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Un artículo de The Economist considera que convertir alimentos en combustible tendrá efectos devastadores en los mas pobres

Fuentes: Granma

Algunos fragmentos de materiales aparecidos en The Economist, y en las publicaciones norteamericanas The New York Times y Foreing Affairs, esta misma semana, coinciden con los argumentos de Fidel Castro acerca de lo irracional de la política de la administración Bush de convertir los alimentos en combustibles

Algunos fragmentos de materiales aparecidos en The Economist, y en las publicaciones norteamericanas The New York Times y Foreing Affairs, esta misma semana, coinciden con los argumentos de Fidel Castro acerca de lo irracional de la política de la administración Bush de convertir los alimentos en combustibles.

«The Economist. Castro tenía razón

No muchas veces este periódico está de acuerdo con Fidel Castro. Pero cuando se levantó de la cama de convaleciente la semana pasada para escribir un artículo criticando el entusiasmo malsano de George Bush por el etanol, tenía razón. Junto con otras críticas acerca de la campaña americana sobre este, el Sr. Castro advirtió contra la «siniestra idea de convertir alimentos en combustible». La utilización del maíz en Estados Unidos para producir el biocombustible etanol, que luego puede mezclarse con la gasolina para reducir la dependencia del país del petróleo extranjero, ya ha hecho subir el precio del maíz. Como se emplea más tierra para cultivar maíz y no otros cultivos alimentarios tales como la soya, sus precios también se elevan. Y como el maíz se utiliza para alimentar a los animales, el precio de la carne aumenta también. En otras palabras, el suministro de alimento se está desviando para alimentar a los hambrientos automóviles americanos.

El etanol no se usa mucho en Europa, pero es un aditivo al combustible en Estados Unidos, y cada vez más autos pueden utilizar gasolina o etanol, el que dio cuenta de solo alrededor del 3,5 por ciento del consumo de combustible en Estados Unidos el año pasado, pero la producción está creciendo al 25 por ciento anualmente. Esto se debe a que el gobierno subsidia la producción nacional y penaliza las importaciones. Como resultado, están proliferando las refinerías como hongos por toda la región central, que actualmente se visualiza como la Texas del combustible verde.

¿Por qué está tan generoso el gobierno? Porque el etanol es prácticamente la única iniciativa de energía alternativa que tiene amplio apoyo político. A los granjeros les agrada esto porque proporciona una nueva fuente de subsidios; a los partidarios de línea dura, porque ofrece la posibilidad de que Estados Unidos pueda separarse del petróleo del Medio Oriente; a la industria automotriz, porque considera que el cambio a combustible verde excluiría los autos de las presiones por el calentamiento global; a la industria petrolera, porque el uso del etanol como aditivo al combustible significa negocio como de costumbre, al menos por el momento; a los políticos, porque mediante el subsidio puede complacer a los electores potenciales. Al parecer, los que pagan impuestos no se han percatado de que son los que pagan la cuenta. (The Economist, Gran Bretaña, 7 de abril de 2007).»

«The New York Times: Las consecuencias del maíz.

Ya en estos momentos la mayoría de los agricultores conocen lo que van a sembrar esta primavera. En todo el país la respuesta es la misma: maíz, maíz, maíz. Las cifras son sorprendentes. Los agricultores cosecharán unos 90.5 millones de acres de maíz este año -12 millones más que el año pasado y la mayor cantidad vista desde 1944. Los acres dedicados al cultivo de la soya se han reducido en más de un 10 por ciento y se han producido disminuciones similares en el cultivo del trigo y el algodón. La razón para este trascendental cambio es, naturalmente, el auge del etanol y la creciente demanda de maíz que ello ha creado.

Si solo fuese cuestión de cambiar la proporción en cuanto a la cantidad de acres ya sembrados -más maíz, menos trigo- podría encontrarse un punto de equilibrio económico dentro de poco. El verdadero problema surge en lo que lo rodea. Este auge que tiene lugar en el cultivo del maíz constituye un elemento de presión para la tierra que ha sido destinada al Programa de Reserva y Conservación del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Desde mediados del decenio de 1980, los agricultores han dedicado unos 37 millones de acres de tierra cultivable a este programa. Se trata de tierra que ha sido devuelta a la naturaleza y está en correspondencia con lo que los estadounidenses pagan mediante la Ley Agrícola de los Estados Unidos. La mayor parte de esta tierra no es adecuada para los cultivos -demasiado accidentada, demasiado húmeda, demasiado valiosa como hábitat de la vida silvestre- pero cuando los precios del maíz son tan elevados como en estos momentos, la idea relativa a lo conveniente cambia con rapidez.

Los grupos interesados en la cuestión agrícola comenzaron a instar al Departamento de Agricultura a liberar parte de esta tierra de la reserva, de modo que los agricultores pudieran dedicarlas a la producción de maíz. La USDA ha suspendido temporalmente las nuevas inscripciones en el programa y aunque probablemente no libere tierra alguna este año, la presión para que lo haga aumentará.

