Asumir una cultura de respeto y paz, de no agresión, es uno de los mayores desafíos para las sociedades en el mundo actual, ante el fenómeno de la violencia de género, coincidieron en señalar en La Habana especialistas y representantes de la Organización de las Naciones Unidas. Entender que la violencia contra la mujer y […]
Asumir una cultura de respeto y paz, de no agresión, es uno de los mayores desafíos para las sociedades en el mundo actual, ante el fenómeno de la violencia de género, coincidieron en señalar en La Habana especialistas y representantes de la Organización de las Naciones Unidas.
Entender que la violencia contra la mujer y la defensa de sus derechos es parte del respeto de los derechos humanos ha sido una larga lucha que se ha ido abriendo espacio en todo el mundo, aseguró Susan McDade, coordinadora residente del Sistema de Naciones Unidas y representante del Fondo de Desarrollo de ese organismo para la Mujer (UNIFEM) en Cuba.
McDade abrió el 4 de diciembre el panel «Desafiando obstáculos, combatiendo la violencia», convocado por la Organización de Naciones Unidas y la Universidad de La Habana, en la sede de esa casa de estudios, como parte de la Jornada por los 16 días de activismo contra la violencia de género, iniciada el 25 de noviembre, Día Internacional de la No Violencia, y que finaliza hoy, 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
«Hace 30 años, este era un tema tabú en muchos países y regiones. En eso hemos avanzado», comentó Lea Guido, representante en La Habana de las Organizaciones Panamericana y Mundial de la Salud (OPS/OMS).
Al insistir en los efectos del problema, la doctora Guido explicó que, si bien la violencia no es una enfermedad, sí produce malestar, tiene un impacto negativo en la salud y se debe luchar por su erradicación.
«Para que la violencia se reproduzca, necesita un ambiente propicio, en este caso las relaciones de poder», precisó la funcionaria, quien también abogó por la prevención temprana, desde la infancia, pues «los dos primeros años de vida son fundamentales para desarrollar patrones no violentos y solidarios».
Entre los empeños desplegados por el sistema de las Naciones Unidas, y en particular su Fondo para el Desarrollo de la Mujer (Unifem), estuvo primero hacer visible el tema en la agenda internacional, en la década del setenta, recordó McDade.
La coordinadora residente de Naciones Unidas y representante de Unifem en Cuba detalló que, luego de las cuatro conferencias mundiales sobre la Mujer (México, 1975; Copenhague, 1980; Nairobi, 1985 y Beijing, 1995) ha habido mucho debate, «hasta reconocerse el derecho de las mujeres como un derecho humano», como ha quedado refrendado en resoluciones y documentos del organismo multinacional.
Por una cultura de paz
Trascender la denuncia y construir, compartir y erigir formas nuevas de solucionar conflictos, de relacionarse con respeto a las diferencias y la diversidad, es parte del camino para erigir una cultura de paz, respeto y no agresión, consideró por su parte la periodista Isabel Moya, directora de la editorial de la Mujer y la revista Mujeres, de la Federación de Mujeres Cubanas.
En su opinión, la denuncia es importante, el conocimiento es muy necesario y generar una cultura de paz y solución de conflictos se torna imprescindible.
En Cuba, la constitución en 1997 del Grupo Nacional de Atención y Prevención de la Violencia Intrafamiliar fue expresión del devenir del proceso de igualdad de derechos, posibilidades y oportunidades para las mujeres en la sociedad, agregó.
Heredero de 30 años de labor de la FMC, el grupo que coordina esa organización lo integran 12 organismos e instituciones y se encarga, entre otros propósitos, de diseñar y cumplimentar un plan de acción conjunto para contribuir a la prevención y atención de la violencia familiar, de capacitar recursos humanos y contribuir a la identificación, detección y erradicación de la indiferencia ante cualquier forma de violencia, en particular la intrafamiliar.
Igualmente dirige su trabajo a la atención y rehabilitación de las personas que viven en situaciones de violencia intrafamiliar, a fortalecer la investigación científica relacionada con el tema y perfeccionar la legislación al respecto.
«En algunos aspectos se ha avanzado más que en otros, pero de manera general se puede afirmar que la labor del grupo ha permitido visualizar el tema en diferentes niveles de la sociedad cubana», comentó Moya.
Entre los desafíos actuales, la periodista mencionó la necesidad de implementar salas de familia y un procedimiento específico para dirimir los conflictos en este ámbito, incrementar las medidas para la protección a las víctimas y que se incorpore como sanción accesoria la asistencia obligatoria de los agresores a la rehabilitación y tratamiento especializados.
«Constituyen también desafíos perentorios la necesidad de perfeccionar las estadísticas, articular y socializar las investigaciones, y lograr que la capacitación en estos temas no sean acciones puntuales, sino prácticas sistemáticas», agregó Moya.
La violencia invisible
Para la profesora Lourdes Fernández, vicedecana de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, el origen se ubica en el poder patriarcal. «Es una pieza bien antigua, que sostiene hasta hoy buena parte de la injusticia y desigualdades humanas y constituye la esencia de la violencia de género en la vida amorosa y familiar».
En su opinión, con sus normas y mandatos diferentes para mujeres y hombres, el amor reproduce relaciones de poder de género existentes en la sociedad. «Por ello los vínculos amorosos constituyen un espacio para develar experiencias de injusticia e inequidad y también para transformar esta realidad y a la sociedad que la engendra», comentó.
Además de que el tema del poder en los vínculos suele verse como asunto privado, «entre marido y mujer», Fernández sostiene que esas situaciones, más desfavorables a las mujeres como parte de la vida cotidiana, suelen ser invisibilizadas para acentuar la creencia de que en la vida amorosa se desarrollan prácticas recíprocamente igualitarias.
«El patriarcado hoy es más sutil, consensual, con otros rostros de dominación. Los estereotipos van cambiando, pero la masculinidad, en su connotación patriarcal, sobrevive, permitiendo incentivar ciertos comportamientos y censurar a quienes intentan cambiar», comentó la profesora.
Quizás por eso, con una arraigada conciencia de que hay que tener en cuenta a ambos, mujeres y hombres, para poder enfrentar tradiciones y patrones discriminatorios, el historiador Julio César González Pagés ha desandado un camino en la labor con grupos de varones.
«Los hombres son siempre minoría en este tema, por eso es tan necesario llegar a ellos», señaló el también profesor universitario, quien ha desarrollado talleres de masculinidad y violencia entre policías, reclusos y jóvenes de diversa procedencia.
González dijo que ya se emprenden acciones de este tipo desde diferentes instituciones de la Educación Superior en el país, como las universidades de La Habana, en el occidente; Villaclara, al centro; y Santiago de Cuba, en el oriente de la isla. «Desde estos grupos queremos discutir todo estos problemas y no hacernos cómplices del silencio», precisó.