Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Nahr Al Bared es un campo de refugiados palestinos en el norte del Líbano que ha albergado a unos 40.000 palestinos, en su mayoría hijos y nietos de los que abandonaron Palestina en 1948. Algunos, como Abu Mohammad, nacieron en Palestina. Tenía diez años, y el próximo año habrán pasado sesenta desde entonces, cuando la formación del Estado de Israel fue lograda mediante la limpieza étnica de Abu Mohammad y de tantos otros de sus hogares en Palestina. Me lo dijo mientras estábamos solos en la oscuridad total mientras las ratas corrían alrededor de nuestras sillas en su casa. Cuando me iba, entró a dormir entre cenizas y roedores, sin vecinos a su alrededor, tratando de creer que todavía quedaba algo que proteger.
Entre mayo y septiembre de este año, tuvo lugar una feroz batalla entre el ejército libanés y un pequeño grupo armado conocido como Fatah Al Islam. Desde el primer día, el ejército libanés rodeó el campo y disparó su artillería, manteniendo esa acción durante meses. La mayoría de los residentes fueron obligados a irse, acarreando su ropa, dentro de los primeros tres días. Al aumentar el número de jóvenes soldados libaneses y horriblemente mutilados durante la batalla, el Líbano se inundó de patriotismo y dolor, y todo cuestionamiento del ejército fue tabú.
Algo terrible ha sido cometido contra los residentes de Nahr al Bared, y al pueblo libanés se le ocultan los detalles. Durante las últimas dos semanas, desde que el campo fue parcialmente reabierto a unos pocos de sus residentes, muchos de los que hemos estado allí nos sorprendimos ante la espantosa realidad. Más allá de la masiva destrucción de las casas después de tres meses de bombardeo, han quemado pieza tras pieza, casa tras casa. Fueron quemadas desde adentro. Entre las cenizas en el suelo, están las entrañas de lo que parecen haber sido neumáticos. Por los muros corre hollín producido por lo que evidentemente de haber sido algún producto inflamable con el que fueron pulverizados. Habitaciones, casas, tiendas, garajes – todo son ruinas ennegrecidas, a pesar de no haber sufrido daños por bombas o combates. Fueron quemados deliberadamente por gente que entró y les prendió fuego.
La cantidad no la conocemos, es demasiado grande como para que unas pocas personas puedan evaluarla exhaustivamente. Pero es ciertamente muy difícil encontrar una casa que no haya sido bombardeada o un negocio que no haya sido incendiado.
¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué no informaron a la gente cuyo trabajo de toda una vida fue convertido en cenizas sobre el suelo de sus hogares calcinados, ni entregaron alguna información sobre estos hechos – ni una palabra? Cada día vuelve más gente y descubre lo que ha pasado con sus casas.
No se trata sólo del incendio de casas. Los coches que ordenaron a los residentes que abandonaran en los primeros días de la batalla han sido destrozados. También despedazaron motonetas, televisores y todo lo que aprecia la gente corriente. Acribillaron un refrigerador tras el otro. Todo esto lo hicieron evidentemente dentro de las casas, no como resultado de alguna batalla exterior.
Los que han vuelto a sus hogares, están sentados solos en el suelo. Conmocionados. Cuando uno les pide que lo lleven a sus casas, cuentan, uno tras otro, cómo les han robado sus cosas de valor. Incluso si estaban bien ocultas, destruyeron todo y hallaron los objetos de valor. Utilizaron explosivos para irrumpir por puertas cerradas o para abrir cajas fuertes. Entre las cosas robadas había de todo, desde ropa hasta coches. Lo que no fue quemado, lo que no fue destruido, lo que tenía algún valor parece haberse evaporado. ¿Hacia dónde?
Todos los palestinos habían sido estrictamente excluidos de este campo. No podrían haberlo hecho. Hay que investigar exhaustivamente quién hizo esto y el motivo para hacerlo, antes de que haya desaparecido más evidencia esencial. Una pequeña parte de lo sucedido puede ser atribuido a combatientes de Fatal al-Islam. Pero existe evidencia concreta de la actuación incorrecta de algunos elementos del ejército.
Escribieron consignas sobre las paredes interiores de numerosas casas. Todo, desde soldados orgullosos que inscribieron la identificación de sus unidades del ejército, hasta eslóganes profundamente racistas y ofensivos contra los palestinos. Muchas familias han encontrado algunas de sus pertenencias en casas cercanas. Hay excrementos sobre algunos colchones y pisos.
Cada día que pasa hay más familias que vuelven al campo. En unas horas, barren y limpian sus casas de cenizas y escombros, para tratar de imaginar por dónde volver a comenzar. Están quemando colchones con excrementos. Las autoridades siguen prohibiendo que los periodistas visiten el campo. Las cámaras son ilegales. Los grupos de derechos humanos no han ingresado. Cada día que pasa se pierde más evidencia.
Para aquellos de entre nosotros que vivimos en el cercano campo de refugiados Baddawi durante la batalla, esto viene después de meses durante los cuales la gente de Nahr al Bared contó historias de torturas y abusos en los puntos de control, y en el Ministerio Libanés de Defensa en Yarsi. También sucede después del asesinato a tiros cerca de Baddawi de manifestantes pacíficos de Nahr al Bared que trataban valerosamente de informar al mundo sobre lo que acontecía. El mundo ignoró por completo incluso sus muertes.
Amnistía Internacional, la mayor organización de derechos humanos del mundo, estaba concluyendo un informe sobre la situación de los palestinos en el Líbano durante la semana pasada. Su delegación abandonó el Líbano sin ver Nahr Al Bared. Antes de partir realizó una conferencia de prensa en Beirut que terminó abruptamente a la primera mención de Nahr Al Bared.
El gobierno de EE.UU. jugó un papel crucial en esta batalla, apoyando enérgica, políticamente y con municiones la decisión del gobierno libanés de buscar una solución militar. Los libaneses ofrecieron a Fatah Al Islam la simple alternativa de rendirse o morir. La Unión Europea y muchos países árabes también apoyaron claramente esta actitud. El imperativo moral y legal de distinguir entre combatientes y civiles, y de no atacar a comunidades civiles, no formó parte de sus preocupaciones. Los palestinos del Líbano, tema de tantas lágrimas de cocodrilo en todo el mundo durante infames masacres del pasado, están una vez más sin apoyo alguno cuando éste tendría verdadera importancia.
¿Qué sucedió en Nahr al Bared? ¿Por qué parece que no le interesa a nadie en el mundo?
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Michael Birmingham es un activista irlandés por la paz que ha estado principalmente basado en el Líbano desde julio de 2006. Antes ha trabajado por los derechos humanos y la justicia social en Irlanda e Iraq.