La polémica sobre si la selección de fútbol debe llamarse Euskadi o Euskal Herria no es una cuestión baladí. En castellano, los vascos buscan un nombre desde hace siglos. Ya en 1805 el alemán Humboldt planteó el dilema: «cuando se quiere nombrar a todo el conjunto de la nación vasca, cae uno en perplejidad y […]
La polémica sobre si la selección de fútbol debe llamarse Euskadi o Euskal Herria no es una cuestión baladí. En castellano, los vascos buscan un nombre desde hace siglos. Ya en 1805 el alemán Humboldt planteó el dilema: «cuando se quiere nombrar a todo el conjunto de la nación vasca, cae uno en perplejidad y se busca en vano el término aceptable a la vez por españoles, franceses y alemanes. Así ha perdido este desdichado pueblo hasta la unidad de su nombre».
Para cuando los romanos nos llamaron Vasconia, los vascos ya tenían nombre en su lengua. En el siglo VII, Fredegario nos llamaba «Wasconum nationem», que suena a traducción de Euskal Herria, aunque éste no aparecerá escrito hasta el siglo XVI. Tarde, pero mucho antes que la mayoría de nombres de los actuales Estados del mundo.
Durante siglos fuimos Cantabria, cuna de todos los linajes hispanos. En 1660, la Diputación de Navarra llamaba «nuestros hijos de la Nación Bascongada» a los naturales de los cuatro territorios. En 1698, el estellica Lezaun emplea por vez primera el término «País de los Pueblos Bascones» y desde entonces el galicismo país se repite: Países Vascos; País del Euskera; País Carlista; País de los Fueros; País Vasco y País Vasconavarro, estos dos últimos de larga duración. En otras lenguas, Basque Country, Pays Basque.
Cuando en 1841 Navarra se convierte en provincia, surge una nueva ristra de apelativos: Provincias Gemelas; Provincias Hermanas; Provincias Forales. Cadalso las llamó Provincias Unidas y Lord Carnarvon Provincias Libres. Cánovas y Castelar siguieron llamando Provincias Vascongadas a las cuatro, y fue ganando terreno el de Provincias Vasconavarras.
Entreverado con lo anterior, a mediados del siglo XIX aparece el término Euskaria, (del L´Euscarie francés) que es admitido de inmediato por la sociedad civil e instituciones del país, quizás porque hacía falta para la unidad vasca que se columbraba. La Diputación navarra lo empleó con profusión e introdujo variantes, como cuando en 1868 proyectó un manicomio para «todo el País Vasco-Navarro o Euskariano». Nadie cuestionó el nombre, y en pocos años Euskeria aparece con naturalidad en la prensa de Madrid. Los euskaldunas, que seguían siendo mayoría, seguían ere que erre, llamando Euskal Herria a su país.
En 1893, durante la Gamazada, Sabino Arana viene a Pamplona y grita «¡Viva Euskeria libre!», pero a su genio innovador no le satisface un concepto utilizado por todo el mundo, carlistas y liberales, vascos, españoles y franceses. En 1897 acuña un nuevo nombre, el que faltaba para el duro: Euzkadi. El navarro Campión fue su primer detractor: «¿Han salido, por ventura, los baskos, del torno de alguna inclusa?». Con el nombre de Euskal-Erria desaparece, a una, el nombre de euskaldun. Si entramos por el camino de las invenciones, ¿dónde nos detendremos? ¿Por qué no se ha de inventar otro segundo nombre más perfecto que Euzkadi, y otro tercero más perfecto aún?
La postura de Campión dificultó la entrada en Navarra del neologismo. Carlistas y liberales se aferraron a Euskal Herria. A principios de siglo, Diario de Navarra llamaba a la Diputación «la mayor jerarquía de Euskal Erría». Cuando en 1929 la Diputación Foral edita la Primera Guía Turística de Navarra proclama que «en la montañas de Euskalerria, tuvo su origen la monarquía navarra». (Entérense los concejales del Ayuntamiento de Iruña que estos días han protestado por una guía similar de una editorial australiana).
Pese a todo, el término Euzkadi fue ganando terreno en campos no nacionalistas (republicanos, comunistas). Después de 1936 se convirtió en bandera emancipadora. Enfrente, el franquismo: en 1973 el principal censor de libros en euskera del Ministerio de Información recomendaba «estimular y ayudar todas aquellas obras en las que aparece la vieja y gloriosa y sana palabra Euskal Erria usada todavía por los auténticos y nobles vascos». Y el censor proponía un criterio que, según él, no fallaba: «La diferencia entre decir Gora Euzkadi y Gora Euskal Erria es la siguiente: Gora Euskal Erria=Viva España y Vasconia. Gora Euzkadi= Viva Vasconia y fuera España».
Tras la formación de la Comunidad Autónoma Vasca y la Comunidad Foral Navarra nace el sintagma «País Vasco y Navarra». Sin tradición alguna, resulta rarísimo encontrarlo antes de la llamada Transición. Euzkadi son ahora tres provincias. De pronto, una parte del país se da cuenta que de nuevo se ha quedado sin nombre y vuelve a aparecer en ambientes académicos el Vasconia de los romanos, y se va recuperando el Euskal Herria histórico, ayudado por una mayor euskaldunización.
Entonces, el centralismo vuelve a cambiar: lo bueno y constitucional es ahora el Euskadi triprovincial, mientras que el otrora españolísimo Euskal Herria es ahora sospechoso de terrorismo, como se vio en la sentencia 18/98 del Tribunal Supremo. Y todo esto en treinta años. Vivir para ver.
Con todo respeto para Sabino, el término Euskadi está ya condenado a ser uno de los muchos nombres (yo tengo más de 60 recogidos) que ha tenido este país hablando en erdera. Desde 1978 ya no sirve para unir a los vascos, como quería Arana, sino para institucionalizar su división. Hay que volver a la prehistoria, al Euskal Herria de Leizarraga y Axular, al euskera en el que los vascos jamás se equivocaron de nombre. Y así lo reconocieron todos los diccionarios y enciclopedias del mundo, desde el Espasa, el Larousse o la Enclopedia Británica, hasta el humilde Vocabulario Navarro de Iribarren: Euskalerría: nombre que dan al País Vasco; es decir, a Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra en España, y Laburdi, Benabarre y Zuberoa en el país vasco-francés».
Apoyemos pues a la selección de Euskal Herria: que no nos metan otro gol.