridad Palestina, Abbas no prometen una mejora significativa de las condiciones de los palestinos o el fin de la ocupación israelí. Es más probable que los resultados incluyan una intensificación de los esfuerzos para dividir a la opinión publica palestina y minar a su gobierno democráticamente elegido.
El encuentro había sido descrito como una apertura de relaciones entre Israel y la AP que «potencia a Abbas» y excluye totalmente a Hamas. Olmert, Abbas y quienes los respaldan en Washington y Europa, han insistido en que Hamas, el partido mayoritario elegido popularmente, «renuncie a la violencia» y «reconozca el derecho de Israel a existir». Estos son los objetivos declarados del apabullante bloqueo económico que Israel y los poderes occidentales han impuesto a la Palestina ocupada desde el pasado mes de marzo.
Objetivamente, ninguna de las dos demandas tiende demasiada consistencia. Hamas renunció recientemente a la violencia manteniendo un alto el fuego unilateral durante más de un año. Ese mismo periodo de tiempo vio una constante escalada de los ataques, detenciones, asesinatos y asentamientos israelíes en los territorios ocupados. Todo el mundo, incluido el Estado mayor israelí, sabe que Hamas volvería a un alto el fuego si creyera que Israel era serio en relación a la reciprocidad. La reciente propuesta del dirigente de Hamas en el exilio, Khaled Meshaal, de un alto el fuego de 10 años fue sumariamente rechazada.
No es Hamas quien está lanzado en estos días la mayoría de los cohetes contra Israel sino las Brigadas de Al Aqsa vinculadas al partido de Abbas, Fatah, seguidas por las Brigadas Al Quds de la Jihad Islámica. Y todas las víctimas israelíes y la destrucción causadas en los dos últimos años por los cohetes palestinos no son equiparables al daño ocasionado en una semana como media por las operaciones del ejército israelí en la Palestina ocupada.
La ‘mini-cumbre’ Olmert-Abbas proporcionó más pruebas de la falta de sinceridad de la exigencia de «renuncia a la violencia» cuando Olmert no logró siquiera obtener una pausa en el lanzamiento de los cohetes de Al Aqsa antes de su encuentro con el dirigente de Fatah.
Por lo que se refiere a ‘reconocer el derecho de Israel a existir’, simplemente indicamos que Israel tiene que reconocer todavía el ‘derecho a existir’ del Estado de Palestina. Actualmente Israel prohíbe el Estado palestino y niega diariamente los derechos nacionales palestinos con su asfixiante ocupación militar. En estas circunstancias, apenas parece no razonable que Hamas niegue el reconocimiento de este ‘derecho a existir’ hasta que sea recíproco de palabra y de hecho.
El problema, por supuesto, es que una AP dirigida por Hamas no puede ser considerada una compañía adecuada en ningún «proceso de paz» con Israel hasta que Hamas cumpla ambas exigencias, como se supone que Fatah hizo en el pasado. El «proceso de paz» opera bajo un sistema bifurcado de precedente, en el que cada concesión hecha por los dirigentes palestinos ha sido irreversiblemente cincelada en piedra, mientras que muchas promesas israelíes en la práctica se han borrado y los palestinos tendrán que volver a conquistarlas en futuras conversaciones.
Hoy, en el XL aniversario de la ocupación de Israel y la creciente anexión de las tierras que les quedaban a los palestinos, a estos se les deja poco que conservar excepto sus derechos nacionales y su obstinada negativa a desprenderse de ellos. Nadie que esté familiarizado con la historia del «proceso de paz» puede sorprenderse por las encuestas que siguen demostrando que una mayoría de los palestinos apoya a Hamas y su negativa a reconocer el ‘derecho a existir’ de Israel, al menos hasta que sea correspondido de la misma manera.
Sin embargo, el trasfondo declarado del bloqueo económico a la AP ha sido «convencer al pueblo palestino» (llevándolo a la destrucción) de que abandonen a Hamas en favor del más «moderado» Fatah. Se supone que un estratega informado debería saber que la mayoría de los palestinos rechazaría este flagrante intento de minar su voz. Incluso apoyarían más enérgicamente a Hamas y su lealtad a sus principios.
De ser así, se debería haber dirigido la política a la respuesta minoritaria. ¿Qué posibilidades había de que un aumento de la pobreza, junto con un sangriento asedio militar y la lucha interna, avivada y a veces instigada por agentes y colaboradores israelíes, llevara a una cantidad considerable de gente a capitular en brazos de Abbas? Al fin y al cabo, éste era uno de los objetivos declarados del proyecto.