Por mucho que nos guste la idea de la producción de etanol -y en particular la posibilidad de etanol celulósico, de otras fuentes que no sean el maíz- sería un error trágico echar por la borda veinte años de conservación a partir de la agricultura por obtener ganancias a corto plazo. El etanol obtenido del maíz solo sustituirá una pequeña parte del petróleo que utilizamos, y si lo hace al precio de una nueva demanda desproporcionada de tierras cultivables, entonces habremos perdido mucho más en cuanto a conservación que lo que ganaremos en términos de independencia energética. (Editorial de The New York Times, Estados Unidos, 5 de abril de 2007)»

«Foreign Affairs. Matar de inanición a los hambrientos.

Por C. Ford Runge y Benjamín Senauer

Los biocombustibles pudieran tener efectos todavía más devastadores en el resto del mundo, sobre todo en los precios de los alimentos básicos. Si el precio del petróleo se mantiene elevado -lo que es probable- las personas más vulnerables a las subidas de precio provocadas por la fiebre de los biocombustibles serán las de los países afectados por la escasez de alimentos y de importaciones de petróleo. El riesgo es común para una buena parte del mundo subdesarrollado: en el 2005, según datos de la FAO, la mayoría de los 82 países de bajos ingresos afectados por el déficit de alimentos también constituyen importadores netos de petróleo.

Incluso los grandes exportadores de petróleo que invierten sus petrodólares en la compra de alimentos, como México, no pueden eludir las consecuencias de los incrementos de los precios de los alimentos. A finales del 2006, el precio de la harina para elaborar tortillas en México, que recibe el 80 por ciento de sus importaciones de maíz de los Estados Unidos, se duplicó en parte a causa del aumento de los precios del maíz estadounidense de 2.80 a 4.20 dólares la fanega en los últimos meses. (Los precios se elevaron pese a que las tortillas se elaboran fundamentalmente con el maíz blanco que se cultiva en México porque los consumidores industriales del maíz amarillo importado, que se emplea en la elaboración de piensos y alimentos procesados, comenzaron a comprar la variedad blanca más barata.) El repentino aumento se exacerbó a causa de la especulación y el acaparamiento.

Puesto que alrededor de la mitad de los 107 millones de mexicanos viven en la pobreza y tienen en las tortillas su principal fuente de calorías, las protestas no se hicieron esperar…

El Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), en Washington, D.C., ha presentado estimados aleccionadores sobre la posible repercusión internacional de la creciente demanda de biocombustibles. Mark Rosegrant, director de una de las divisiones del IFPRI, y sus colegas prevén que en vista de que los precios del petróleo continúan aumentando, el crecimiento vertiginoso de la producción de biocombustibles elevará los precios del maíz en un 20 por ciento para el 2010 y en un 41 por ciento para 2020. Se pronostica de igual modo que los precios de las semillas oleaginosas, entre las que se incluyen la soya, la colza y el girasol, aumenten en un 26 por ciento para el 2010 y en un 76 por ciento para el 2020, y los precios del trigo en un 11 y en un 30 por ciento para el 2010 y el 2020, respectivamente. En las zonas más pobres de África subsahariana, Asia y América Latina, donde la yuca constituye un alimento básico, se espera que el precio crezca en un 33 por ciento para el 2010 y en un 135 por ciento para 2020…

La producción de etanol a partir de la yuca pudiese representar una seria amenaza a la seguridad alimentaria de los más pobres del mundo. La yuca (…) aporta un tercio de las necesidades calóricas de la población de África subsahariana y constituye el alimento básico de más de 200 millones de los habitantes más pobres de África…

Los participantes en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 acordaron reducir la cifra de hambrientos crónicos en el mundo (…) de 823 millones en 1990 a cerca de 400 millones para el 2015.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por las Naciones Unidas en el 2000 expresan el compromiso de reducir a la mitad la cantidad de desnutridos crónicos del mundo de un 16 por ciento en 1990 a un ocho por ciento para el 2015. No obstante, en términos realistas, es probable que la alternativa de los biocombustibles agrave el hambre mundial. Varios estudios de economistas del Banco Mundial y otras instituciones sugieren que el consumo de calorías entre los pobres del mundo disminuye aproximadamente un 0,5 por ciento cada vez que los precios promedio de los alimentos básicos más importantes se incrementan en un uno por ciento…

En una investigación sobre la seguridad alimentaria mundial que realizamos en el 2003, pronosticamos que de acuerdo con las tasas de crecimiento económico y demográfico, la cifra de hambrientos del mundo se reduciría en un 23 por ciento, casi 625 millones de personas, para el 2025, siempre que la productividad agrícola creciera de forma tal que se pudiesen mantener constantes los precios relativos de los alimentos. Sin embargo, si los demás factores no varían y se elevan los precios de los alimentos básicos a causa de la demanda de biocombustibles, como sugieren las proyecciones del IFPRI, la cantidad de personas que en el mundo no tienen su seguridad alimentaria garantizada aumentará a más de 16 millones cada vez que se incremente en un uno por ciento el precio real de los alimentos básicos…

Los más pobres del mundo ya invierten entre el 50 y el 80 por ciento de los ingresos totales de sus hogares en la compra de alimentos. Para los muchos que entre ellos son trabajadores agrícolas sin tierra o agricultores rurales de subsistencia, un aumento significativo en los precios de los alimentos básicos equivaldrá a desnutrición y hambre. Algunos caerán del borde de la subsistencia al abismo de la inanición y muchos más morirán a causa de una multitud de enfermedades relacionadas con el hambre. (Foreign Affairs, Estados Unidos. Mayo/Junio de 2007)».

Granma
http://www.granma.cu