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Una trampa para tontos

Fuentes: Rebelión

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

En una clásica película del Oeste las diferencias son tan deslumbrantes como el sol del mediodía en Colorado: hay tipos buenos y tipos malos. Los buenos son los colonos que están haciendo florecer la pradera. Los malos son los indios salvajes  sedientos de sangre. El último héroe es el vaquero duro, humano, con un gran revólver -o dos-, preparado para defenderse en todo momento.

George Bush, que creció en ese mito,  todavía hoy se dedica a cultivarlo desde su puesto de líder de la única superpotencia del mundo. Esta semana se presentó ante el mundo con una  moderna película del Oeste.

En esta película del Lejano Oeste -o más bien del Oriente Próximo- también hay tipos buenos y tipos malos. Los buenos son los «moderados» -los aliados de EEUU en Oriente Próximo-,  Israel, Mahmud Abbas y los regímenes árabes pro estadounidenses. Los malos son Hamás, Hezbolá, Irán, Siria y al-Qaeda.

Es un guión simple. De hecho, tan simple que un niño de 8 años puede entenderlo. Las conclusiones también son simples: hay que apoyar a los tipos buenos y los tipos malos tienen que morder el polvo. Al final el héroe -el propio George- cabalga al ocaso sobre su noble corcel mientras la música va  In crescendo

El clásico western, por supuesto, no nos muestra a los  heroicos pioneros que roban la tierra a los indios. Ni a la caballería de Estados Unidos atacando los campamentos de los indios, quemando las tiendas y matando a sus habitantes, hombres, mujeres y niños. Ni cómo el gobierno estadounidense, después de firmar tratados formales con las naciones indias, los rompe uno tras otro. Ni cómo lleva a los que quedan a regiones desoladas, mucho antes de que el término «limpieza étnica» se usara por primera vez. 

La negación atraviesa la clásica película del Oeste como un hilo purpúreo, lo mismo que ocurre a lo largo del discurso de Bush. En ambos la expresión principal de la negación es un hecho simple: La ocupación apenas se menciona para nada.

En la comunidad palestina, por ejemplo, hay una lucha entre «moderados» y «extremistas». Los extremistas son asesinos. ¿Por qué son asesinos? No hay ningún porqué: Son asesinos porque  son asesinos. Está en su naturaleza. Simplemente nacieron de esa manera. Los moderados son moderados porque son moderados. Algunas personas, sencillamente, nacen buenas. 

Por lo tanto todo el problema es un problema exclusivamente palestino. Ellos son quienes  deben decidir. Deben escoger entre moderados y extremistas. Si escogen a los moderados conseguirán todo lo que puedan imaginar: coloridos adornos de cuentas de vidrio y galones de whisky. Si escogen a los extremistas tendrán un amargo fin. 

Los judíos israelíes no tienen que escoger entre buenos y malos. ¿Por qué? Simplemente porque no hay ningún tipo malo entre ellos. Sencillamente son buenos. Deben ayudar a los palestinos buenos. «Soltar» el dinero de los impuestos palestinos y dárselo al «primer ministro (Salem) Fayad». No al gobierno palestino, sino a una persona nombrada específicamente, el elegido de Bush.

¿Qué más se les pide a los israelíes? Deben entender que «su futuro está en desarrollar  áreas como el Negev y Galilea, no en continuar con la ocupación de Cisjordania» (ésta es la única vez que se menciona la ocupación). Deben quitar los fortines no autorizados y acabar con la expansión de los asentamientos. También  pueden «hallar otras maneras prácticas de reducir su presencia (en Cisjordania) sin reducir su seguridad».  Significado: La ocupación puede continuar, pero sería bueno dar algunos pasos para hacerla menos visible.   

