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Los códigos éticos de los laboratorios no evitan el soborno a los médicos

Fuentes: /migueljara.wordpress.com

El debate sobre los sobornos y el cohecho a médicos para que receten los productos de los laboratorios farmacéuticos está de nuevo en el aire. La Pharmaceutical Research and Manufacturers of America (PhRMA) -(Asociación Americana de Productores y de Investigadores en Farmacia, la patronal farmacéutica estadounidense)-, ha revisado su conducta y ha publicado un nuevo […]

El debate sobre los sobornos y el cohecho a médicos para que receten los productos de los laboratorios farmacéuticos está de nuevo en el aire. La Pharmaceutical Research and Manufacturers of America (PhRMA) -(Asociación Americana de Productores y de Investigadores en Farmacia, la patronal farmacéutica estadounidense)-, ha revisado su conducta y ha publicado un nuevo Código deontológico que prohíbe hacer regalos a los médicos. Se seguirá enviando comida a los galenos en sus consultas y se les pagará dinero por participar en trabajos de consultoría y conferencias. Esas mismas normas son las que en España comenzará aplicar la patronal Farmaindustria. Ya veremos si esto es algo más que un lavado de cara, como hasta ahora ha sido.

No deja de ser paradójico que sean los laboratorios que cometen estos delitos (perfectamente tipificados en la última Ley del Medicamento aprobada en España) los que se regulen a sí mismos. Esto es como poner al zorro a cuidar de las gallinas. Tampoco se explica que en medio de una gran crisis como la que vive la industria farmacéutica -han ido perdiendo patentes de productos muy rentables y no encontran nuevos medicamentos que patentar en el número deseado-, los laboratorios vayan a deshacerse en buena medida de la que es su principal arma para generar los enormes beneficios que generan: la corrupción de los médicos.

En el mes de mayo pasado apareció en los periódicos Heraldo de Aragón y El Periódico de Aragón una noticia que hacía referencia a la detención de un empleado de una empresa de informática por emitir presuntas facturas falsas de cursos de formación tapadera de regalos a médicos y dichas facturas iban a nombre de un laboratorio farmacéutico. Algo que ya habíamos adelantado en este blog. Es más en mi libro Traficantes de salud cuento que la compañía en cuestión es una de las muchas farmacéuticas que han pasado por los tribunales de EE.UU. en los últimos años y sus responsables han reconocido que con sus actividades han puesto en peligro la vida de muchos ciudadanos.

Como explica Nikita, una valiente ex visitadora médica de nuestro país que dejó su trabajo en una de las multinacionales farmacéuticas más grandes para no dedicarse a eso de corromper voluntades: «He trabajado durante más de una década en una multinacional farmacéutica de las que aparecen en los primeros puestos de los rankings, con un alto estandarte ético y moral en su teoría, pero lamentablemente muy diferente en su práctica. Mis desavenencias en el modo en que mis superiores inmediatos y mis compañeros de equipo invertían los recursos asignados a formación, en un contexto de mobbing, me obligaron a denunciar internamente que dichos recursos no se destinaban a cursos de formación sino que se utilizaban como tapadera para otros tipo de presentes a los médicos-clientes-funcionarios del Estado y, posiblemente, hasta dinero en efectivo».

Dichas acciones iban en contra del Código Ético de Farmaindustria, del Código Penal y, por tanto, del contrato de trabajo de esta persona ya que la mayoría de visitadores médicos firma anualmente la adhesión al Código de Conducta de su laboratorio/Farmaindustria y nadie puede obligar a actuar a un trabajador en contra de su voluntad ni de las leyes.

«El codirector de mi ex empresa -prosigue Nikita- no sólo hizo caso omiso a mi denuncia, sino que estuvo unos meses ‘mareando la perdiz’ y manipulando la información que obtenía a través de mis referencias de médicos que figuraban como beneficiarios ficticios de dichos cursos. Daba por perdido mi trabajo, pero no iba a permitir perder mi dignidad así que decidí que fueran los Tribunales los que juzgaran si yo decía la verdad y se estaba actuando conforme a la Ley o no».

