Al menos 600 argentinos cruzaron el Atlántico para defender la República durante la guerra civil española, algunos murieron, otros fueron encarcelados y casi todos cayeron en un olvido del que han sido rescatados por un grupo de historiadores locales empeñados en recuperar su memoria. Sus historias han sido recogidas en el libro Voluntarios de Argentina […]
Al menos 600 argentinos cruzaron el Atlántico para defender la República durante la guerra civil española, algunos murieron, otros fueron encarcelados y casi todos cayeron en un olvido del que han sido rescatados por un grupo de historiadores locales empeñados en recuperar su memoria.
Sus historias han sido recogidas en el libro Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, elaborado por un equipo de investigadores de Mar del Plata, a unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Los brigadistas argentinos, explica el historiador y coautor del libro, Jerónimo Boragina, integraron el segundo mayor contingente de voluntarios latinoamericanos en defensa de la República, sólo superados por los cubanos, unos 1.200.
El grueso terminó en la Brigada Lincoln, encabezada por estadounidenses, canadienses e ingleses, y una minoría se incorporó al ejército republicano.
Aunque cientos murieron y fueron heridos en la guerra, muy poco -lamenta el historiador- se ha hablado del papel de los brigadistas latinoamericanos.
Latinos discriminados
«¿Cuál es el criterio que se toma para estudiar la Historia?. Los norteamericanos y los canadienses están en todos los listados e investigaciones, ¿por qué los latinoamericanos no están?», se pregunta Boragina.
En el caso de Argentina «se puede hacer otra historia de la guerra civil en el país, porque tiene la comunidad española más grande de América Latina», sostiene.
En el caso de Argentina «se puede hacer otra historia de la guerra civil en el país»
Los voluntarios argentinos, en su mayoría campesinos y obreros, militantes del Partido Comunista y jóvenes anarquistas, sortearon las barreras del régimen local para sumarse a las brigadas internacionales.
Hubo, relata Boragina, «un gigantesco movimiento de solidaridad» con la República entre la izquierda argentina, que se movilizó para conseguir dinero y alimentos y organizó cientos de comités de solidaridad.
Tras la derrota republicana, la mayor parte se exilió en Francia y progresivamente se repatrió a Argentina, aunque muchos quedaron en campos de concentración franceses o en cárceles españolas.
Procesos judiciales
Los que regresaron a Argentina enfrentaron acusaciones y procesos judiciales, aunque, según explica el historiador, nunca fueron sentenciados.
Muchos se integraron en asociaciones de veteranos vertebradas en torno al Centro Republicano Español y mantuvieron su lucha contra el franquismo y en defensa de la liberación de sus compañeros presos.
Sólo tres: Luis Alberto Quesada, Juan Arhaucet y Manuel Villar, fueron condenados a muerte o cadena perpetua por la dictadura y liberados por intermediación del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) ante el régimen franquista.
Quesada, 16 años
Quesada, nacido en Argentina de padres españoles, se enroló en el ejército republicano con 16 años y llegó a ser el comisario de brigada más joven de España.
Luchó durante tres años en el frente y, tras el triunfo del bando nacional, fue internado en un campo de concentración en Francia; combatió con la Resistencia hasta que regresó a España, donde fue traicionado, detenido y condenado a muerte.
Las gestiones de su familia en Argentina y la presión internacional lograron que se conmutara la pena por cadena perpetua.
En España fue traicionado, detenido y condenado a muerte
Pasó 13 años en cárceles españolas, la mayor parte en el penal central de Burgos, en el que desplegó una intensa actividad cultural y participó en el grupo La Aldaba, que elaboraba revistas clandestinas.
Tras su liberación, fue condenado al destierro perpetuo y regresó a Argentina.
Quesada, que tiene 89 años y vive en Buenos Aires, no abandonó nunca la lucha contra el franquismo, un episodio hoy borrado de su memoria por el alzheimer.
Gorosabel, herido en el frente
Alfonso Jacinto Gorosabel nació en el barrio porteño de San Telmo, viajó a España en 1929 con sus padres españoles y luchó con el ejército republicano cuando estalló la guerra.
Herido en el frente, pasó a Francia y fue recluido en el campo de Argeles sur Mer hasta su repatriación a Argentina.
Se instaló en Mar del Plata y abrió un bar que se ganó el sobrenombre de «la Embajada» porque se convirtió en centro de referencia de la colonia española.
Murió en julio de 2003 y sus cenizas fueron esparcidas en el parque del Centro Republicano Español de Mar del Plata.
Unas vidas de película que, lamenta Boragina, no han tenido el reconocimiento que merecían.
«El gobierno español ofreció la ciudadanía a varios brigadistas, pero el reconocimiento del gobierno argentino fue nulo», denuncia..
«Abandonaron a su familia, al país, a los amigos, fueron gratis, dieron la vida para ayudar a la República y al pueblo español, qué mejor que reivindicarlos. Sólo eso ya es un buen motivo para rescatarlos, en nuestra historia, en nuestra memoria», concluye.