Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
» Yo enviaré fuego a la muralla de Gaza…», Amós 1:7
En un pequeño café de la ciudad de Gaza Amjad Shawa, coordinador de la Red de ONG Palestinas (PNGO, en sus siglas en inglés), se toma a sorbos un café y cavila sobre el bloqueo israelí a Gaza. «Este bloqueo no tiene que ver con la «seguridad», ni siquiera con Hamas», afirma. «El objetivo último de Israel es separar Gaza de Cisjordania y matar el proyecto nacional palestino».
En la Franja de Gaza, una llanura costera de 23 millas de ancho encajonada entre Israel y Egipto, viven un millón y medio de palestinos. A pesar de su pequeño tamaño, Gaza condensa en muchos sentidos la esencia de los dos mayores conflictos del mundo: el auge del islam político y el uso por parte de occidente del castigo colectivo y de la coacción económica como brutal contrapeso.
Desde que Hamas ganó las elecciones parlamentarias en enero de 2006, Israel ha sometido a Gaza a un bloqueo cada vez más severo. En junio de 2007, después de que Hamas derrotara a los militantes alineados con el presidente palestino Mahmoud Abbas y se hiciera por la fuerza con el control de Gaza, Israel hizo más estricto el bloqueo hasta incluir en él todo excepto el suministro ocasional de productos humanitarios. A consecuencia de ello la economía local ha quedado destrozada lo que ha provocado un brusco aumento de los índices de paro, de pobreza y de desnutrición infantil.
Mientras Abbas y Fatah gobiernan todavía en Cisjordania con pleno apoyo de Israel, Hamas se enfrenta a un futuro incierto. A pesar de que los habitantes Gaza se han unido en torno al gobierno [de Hamas], hay también una creciente frustración pública a causa de la moribunda economía.
Según la descripción de Rawya Shawa, miembro independiente del Consejo Legislativo Palestino por Gaza, Palestina está un limbo político. «Cuando se está en el poder nunca es lo mismo que cuando se está fuera de él», afirma Shawa. «El setenta por ciento de Gaza son refugiados. Fatah dirigió a los palestinos durante 45, 50 años. Fatah fracasó. No cumplieron nada. Hamas, ahora, lo está intentando. Todavía no lo han logrado, así que la gente simplemente sigue esperando».
El ascenso de Hamas
Al hacer frente al declive del panarabismo nacionalista que había alcanzado su apogeo durante los sesenta y setenta y el colapso de los acuerdos de Oslo de 1993, Hamas encontró un terreno fértil en Palestina combinando proyectos de asistencia social, tradicionalismo religioso, anti-elitismo (el primer ministro Ismail Haniyeh sigue viviendo en la casa en la que creció en el campo de refugiados de la Playa, uno de los barrios más pobres de Gaza) y una postura dura en relación a Israel. Aunque actualmente Hamas está respetando un alto el fuego unilateral, en el pasado su ala militar lanzó a Israel cohetes pequeños y envió personas que cometieron atentados suicidas, lo que hizo que fuera considerado grupo terrorista por Israel y Estados Unidos.
Pocos habitantes de Gaza están de acuerdo con esta descripción. Según B’Tselem, un grupo israelí de defensa de los derechos humanos, desde el inicio de la segunda Intifada en septiembre de 2002 las fuerzas de seguridad israelíes han matado a 955 menores palestinos, mientras que 123 menores israelíes han muerto en ataques palestinos. Con el bloqueo han cerrado 3.500 fábricas de las 3.900 que había en Gaza lo que provocado 100.000 despidos en el sector privado. La renta per cápita en Gaza es de menos de dos dólares al día y el 80% de las familias depende completamente de la ayuda alimenticia internacional.
El asedio ha provocado una escasez generalizada de productos que ha repercutido en la economía y en la sociedad. La escasez de carburante hizo que el precio de la gasolina se disparara a 50 dólares el galón a principios del verano lo que provocó cortes continuos de electricidad. Los hospitales, que dependen de los generadores de diesel, regularmente carecen de suministro 12 horas el día. Al no poder poner en marcha las bombas de riego, los agricultores han sufrido unas pérdidas considerables en las cosechas. La mayoría de las familias tienen agua corriente menos de seis horas al día y casi un tercio de las familias carecen de agua corriente.