El nombre del laboratorio todavía no ha aparecido en prensa, pero el tiempo y la Justicia pondrá a cada uno en el lugar que le corresponde. Lo más chocante y paradójico del tema, es que dicho laboratorio mantiene en su nómina a la mayoría de empleados y mandos intermedios que tienen que ver con dicho escándalo y, a su vez, es noticia por sumarse en EE.UU. a los laboratorios que no van a regalar ni un bolígrafo a los doctores ni van a pagar cenas. Esta misma empresa es una de las que la Comisión Europea está investigando por manipular el funcionamiento del sector farmacéutico en la Unión Europea.

Independientemente de que la Administración debería ser la que formara a sus empleados, la realidad de la industria farmacéutica va más allá. «Desde mi punto de vista, los médicos están saturados de formación, más en esta era en la que a través de Internet se accede en pocos minutos a las mejores bases de datos con estudios clínicos, fichas de producto o novedades terapéuticas. Hace tan sólo unas semanas desapareció el foro en internet PM Farma, en el que supuestos visitadores médicos defendían a ultranza la legitimidad de los incentivos a los médicos como se hace en cualquier transacción mercantil y me atacaban sin piedad por hablar sin tapujos de la realidad y defender la ética en esta profesión. Es una pequeña pero contundente muestra de lo que realmente es la acutal visita médica», afirma Nikita.

Esta persona considera que no se puede generalizar «puesto que sólo he sido testigo en directo de lo que ha pasado en mi ex-empresa, aunque tengo concocimiento también de algunas otras con el mismo ‘modus operandi’. Personalmente, en 10 años, no tuve ninguna formación acerca de lo que es el cohecho ni las consecuencias legales que suponía dicho delito. Por otro lado, sí asistí a sucesivos cursos agresivos de venta y de negociación en la que había que ‘crear necesidades’ a los potenciales prescriptores y negociar con ellos recetas a cambio de recursos», argumenta esta ex trabajadora de la industria farmacéutica.

Por su experiencia, además, Nikita, afirma que las auditorías internas de las empresas son inútiles, que debería haber auditorías externas e independientes. Cada año se deberían evaluar aleatoriamente un número determinado de empresas farmacéuticas, expone como idea, muy acertada, por cierto.

«Puedo asegurar (y demostrar con prueba documental) que en mi caso la auditoría interna, entre otras lindezas, manipuló la información obtenida a través de entrevistas telefónicas. En concreto a tres médicos, que manifestaron no haber realizado ningún curso de informática patrocinado por dicho laboratorio. Los auditores internos en lugar de informar debidamente de la información obtenida, se aferraban a que todo era producto de mi imaginación; supongo que utilizando la baza de que en esa época estaba en tratamiento psiquiátrico por ansiedad. Decían que todo estaba bien y que no tenían evidencias de que nada de lo que yo denunciaba era cierto; en concreto, facturas de restaurantes con beneficiarios de médicos que no habían asistido a dichas comidas y facturas de cursos de informática con beneficiarios de médicos que no habían realizado dichos cursos», continúa esta persona.

Por supuesto, antes de denunciar que tres colaboraciones de cursos eran ficticias, Nikita habló telefónicamente con esos doctores para cerciorarse de que sus suposiciones eran ciertas y no habían realizado ningún curso de informática como figuraba en las contabilidad del presupuesto de inversión del equipo de trabajo. «Comprobé que efectivamente estos tres médicos recibieron una llamada del auditor interno pero, repito, no tenía nada que ver lo que dijeron los médicos con el informe de la auditoría, pues los médicos dijeron al auditor que nunca habían realizado dichos cursos y el auditor decía que los doctores sí habían realizado los cursos», detalla la ex visitadora.

En conclusión, las auditorías internas no sirven para nada si su objetivo no es imparcial sino que se trata de investigaciones dirigidas a encubrir una situación incómoda para la empresa. En este caso, era más fácil quitar de en medio a un trabajador que tras diez años de empleo en ese laboratorio «se ha vuelto conflictivo» por denunciar que se siente acosado laboralmente, que no comparte los métodos de trabajo que le impone su superior y destapar la estrategia de ventas de uno de los mejores equipos de vendedores de España, que aplicar el código de prácticas promocionales y sancionar a los superiores que únicamente admitían este sistema de trabajo«.

Seguiremos participando en el debate.