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El asilo contra la opresión

Fuentes: Rebelión

Revisado por Caty R.

Dulce Patria, recibe los votos
Con que Chile en tus aras juró
Que o la tumba serás de los libres
O el asilo contra la opresión.

Ha cesado la lucha sangrienta;
Ya es hermano el que ayer invasor;
De tres siglos lavamos la afrenta
Combatiendo en el campo de honor.

El que ayer doblegábase esclavo
Libre al fin y triunfante se ve;
Libertad es la herencia del bravo,
La Victoria se humilla a sus pies.

Si pretende el cañón extranjero
Nuestros pueblos osado invadir;
Desnudemos al punto el acero
Y sepamos vencer o morir.

Con su sangre el altivo araucano
Nos legó por herencia el valor;
Y no tiembla la espada en la mano
Defendiendo de Chile el honor.

Esas galas, ¡oh, Patria!, esas flores
Que tapizan tu suelo feraz,
No las pisen jamás invasores;
Con tu sombra las cubra la paz.

Nuestros pechos serán tu baluarte,
Con tu nombre sabremos vencer,
O tu noble, glorioso estandarte,
Nos verá combatiendo caer.

(Himno nacional de Chile)

 

El 18 de septiembre se celebra en Chile el primer paso decisivo hacia la ruptura del yugo de la corona española sobre el país.

Lo que ocurrió el 18 de septiembre de 1810 se había gestado por varias razones; una de las principales fue el descontento de las colonias americanas por el alza de impuestos por parte de España, como única forma de financiar a la arruinada casa de los Borbones. Sumado a lo anterior, la invasión de la península ibérica por Napoleón en 1808, descabezó a la corona española al abdicar Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII, quien fue puesto en cautiverio y sustituido en el poder por José Bonaparte. El pueblo indignado con la invasión francesa se sumió en revueltas. Los gobernantes de las regiones decidieron crear Juntas de gobierno que gobernarían hasta que el rey volviera al poder. Muchas colonias americanas aprovecharon la situación de acefalía para propiciar la independencia y la separación de la corona española, siguiendo los aires de liberalismo que imperaban en esa época en toda Europa.

Chile no fue ajeno a los aires independentistas y empezó su camino de la siguiente forma: Tras la muerte del gobernador Luis Muñoz de Guzmán asumió el cargo Francisco Antonio García Carrasco a quien, en julio de 1810, el Cabildo solicitó su renuncia, debido a que ejercía un gobierno muy opresivo hacia los criollos. Asumió el mando de la Capitanía General de Chile Mateo de Toro y Zambrano quien, presionado por los criollos, convocó un Cabildo abierto, asamblea que promovían los vecinos de importancia en el gobierno local. Se remitieron 450 citaciones de las que 436 se destinaron a criollos de tendencias liberales y sólo 14 a españoles.

La junta, celebrada el 18 de septiembre de 1810, tomó todos los acuerdos por unanimidad, obviamente debido a la amplia mayoría de criollos. De ello resultó la instauración de una «Junta de gobierno provisional», en nombre de Fernando VII, presidida por Mateo de Toro y Zambrano. Aquella fue la primera vez que el país estuvo dirigido por hombres nacidos en Chile.

En el año 1915 mediante una ley de la República, el Presidente Ramón Barros Luco instauró, el 19 de septiembre, como reconocimiento a la entrega y el patriotismo del ejército de Chile, el «Día de las Glorias del Ejército», puesto que el 19 de septiembre de 1810 fue el primer día que Chile se pudo considerar como un país libre.

En 1948 en la tierra palestina se creó el estado de Israel, lo que dio lugar a la primera generación de refugiados palestinos con la primera masacre de la historia del silencioso holocausto palestino, conocida como Deir Yassin. El estado sionista persiste como un gendarme de los intereses imperialistas de EEUU, Europa y los países árabes gobernados por dictadores y reaccionarios implantados por EEUU. Cuando a EEUU se le escapa la política de las manos, cuando se transgreden las «normas» dictadas por el imperio, entonces éste invade y se inmiscuye, como hemos sufrido en carne propia en la intervención estadounidense en las dictaduras latinoamericanas, así como en las invasiones de otros países: ayer Vietnam, hoy Iraq.

