Ya tenemos la justa medida para el éxito en seguridad: el número de palestinos muertos. Como en las más primitivas guerras, los cabecillas de los órganos de defensa exaltan el número de personas que Israel ha matado. Su deber consiste en proveer seguridad para los residentes del Estado. Y, como sabemos, los residentes del «perímetro […]
Ya tenemos la justa medida para el éxito en seguridad: el número de palestinos muertos. Como en las más primitivas guerras, los cabecillas de los órganos de defensa exaltan el número de personas que Israel ha matado. Su deber consiste en proveer seguridad para los residentes del Estado. Y, como sabemos, los residentes del «perímetro de Gaza» no están recibiendo tal seguridad. Así pues, el conteo de palestinos muertos se transformó en la medida del éxito.
El director del Shin Bet, Yuval Diskin, informó al gabinete en la pasada semana sobre los «logros» de su organización: 810 palestinos asesinados en el curso de los dos años pasados. Su predecesor en el puesto, Avi Dichter, se presentó en cierta ocasión ante el comité editorial de «Haaretz» y orgullosamente mostró una sofisticada presentación de slides desde su computadora portátil: un gráfico de los muertos palestinos en varios colores. La semana pasada, el comandante de brigada de Gaza, coronel Ron Ashrov, calificó a la operación en los alrededores de Al Zaytoun como «muy exitosa».
¿Por qué? Porque sus tropas mataron a 19 palestinos en un único día y consiguieron atizar de nuevo la conflagración en el Sur. ¡Cuan deprimente es, en términos morales y prácticos, que esta sea la medida del éxito!
¿Consiguió la matanza masiva de Gaza mejorar la situación de la seguridad? No, sólo hizo que empeorase. ¿Hizo con que el número de cohetes Qassam disminuyese? No, provocó una proliferación de los mismos. Entonces ¿por qué estamos matando? Necesitamos «hacer algo» y hay por eso «un precio a pagar». Estos son clichés vacíos. Una revisión de los recientes diarios nos presenta un cuadro claro: mientras el presidente de los Estado Unidos se encontraba en el país, Israel se refrenó en sus asesinatos, y el número de cohetes Qassam disminuyó. Así que George Bush partió, recomenzamos a matar y, como resultado, Sderot sufrió días más difíciles que los que nunca antes conoció. La pregunta cáustica que surge de esto es: ¿para qué estamos matando? Alguien tiene que responder a esto.
La distinción que Diskin y sus comparsas hacen entre «palestinos armados» y «palestinos desarmados» tampoco cambia nada. Si fueron asesinados 600 hombres armados, como afirmó el director del Shin Bet, o sólo 450, de acuerdo con los cálculos de Haaretz, nada justifica la amplitud de la matanza, ni sirve como indicador de su eficacia. No cualquier persona armada merece ser muerta. Toda esta matanza, de gente armada y gente desarmada, llevó únicamente a una escalada de violencia del otro lado. Para cada uno de los «comandantes principales del Jihad», para cada uno de los lanzadores de cohetes Qassam que son asesinados, siete nuevos resurgen de inmediato. La matanza es inservible y los miembros de las fuerzas de defensa solamente la exaltan para satisfacer a la opinión pública.
El ministro de defensa, Ehud Barak, debería entender esto mejor que nadie. Ciertamente, habrá leído uno o dos libros de historia y sabe por ende que es imposible aplastar por la fuerza a una prolongada y bien determinada lucha por la libertad, como es la de los palestinos. Él es justamente la persona que en cierta ocasión dijo, franca y valientemente, en una entrevista televisada: «si yo fuera palestino, me habría juntado a una organización terrorista». Y es él la persona que ahora está articulando la siembra de la muerte en Gaza. El corazón se nos va con los residentes de Sderot, pero debemos recordar que ellos cargan con la misma responsabilidad por la situación que la del resto de los israelíes. Si una pesquisa fuese realizada en esta ciudad golpeada, mostraría que también en Sderot hay una mayoría que favorece la continuidad de la ocupación y del asedio, como ocurre en cualquier otra parte de Israel. Y, pese a todo el sufrimiento que soportan, la situación de sus vecinos del sur es mucho peor.
Haaretz presentó una imagen en espejo en su primera página la semana pasada: un niño de Sderot llorando y un niño de Gaza llorando también, ambos en brazos de sus padres. Los otros diarios consideraron suficiente publicar la foto de los llantos en Sderot en su primera página. Sin embargo, en estos días, Israel ha asesinado a docenas de residentes de la sitiada, sumergida en la oscuridad y hambrienta Franja de Gaza. Esta información no puede ser ignorada, con toda la simpatía debida a Sderot.
La continua matanza en Gaza no lleva a lugar alguno, excepto a una exacerbación de la situación en Sderot. No debilitará la lucha palestina por libertad y no traerá seguridad a Israel. Los llamados a una «operación militar de amplia escala» contra Gaza, como claman los generales y comentaristas ansiosos de guerra, son revulsivos. Esta operación en realidad comenzó hace tiempo – fíjense si no en las listas de muertos de Diskin y sus colegas.
Hemos asesinado como a 800 palestinos en dos años y es terrible que algunos se enorgullezcan de esto.
¿Y que hemos conseguido?
Traducido por Delegación General de Palestina (Argentina)
http://www.palestina.int.ar/noticias/enero/22.html