Hace mucho tiempo Estados Unidos consideraba que todos los asentamientos eran ilegales. Cuando el gobierno israelí continuó expandiéndolos James Baker, Secretario de Estado con Bush padre, impuso sanciones económicas a Israel. Bush hijo al principio  exigía  que todos los asentamientos establecidos desde enero de 2001 debían desmantelarse. Después retiró toda oposición a los bloques de asentamientos («centros de población»). En la «Hoja de Ruta» decretó que Israel debía congelar la expansión de los asentamientos inmediatamente. Ahora se conforma con una mojigata petición de «quitar fortines no autorizados» (sin artículo), es decir, algunos de aquellos que se establecieron sin la autorización oficial del propio gobierno israelí. Todo ello sin «y si no…» o mención alguna de sanciones. 

En los últimos años sólo se ha desmantelado uno de esos fortines, el de Amona, y esta semana Ehud Olmert decidió perdonar a todos los fanáticos acusados de atacar a la policía durante ese acontecimiento. El gobierno israelí sabe que las declaraciones de Bush son de boquilla y no lo toma en serio. 

En muchos westerns clásicos aparece un truhán que vende una medicina milagrosa que cura todas las enfermedades: dolores de cabeza y hemorroides, tuberculosis y sífilis. George Bush tiene su propia medicina milagrosa que aparece una y otra vez en el discurso. Sanará todas las enfermedades y asegurará la victoria final de los hijos de la luz sobre los hijos de la oscuridad. 

La etiqueta de la botella dice «Construcción de Instituciones Palestinas.» 

¿Cómo no habíamos pensado en ello hasta ahora? ¿Por qué fuimos a la caza de toda clase de soluciones y no hallamos ésta, tan simple, que estaba a la vista ante todos nosotros? 

Es un huevo de Colón con un soplo de la espada de  Alejandro Magno cortando el nudo gordiano. Los palestinos no tienen ninguna institución. Las dos buenas personas, el «presidente Abbas y el primer ministro Fayad… se están afanando para construir las instituciones de una democracia moderna». Esto significa «servicios…ministerios de seguridad que brinden actuaciones sin corrupción… pasos que desencadenen el destino natural del pueblo palestino…el gobierno de la ley…» 

Todo esto bajo la ocupación, tras las barricadas, muros y cercas, mientras las carreteras principales están prohibidas a los palestinos; mientras se despedaza Cisjordania y se la deja aislada del resto del mundo. A propósito, en este asunto Bush tiene otra medicina patentada: Todas las exportaciones palestinas en el futuro pasarán por Jordania y Egipto, no por Israel. 

Para llevar a cabo la visión de «construir las instituciones palestinas», Bush ha enviado a su perrito faldero. Según Bush, la única tarea de Tony Blair es, ni más ni menos, que ésta: «Coordinar los esfuerzos internacionales para ayudar a los palestinos a establecer las instituciones de una sociedad libre fuerte y duradera». (¿Con qué ejemplo? ¿Egipto? ¿Arabia Saudí? ¿Jordania? ¿Pakistán? ¿Marruecos? ¿O quizás incluso Iraq?) 

Esperemos que nadie sea tan chabacano como para mencionar el hecho de que los palestinos celebraron elecciones democráticas para su parlamento no hace tanto tiempo, bajo la estricta supervisión del ex presidente Jimmy Carter. Hasta donde le interesa a Bush, eso sencillamente no pasó, puesto que la mayoría de la población votó por Hamás. Por consiguiente, Bush sólo habla de las elecciones celebradas anteriormente en las que Mahmud Abbas fue elegido presidente prácticamente sin oposición. Todo lo demás se ha borrado de la pizarra. 

Así que ésta es la visión moderna: Se establecerán «Instituciones palestinas democráticas» libres de corrupción (como las de EEUU e Israel), funcionarán «fuerzas de seguridad capacitadas»,  se eliminará a Hamás, las facciones armadas se desmantelarán, cesarán todos los ataques a Israel, la seguridad israelí será definitiva, acabará la provocación a Israel, todos reconoceremos el derecho de Israel a existir como «un estado judío y una patria para el pueblo judío» y  se aceptarán todos los acuerdos que se firmaron en el pasado; y  entonces «pronto podremos empezar negociaciones serias para la creación de un estado palestino» ¡Caray! 