El pueblo palestino guarda en su memoria colectiva la masacre de Sabra y Chatila de los días 16, 17 y 18 de septiembre de 1982. Es por eso que, junto al alivio de sentir que Chile es un país libre, paralela y lamentablemente, conmemoramos una de las masacres que ha constituido el plan de limpieza étnica palestina a manos de: 1. El sionismo, 2. Los gobiernos árabes reaccionarios títeres de EEUU y 3. Con la ayuda de la parálisis mundial debido a los intereses económicos de cada país.

De acuerdo con el informe publicado en la web del Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina, traducido al español por J. Halawa: «Comenzó la masacre la noche del dieciséis de septiembre de 1982, el ejército de ocupación sionista israelí, junto a la falange libanesa maronita, se ensañó con los civiles de Sabra y Chatila despedazándolos como parte de un plan bien elaborado y planificado por el criminal de guerra israelí Ariel Scheinerman (Sharon), de origen germanopolaco y ruso. En cuanto la noche cubrió el campamento y sus alrededores, el ejército sionista israelí comenzó a iluminar con bengalas el lugar del crimen donde los falangistas libaneses iban atacando a la población civil que dormía. La primera noche utilizaron armas silenciosas para que los refugiados palestinos no se enterasen de lo que estaba sucediendo y trataran de huir. Cuando el mundo despertó vio la magnitud del crimen cometido; a decenas de los que se salvaron de la matanza se les veía alucinados, horrorizados, perdidos entre sollozos de dolor ante la tragedia y la pérdida de todo, padres, madres, hermanos, hijos, mujeres, maridos, casas.

Los tanques israelíes cerraron todos los accesos a los campamentos de refugiados palestinos; impidiéndoles la salida y bajo amenaza de abrir fuego los obligaron a retroceder para proceder a asesinarlos. Durante las primeras horas las milicias falangistas masacraron a centenares de personas, disparaban contra todo lo que se movía en los callejones matando a familias enteras mientras estaban cenando o durmiendo. Se encontraron muchos niños de entre tres y cuatro años con sus pijamas, en sus camas y con las mantas cubiertas de sangre. Mutilaban a las víctimas antes de asesinarlas, rompían los cráneos de los bebés chocándolos contra las paredes y violaron a las mujeres antes de matarlas; arrastraban a los hombres por las calles para llevarlos al lugar de ejecución donde las milicias terroristas utilizaban hachas y cuchillos para asesinar de forma indiscriminada a niños, mujeres y ancianos».

La fosa común, conocida como «la tumba de los mártires de Sabra y Chatila», situada al sur del campamento, no incluye los féretros de todas las víctimas, sólo los de las personas a quienes sus asesinos no tuvieron tiempo de esconder antes de que los descubrieran. Veinticinco años después de esa masacre cada palestino, igual que cualquier ser humano de religión judía que guarda el recuerdo del Holocausto de la segunda guerra mundial, también guarda vívidamente en su memoria la crueldad de esta y de todas las masacres perpetradas desde el año 1948 por la ocupación militar extranjera sionista israelí. Fueron exterminadas familias enteras, rajaron los vientres de las mujeres embarazadas y asesinaron a los fetos, decapitaron a los niños… Un superviviente de aquella masacre, Maher Mereí, describe lo que sucedió la noche del dieciséis de septiembre de 1982:

«Vi los cadáveres atados con cuerdas en el lugar donde los falangistas amontonaban cientos de cuerpos, la escena era indescriptible.

