Un automóvil no prolonga tu pene más allá de tu engaño, no rejuvenece tus arrugas, no te disimula la papada, no enloquece a los testigos, no te hace deseable. Un automóvil no te da la mano, no te arrima el hombro, no te cede el paso, no es tu compañero. Un automóvil no te gana […]
Un automóvil no prolonga tu pene más allá de tu engaño, no rejuvenece tus arrugas, no te disimula la papada, no enloquece a los testigos, no te hace deseable.
Un automóvil no te da la mano, no te arrima el hombro, no te cede el paso, no es tu compañero.
Un automóvil no te gana el respeto de tus hijos ni te garantiza el solidario abrazo de los tuyos, no es tu familia.
Un automóvil no carga su combustible, no repara sus fallas, no paga en el peaje, no es independiente.
Un automóvil no te comprende, porque no te escucha ni te habla, porque no compartes con él la misma cama, porque nunca coincidís en una calle, y no es tu amigo ni es tu amante.
Un automóvil no decide el destino, ni mete la primera, ni pone la segunda, ni elige adelantar por el desvío, ni se hace cargo de las vacaciones… o del hospital, tampoco es Dios.
Un automóvil sólo es un coche en el que vas y vienes.
No permitas que te conduzca él.