Satírica palabra esta de «sostenibilidad», sobre todo cuando cae en el discurso político. Es también una palabra maliciosa y siempre recurrente, más por interés que por convicción, por cuanto la creciente preocupación de la ciudadanía global por la salud planetaria fue rápidamente detectada polos alcaides del poder y, por tanto, la incrustaron en sus cínicos […]
Satírica palabra esta de «sostenibilidad», sobre todo cuando cae en el discurso político. Es también una palabra maliciosa y siempre recurrente, más por interés que por convicción, por cuanto la creciente preocupación de la ciudadanía global por la salud planetaria fue rápidamente detectada polos alcaides del poder y, por tanto, la incrustaron en sus cínicos sermones para así buscar el voto de los concienciados. Ya lo habían echo antes con otros términos, con «democracia», con «tolerancia», con «paz» y también con «bienestar social».
Es así como prostituyen las palabras como si fuesen proxenetas de la lengua.
Mi admirado Leonardo Boff, ese cura verde despreciado por la Iglesia a causa de su defensa de la teología de la liberación, que es la religión de muchos de los pobres cristianos del planeta, acaba de instruirnos con un genial artículo sobre la historia de la sostenibilidad (1). Nos habla Leonardo de como Carl von Carlowitz, en su tratado «Sylvicultura Oeconomica» (de 1713), ya aludía a la «nachhaltendes wirtschaften», es decir, «administración sostenible», como necesidad para gestionar la escasez de recursos generada en las colonias por la sobreexplotación europea, por la barbarie. Nuestros políticos aprendieron el término tres siglos después.
Desgrana el brasileño cuatro posibles estrategias para producir con sostenibilidad. La primera estrategia es política: la regulación de la producción y del consumo debe depender del poder público, y no de las empresas y de los consumidores. La segunda es colonial: para resolver la escasez hay que buscar recursos fuera, conquistando y colonizando tierras ajenas. La tercera sería liberal: el libre comercio regulará la demanda y el consumo y por tanto la sostenibilidad. Y la cuarta estrategia sería técnica: para garantizar la sostenibilidad se busca la innovación tecnológica y la substitución de recursos escasos por otros nuevos (carbón por madera, petróleo por carbón, energía nuclear por petróleo, etc.).
Es evidente que el camino escogido por los amos del mundo, que no de la humanidad, resultó en una mezcla de las tres últimas opciones, pilares fundamentales del imperialismo que domina el orbe. Una pócima, a ver si coincidimos, extremadamente autodestructiva, fatal. Y como dice Boff: «si hubiera triunfado la estrategia política en razón del bien común, la historia económica y social del Occidente y del mundo habría seguido el camino de la sostenibilidad».
Me atrevería a añadir, que mientras el poder público sea administrado por políticos y no por sociedades realmente participativas, con capacidad de decisión continua, ni siquiera la primera estrategia funcionará. O construimos la quinta vía, la social, o seguiremos la sostener la apocalipsis.
(1) História da sustentabilidade. http://www.leonardoboff.com/