Cuando los sionistas entraron Beirut oeste pensamos que como máximo harían lo que hicieron en Tiro y Sidón, detenciones y demoliciones de casas. Recuerdo que ese día por la mañana me fui con un grupo numeroso de mujeres y niños a traer el pan de la zona del Ouzaeí, fuimos caminando, yo tenía entonces catorce años. Escaseaba el pan y no teníamos nada para comer, los panaderos rechazaban vendérnoslo, limitando su venta a los libaneses a pesar de la abundancia. Al regresar al campamento todas las entradas estaban cerradas y los francotiradores sionistas adosados a la embajada de Kuwait disparaban desde allí hacia la entrada sur del campamento. La masacre se detuvo el sábado dieciocho de septiembre, cientos de cadáveres que abarrotaban las calles y callejones yacían bajo toneladas de moscas, había niños tirados por los caminos, las mujeres y las chicas habían sido violadas, algunas seguían con vida y otras permanecían desnudas y maniatadas en sus camas o amarradas a los postes de la electricidad, había hombres que habían sufrido la amputación de sus órganos genitales y después se los introdujeron en la boca, ancianos de quienes los criminales no tuvieron compasión para dejarlos marchar de este mundo en paz; los que no perecieron en Palestina en la ocupación de 1948 murieron asesinados en la masacre de 1982″.

Ver: http://www.rebelion.org/palestina/sabra061102.htm

Pero, como bien expresa uno de los movimientos de resistencia a la ocupación militar-extranjera-sionista-israelí en Palestina:

«Pero al día de hoy ¿Cómo leemos la matanza? ¿Debemos leerla como un hecho nostálgico y decir borrón y cuenta nueva como si no hubiese pasado nada? ¿Debemos repetir nuestras reivindicaciones de juzgar a los autores, hoy mejor que mañana, o esperar el cambio en el equilibrio de fuerzas internacionales y regionales y solicitar a la justicia que se detenga? ¿Quién perdona a los criminales y con qué derecho? Si perdonamos los crímenes de guerra, ¿cómo educamos después a nuestros hijos? ¿Debemos educarlos en la idea de que la justicia es la ley del más fuerte, que deben tener miedo para protegerse de los asesinos y que se olviden de la sangre derramada de los inocentes, para que así crezcan carentes de ella, de la sensibilidad y del sentido de la justicia? Y si seguimos como hasta ahora, ¿evitaremos que los sionistas cometan otras matanzas?»

Pues, aparentemente, veo que no. Que todo sigue igual. Que frente a la hábil gestión «humanitaria» de proporcionar asilo a los refugiados palestinos los países abren sus puertas. Pero, ¿qué hay de la exigencia internacional del cumplimiento de la Resolución 194, así como de todas las Resoluciones que han dictado las Naciones Unidas contra el estado sionista de Israel -único estado teocrático implantado en Oriente Medio-, sin preguntarle previamente al pueblo autóctono que habitaba allí por generaciones y generaciones: el pueblo árabe palestino?

Han transcurrido 60 años de silenciosa limpieza étnica y holocausto palestino. Hace poco se publicó un libro: «El asilo contra la opresión. Cinco judíos del Holocausto en Chile«, que narra la historia de cinco alemanes que llegaron a Chile después de sobrevivir al Holocausto de la segunda guerra mundial, donde fueron asesinados millones de alemanes, polacos, rusos, etc. que profesaban la religión judía junto con otros grupos como comunistas, discapacitados, gitanos, homosexuales, etc.; pregunto: ¿Por qué razón y mientras transcurre hoy día, frente a los ojos de todo el mundo, otro holocausto, el palestino, no desplegamos la misma capacidad de solidaridad internacional, sino que hábilmente se mezclan medidas «parches» que contribuirán solamente a la supervivencia física temporal de estos refugiados palestinos lejos de su tierra ancestral? Me parece muy bien que se rememoren las matanzas de seres humanos, pero esta memoria debería servir para fines humanitarios, para que ¡Nunca más! consintamos, por acción u omisión, que hechos como esos vuelvan a ocurrir y no para los propósitos de justificar y avalar moralmente otras masacres y holocaustos que han ocurrido y están ocurriendo hoy mismo en la historia de la humanidad. Así, me parece excelente que exista un Museo y suene una sirena en Jerusalén, Tierra Santa para cristianos, judíos, musulmanes y para todos, con objeto de recordar la masacre de seres humanos de diversas nacionalidades cuyo único elemento común era la religión judía. Pero ese Museo y esa sirena deben acompañarnos siempre y rememorar a todos los seres humanos sin distinción ni discriminación; y ahora el perseguido, torturado, asesinado y refugiado es palestino.