¡Vaya frase maravillosa! «Pronto», sin calendario. «Negociaciones serias», sin fijar fecha para su conclusión. «Estado palestino» (de nuevo, sin el artículo definido que Bush parece detestar), sin fronteras específicas. Pero da un indicio: «Se acordarán mutuamente fronteras que reflejen líneas anteriores y realidades actuales y también mutuamente se acordarán ajustes». Significado: Los bloques de asentamientos, y mucho más,  serán anexionados por Israel. 

Parece como si quienes escribieron el discurso, después de terminar el producto, hubieran notado que estaba lastimosamente desprovisto de contenido. Nada nuevo, nada que pudiera originar un titular en un periódico respetable que se preciara de serlo. 

Me imagino al consejero de comunicación diciendo: «Señor presidente, debemos añadir  algo que parezca nuevo». Así nació el «encuentro internacional». 

«Este otoño convocaré una reunión internacional conjunta de representantes de las naciones que apoyen la solución de los «dos estados», el rechazo a la violencia, que reconozcan el derecho de Israel a existir y asuman todos los acuerdos anteriores entre las partes. Los principales participantes en esta reunión serán los israelíes, los palestinos y sus vecinos de la región. La Secretaria Rice presidirá la reunión». 

Maravilloso. Una reunión que todavía no tiene ninguna fecha, pero tiene una estación del año. Y para la que no se ha fijado ningún lugar de momento. Ni ninguna lista de participantes. Ni ninguna conclusión prevista, exceptuando la declaración general: «Ella (Condoleezza) y sus colegas revisarán el progreso que se ha hecho en la construcción de instituciones palestinas. Buscarán maneras innovadoras y eficaces de apoyar una amplia reforma. Y proveerán el apoyo diplomático a las partes en sus discusiones bilaterales y negociaciones, para que nosotros podamos avanzar en un camino exitoso hacia  un estado palestino». La reunión no revisará, por ejemplo, el progreso con respecto al desmantelamiento de los fortines. 

No es casualidad que Bush omitiera identificar los gobiernos a los que piensa invitar. Claramente intentará cumplir uno de los sueños dorados de Olmert: Encontrarse públicamente con un alto representante de Arabia Saudí. Para Olmert éste sería un inmenso logro: Una reunión oficial con el país árabe más importante con el que Israel no tiene ningún acuerdo de paz. Una reunión por la que no tendrá que pagar ningún precio. Un almuerzo gratis. 

Es dudoso que este deseo se cumpla. Los saudíes son muy cautos. No quieren reñir con ninguna parte de la región, ni con Siria (a quien no se invitará, aunque es «vecina» de los israelíes y de los palestinos) ni con Hamás. A  diferencia de Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina,  Arabia Saudí no se puede comprar con dinero. Ya tiene bastante. 

El objetivo final es un «Estado Palestino», la «solución de los dos estados». Esa es una intención muy lejana. No en vano se le llama «horizonte político», puesto que el horizonte, como es bien sabido, retrocede en la distancia a medida que uno intenta acercarse. 

En su poema «Si», Rudyard Kipling describe todas las pruebas que un inglés tiene que soportar para ser considerado un «hombre». Una de ellas es: «Si usted puede aguantar escuchar  la verdad que expresó / adulterada por los bribones para tender una trampa para tontos…» 

Nosotros, el pequeño grupo de israelíes que levantamos la pancarta de la «solución de los dos estados» hace cincuenta años, ahora tenemos que aguantar que George Bush la convierta en un trapo para cubrir su desnudez. En su boca es un eslogan vacío, engañoso y mendaz. Sólo un tonto caerá en esta trampa. 

Como Chaim Weizmann, el  prominente líder sionista y primer presidente de Israel dijo una vez: «Nadie da un Estado a un pueblo en una bandeja de plata». Los palestinos tampoco van a conseguir el suyo sin luchar, ni como una propina de Bush ni como un «gesto» de Olmert. Las naciones logran su libertad por la lucha política o militar. Cada una de ellas, violenta o no violenta, es una cuestión de fuerza.  

Y la fuerza significa, en primer lugar: Unidad.

Original en inglés: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1185055294/

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.