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Para la socióloga Clotilde Proveyer, enfrentar la violencia doméstica "es una urgencia social"

«La violencia es un problema cultural y de aprendizaje»

Fuentes: SEMlac

La doctora Clotilde Proveyer Cervantes, socióloga y profesora de la Universidad de La Habana, defiende la tesis de que tratar la violencia doméstica no puede ser patrimonio de los investigadores. Para esta especialista, integrante del Grupo Nacional para la Prevención y Atención de este asunto en Cuba, enfrentar la violencia «es una urgencia social».¿Cómo se […]

La doctora Clotilde Proveyer Cervantes, socióloga y profesora de la Universidad de La Habana, defiende la tesis de que tratar la violencia doméstica no puede ser patrimonio de los investigadores. Para esta especialista, integrante del Grupo Nacional para la Prevención y Atención de este asunto en Cuba, enfrentar la violencia «es una urgencia social».

¿Cómo se desencadena la violencia de género?

En este tema funcionan muchos mitos, pero en realidad es un problema cultural y de aprendizaje. En la base tiene una relación de poder masculina. Cuando hay dificultades de cualquier tipo: laborales, económicas, de vivienda, por solo citar algunos ejemplos, se generan tensiones y aumentan los conflictos, las crisis morales y de valores. Es una espiral que crece, se reproduce y se instala en las relaciones de pareja y de familia. Nuestros medios de comunicación y nuestra educación siguen siendo sexistas, al igual que las prácticas familiares de socialización. Los rasgos patriarcales siguen vivos. Socialmente, estamos enseñando a los varones, desde niños, a solucionar los conflictos echando mano a la violencia; les enseñamos roles de poder, ¿qué les vamos a pedir luego? La masculinidad violenta no nace, se aprende.

¿Coincide con el criterio de que es la violencia psicológica la más recurrente?

La violencia psicológica o violencia sutil se define, sobre todo, por ser aquella que está dirigida a causar daño en la integridad vital de las personas; pero, sobre todo, en la integridad psicológica, moral, en el equilibrio emocional de las personas. Es muy dañina, precisamente, porque no se nota, no se percibe. Se mueve fundamentalmente en el tema de lo simbólico y produce secuelas muy difíciles.

Presumiblemente, es la que más se manifiesta en Cuba, pero hay que tener en cuenta que existen pocos estudios de prevalencia sobre violencia física. En general, hay muy pocos estudios que puedan dar una idea de la magnitud del fenómeno. Sin embargo, las investigaciones muestran que la violencia psicológica es muy común, muy frecuente, sobre todo porque no se identifica, porque las personas la ven como parte de la naturaleza de una determinada relación.

¿En qué espacios se manifiesta más comúnmente?

La cultura patriarcal ha reafirmado la superioridad masculina, que el hombre se sienta dueño, poderoso, en la relación de pareja y en la familia. También ha establecido que los padres son superiores a los hijos, sus «dueños». Pero este tipo de maltrato afecta a todos los sectores porque, en general, ninguna manifestación de violencia es privativa de una clase, raza o grupo social. Son parte de las relaciones de poder, lo mismo entre personas con alto nivel profesional, que entre otras con bajo nivel de escolaridad; entre jóvenes parejas o entre parejas de adultos. No se puede identificar un sector en el que haya mayor incidencia.

¿Dónde debe estar la prioridad a la hora de enfrentar la violencia?

En la prevención. Y esta pasa, primero, por la información. Que la gente sepa que la violencia es ilegítima y puede convertirse en un delito. La información es poder. Cuando las personas saben, pueden decidir, desarrollar estrategias.

También tenemos que seguir desmontando el sexismo, caldo de cultivo para las conductas violentas. Hay que construir otros modelos de masculinidad y feminidad no contrapuestos. Los medios de comunicación envían mensajes que ponen a las mujeres en posiciones de subordinación, que preparan a niños y niñas en dos mundos diferentes. Así se genera la violencia. Debemos buscar mediaciones culturales para educar el afecto. La violencia genera traumas, enfermedades, incapacidad y discapacidad, hasta muertes. Es un problema público, no privado.

Por otra parte, la educación tiene un papel muy importante: en la escuela, en los libros de texto, en los medios de comunicación, en la familia. Educar en el respeto al otro, en la solidaridad, y dar herramientas para el manejo de la ira, para la negociación, para la mediación de los conflictos. También tiene un papel muy importante la visibilización en las leyes. En nuestro Código Penal, hay que visibilizar estos delitos, porque aun cuando la vía penal no es la solución única, la ley tiene que jugar un papel correctivo y muchas veces la violencia se convierte en delito. Para complementar, es importante crear centros de atención para las víctimas, trabajar con los hombres maltratadores, activar mucho más la labor de las Casas de Orientación para la Mujer y la Familia y seguir perfeccionando la capacitación, verla no como un hecho aislado, sino como una práctica sistemática, integral. Incorporarla en los currículos docentes de médicos, juristas, de todas las profesiones que tienen que ver con la prevención y enfrentamiento a estos asuntos.