Traducción de J.M.
«Recuerdo el momento que caminé entre una muchedumbre de palestinos,» contó uno de los activistas israelíes que participó en las continuas demostraciones cerca del pueblo de Bil’in, esta semana. Estas demostraciones dejaron a la Corte de Justicia la decisión de dictaminar sobre el reordenamiento del muro de separación que levanta Israel cerca del pueblo. «Serví en el ejército, así que mi primer instinto fue mirar las señales del organizador y comprobar si estábamos marchando en la forma adecuada. Los palestinos gritaban ‘Allahu Akbar’, que supuestamente es la pesadilla de todo soldado israelí, pero inmediatamente tomé conciencia de que yo estaba con ellos, que ellos no eran mis enemigos».
Uno debe entender. Cualquiera que haya ido a demostrar en Bi’ilin sabía que corrió un no desdeñable peligro de ser herido de alguna manera por «su» ejército: por garrotes, gases lacrimógenos, balas de goma. Indudablemente, hubo unos pocos que buscaron esta violencia, y algunos que lograron permanecer firmes frente a ella. Era parte del objetivo. La violencia de los soldados y la Policía de Frontera utilizada contra los manifestantes israelíes en un viernes común en Bi’ilin, sobrepasó la utilizada en los enfrentamientos con los colonos para evacuar la colonia de Gush Katif. A pesar de esto, unos pocos cientos de israelíes concurrió a las manifestaciones de Bi’ilin cada viernes, sin decaer, en los últimos dos años y medio. No estuvieron presentes todos juntos. Algunas veces cinco, otras cincuenta, otras cien. Pero ellos venían.
Muchos de estos manifestantes eran jóvenes, y se identificaban bajo las pancartas de «Anarquistas contra el Muro». La izquierda sionista no tenía presencia allí. No estaban ni Paz Ahora ni Meretz (algunos parlamentarios de Meretz ocasionalmente asistieron a los arrestados, pero no más de esto), mucho menos algún laborista. Veteranas organizaciones de izquierda no sionistas apoyaron y proveyeron asistencia logística, pero aún así la iniciativa provenía de los anarquistas. Aquellos abandonaron la batalla.
Sin duda era un pequeño grupo. No cualquiera, incluyendo al más devoto izquierdista y oponente vigoroso a la ocupación, está dispuesto a participar y recibir una paliza, de correr arriba y abajo por las laderas del terreno, a respirar gas lacrimógeno o a ser arrestado. Sin llegar a ser un número insignificante, este grupo de gente estaba dispuesto a enfrentarse al poder. En Bi’ilin, su objetivo era simple y tangible: devolver la tierra a los palestinos.
Interesante será ver cuál será su próximo objetivo