El Museo y la sirena deben ser comunes y solidarios en general, para todos los holocaustos de la historia de la humanidad y, en particular, para manifestar que el sionismo debe terminar, como terminó el nazismo.

La solidaridad sólo es una y debe ser coherente. Por ello y debido a mis expectativas sobre el ser humano, hubiese esperado que Adam Shapiro (2) y Daniel Tawrycky (3), consecuentemente, realizasen una campaña dirigida a que el estado sionista de Israel acate la legalidad internacional, cumpla con las innumerables resoluciones de las Naciones Unidas de las que hace caso omiso y paralelamente usa el mecanismo de defensa conceptualizado como: proyección al acusar a «los otros de terroristas». Una campaña para que también el pueblo palestino pueda ser libre dentro de su tierra ancestral, se salvaguarde física y psíquicamente a las futuras generaciones de palestinos, niños que sobreviven en medio de la miseria y la opresión de una cruel ocupación militar extranjera que permanece desde hace 60 años y así, algún día, podamos entonar tanto en Chile como en la arrasada y borrada Palestina, algo como: «Ha cesado la lucha sangrienta. Ya es hermano el que ayer invasor». Pienso que cuando se está en el poder lo que realmente dignifica y engrandece al ser humano es utilizar ese poder precisamente para movilizar las causas justas, de manera ecuánime, y teniendo en cuenta que no se trata de ‘mí’, sino del otro, el próximo.

El pueblo palestino tiene derecho a vivir en paz sin la violencia de una ocupación militar extranjera, igual que todos los pueblos y países del mundo. Tiene derecho a la restauración de un estado palestino laico, democrático, en donde vuelvan a convivir pacificamente las tres religiones abrahámicas: Cristianismo, Judaísmo e Islamismo. Como en el pasado, antes de 1948, como antes de la manipulación del sionismo de la religión judía y del mundo entero. De esta forma será posible el adecuado ejercicio de los derechos fundamentales de todos por igual.

Notas:

1) Para la memoria colectiva de la religión judía: Chaim Weizman fue originario de Bielorrusia y primer presidente del estado sionista, como tal era antijudío y manifestaba lo siguiente: «Cada país puede absorber solamente un número limitado de judíos si no quiere tener problemas estomacales. Alemania ya tiene demasiados judíos».
Fuente: Reflections on Zionism from a Dissident Jew: Tim Wise.

2) Adam Shapiro, nació en el seno de una familia estadounidense de Brooklyn, Nueva York, de religión judía y antisionista. Es cienciólogo político en la Universidad de Washington, St. Louis y pertenece a un movimiento de solidaridad internacional con Palestina.

3) Daniel Tawrycky es chileno, ex alumno regular del Instituto Hebreo «Dr. Chaim Weizman». Cienciólogo político de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Desde el año 2000 es coordinador del proyecto «Alas para volar» de Bnai Brith para Chile. Desde 2006 desempeña el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) como único funcionario de esta organización en Chile y su labor ha sido mejorar los procesos de absorción e integración y la protección social de los refugiados en Chile, mediante el adecuado ejercicio de sus derechos fundamentales

Nelly Marzouka es psicóloga clínica de la Universidad de Chile y colabora habitualmente en la revista online psicolatina.org, revista electrónica internacional de la Unión Latinoamericana de Entidades de Psicología.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Este artículo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la revisora y la fuente.