Las plantas de tratamiento de aguas residuales no pueden funcionar sin electricidad y las aguas residuales se arrojan sin tratar al Mediterráneo, con lo que se está convirtiendo a este mar en un retrete. Sólo en 2008 se han arrojado al Mediterráneo más de 15.000 millones de litros de aguas residuales no tratadas, lo que ha matado gran parte de la vida marítima más cercana.
En relación a diciembre de 2005, Israel permite entrar en Gaza menos del 20% de los suministros necesarios para un comercio normal y la inversión extranjera ha descendido más del 95%, lo que ha llevado tanto al Banco Mundial como a algunas organizaciones israelíes de derechos humanos a pedir que acabe el bloqueo.
«Esto no es un desastre natural», afirma John Ging, director de la Agencia de Ayuda a los Damnificados de Naciones Unidas. «Es un desastre obra del ser humano creado por políticas que no son humanas».
Acción directa
Los habitantes de Gaza no están esperando a que acabe el bloqueo para hacer frente a la crisis. En enero cientos de miles de ellos entraron en Egipto cuando Hamas demolió la valla fronteriza que Israel había erigido en 2003. En febrero el Comité Popular Contra el Bloqueo organizó una «cadena humana» con miles de habitantes de Gaza que se extendió a lo largo de toda la Franja.
«Mi teléfono estuvo cortado todo el día porque los israelíes pensaban que íbamos a tomar al asalto la frontera», afirma Sameh Habeeb, uno de los organizadores de aquel acto. «Israel es incapaz de imaginar que miles de árabes puedan protestar pacíficamente. Cuando hay resistencia armada pueden mandar sus misiles y sus F-16, pero no saben cómo responder a la resistencia civil. La no violencia vuelve locos a los israelíes».
El mayor acto de resistencia no violenta en Gaza ha sido, simplemente, sobrevivir. Algunas familias han empezado a cazar y criar conejos y pájaros silvestres para complementar su dieta. Una red de peligrosos túneles que llegan hasta Egipto ya se ha cobrado varias vidas, pero también ha ayudado a aliviar la falta de suministro con productos de contrabando. En las últimas semanas un oleoducto subterráneo de gasolina ha aliviado sustancialmente la falta de combustible. Por unos 300 dólares se venden equipos para transformar los coches de manera que puedan funcionar con gas doméstico. La escasez de propano ha llevado a las familias a volver a las cocinas de leña para cocinar y con la falta de cemento, los habitantes de Gaza han vuelto a utilizar ladrillos para la construcción.
El colapso de la economía de Gaza es un ejemplo del más extremo de los imperialismos: impedir que entren materias primas en la economía, debilitar y destrozar las industrias locales por medio de la violencia militar y del bloqueo, permitir la entrada únicamente de productos terminados importados del exterior (en este caso, productos israelíes) y obligar a la población local y a su no cooperativo gobierno a consumir y agotar cuantos recursos y reservas han logrado guardar. Cuando finalmente se levante el bloqueo a Gaza a sus habitantes les va a resultar muy difícil recuperarse, incluso con un aumento de la ayuda humanitaria.
El director de la PNGO, Amjad Shawa, señala que el bloqueo forma parte de la actual ocupación israelí. «Gaza sigue estando ocupada, legal y físicamente», afirma Shawa, «y el bloqueo simplemente es una parte de esta agresión. No necesitamos más ayuda. Lo que necesitamos es que acabe la ocupación».
– Ramzi Kysia es un escritor y activista árabe-estadounidense y uno de los organizadores del movimiento Free Gaza. Para saber más, véase www.FreeGaza.org. (Este artículo se publicó en Indypendent – www.indypendent.org.)
Enlace con el original: palestinethinktank.com/2008/11/21/ramzi-kysia-gazans-resist-by-surviving/