Políticamente esto se consideraría «empujar a abrir una brecha», un intento calculado de dividir a un electorado según líneas ideológicas, generalmente por el propio beneficio político. En este caso el electorado no son los electores potenciales de los políticos «que abren una brecha», sino el pueblo palestino, las empobrecidas y cuya tierra se les ha robado victimas de las ocupación militar ilegal más larga del mundo moderno.
Mientras que Olmert y su esposa compartían recientemente con Abbas arenques en salsa de limón en una soleada villa de Jerusalén, los asesores del primer ministro [israelí] hicieron uso de todos los registros posibles para dar una imagen de Abbas exactamente «igual a la de cualquier otro jefe de Estado». Incluso ondearon una bandera palestina (desobedeciendo la ley).
Los «regalos» de Navidad de Olmert incluían 100 millones de dólares de los propios ingresos de los impuestos de la AP, que Israel ha retenido desde que el gobierno electo de Hamas asumiera el mando el pasado mes de marzo. Dado que la parte obtenida por Israel en este atraco se calcula hoy que exceda los 800 millones de dólares, la miseria entregada a Abbas parecía el dinero con el que el crimen organizado compra el silencio. La mayoría de este dinero se utilizará para pagar la deuda de la AP respecto al crédito israelí y ello sólo después de que Israel esté convencido de que Hamas nunca verán este dinero.
Como Olmert estaba dispuesto a desembolsar una octava parte del dinero palestino, puede que consienta en quitar una octava parte de los «controles de carretera» del ejército israelí en los fragmentos de Cisjordania en los que todavía se permite vivir a los palestinos. También prometió hacer más fácil para las personas de Cisjordania el conseguir permisos para ir a sus propios huertos, o a la población o pueblo de al lado o quizá (mirable dictu!) a la ciudad vecina. En otras palabras, Abbas ha obtenido un ligero (y muy posiblemente temporal) alivio de la sofocante garra en la garganta de Palestina.
A cambio, el presidente Abbas pudo olvidar que Israel secuestró y encarceló ilegalmente al portavoz del Consejo Legislativo Palestino, al menos a 28 miembros electos de éste y al menos 10 ministros del gobierno, la mitad de los cuales sigue reteniendo. ¿Acaso un «jefe de Estado» mendiga unas migajas a una potencia extranjera que mantiene secuestrados a miembros de su propio gobierno?
Si Abbas estuviera sinceramente interesado en formar un gobierno de unidad nacional con Hamas, no hubiera vendido tan baratos a sus prisioneros de Estado. De haber estado sinceramente comprometido con la democracia el pasado mes de marzo, habría llevado a su derrotado partido a una oposición leal al recién elegido gobierno de Hamas. Cerrando filas con Hamas, Abbas y Fatah podían haber demostrado al mundo que los palestinos podían obedecer su propia constitución, resolver sus propios problemas y que no habían sido presa de interferencias o bloqueos exteriores.
En vez de ello, se propuso apropiarse de las fuerzas de seguridad de la AP y llevó a Fatah a la oposición desleal que han mantenido hasta el día de hoy. Últimamente ha llevado a la AP a un nuevo terreno constitucional reclamando el poder unilateral de convocar elecciones. Recientemente su Tribunal Supremo repleto de seguidores de Fatah declaró «nulas» las decisiones tomadas por el Consejo Legislativo Palestino. Fortalecido con un importante nuevo suministro de armas y de adiestramiento estadounidenses, Abbas parece peligrosamente cerca de usurpar tanto la constitución palestina como la voluntad del pueblo [palestino] pretendiendo ser el único representante legítimo de la AP.
Al seguir esta carrera, Abbas se ha puesto a disposición de fuerzas externas que quieren convertirlo en el principal spoiler* de las elecciones transparentes y libres del pasado mes de enero. El principal objetivo de estos partidos, Israel el más destacado de ellos, puede ser desencadenar la guerra civil palestina y escindir fatalmente la solidaridad nacional palestina, su clave para sobrevivir. Quizá con este fin, el mito de que Israel no tiene «un interlocutor para la paz» se está transformando en el mito de que Israel «sólo tienen un interlocutor para la paz «, uno que, en las actuales circunstancias, no puede reivindicar que es el representante del pueblo palestino.
*Spoiler, término que en inglés designa al candidato o partido que no tiene posibilidades de ganar pero que impide que otro gane [N. de la t.]
James Brooks es el director de la página web Vermonters for a Just Peace in Palestine/Israel. Se le puede escribir a [email protected].