Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Un equipo de arqueólogos rusos anunciaba hace poco el descubrimiento de Itil, la capital de los kazarios, turcos seminómadas convertidos al judaísmo en el siglo VIII. Su vasto imperio, situado en el sur de Rusia, cayó en el año 1016. Expulsados por las invasiones mongolas en el siglo XIII, retroceden hacia el oeste, donde al mezclarse con los eslavos dan nacimiento a la cultura yiddish. Sus descendientes forman hoy la gran mayoría de los judíos del mundo.
Pero, ¡esperen un momento!, los judíos no tienen todos ellos un origen común: ¿el pueblo de la Biblia, expulsado de Palestina por el emperador romano en el año 70 y dispersado por los cuatro rincones del mundo, hasta en el imperio khazar, antes de reconquistar la tierra prometida en 1948? En absoluto, responde Shlomo Sand, profesor de historia de la Universidad de Tel Aviv, en un libro impactante titulado Cómo se inventó el pueblo judío [Comment le peuple juif fut inventé, Fayard]. Según él, el «pueblo judío» nunca ha existido como «raza nacional». Lo que existe es la religión judía. Una religión adoptada por diferentes grupos étnicos según las épocas: semitas de Palestina y de Yemen, bereberes del Magreb, negros de Mali o de Ghana, judíos de China, etc.
Pero Sand va más lejos. Remontándose a las fuentes y basándose en la arqueología niega todo carácter histórico a estos episodios míticos que son el gran éxodo, la salida de Egipto, el exilio a Babilonia, el reino de David y este famoso exilio del año 70. No sólo no existe traza alguna de este acontecimiento fundador, sino que los romanos, recuerda Shlomo Sand, no exiliaban a los pueblos conquistados y además no tenían los medios logísticos para hacerlo.
Influenciados por el nacionalismo alemán y persiguiendo su propio objetivo de construcción nacional, los creadores del movimiento sionista contribuyeron a difundir este mito del Judío Errante. Para Shlomo Sand el problema es que esta concepción da lugar a una definición etnocéntrica del judaísmo; ésta constituye la base de la política identitaria del Estado de Israel, alimenta la segregación y justifica la discriminación que se practica respecto a una parte de los ciudadanos de este país: precisamente estos habitantes de la antigua Judea supuestamente exiliados. En efecto, tras seguir viviendo en sus tierras, se convirtieron más tarde al islam … ¡y hoy forman la población palestina!
Para gran sorpresa de su autor, «Cómo se inventó el pueblo judío» se está convirtiendo en un éxito mundial. La edición original ha estado durante 19 semanas en la lista de libros más vendidos de Israel. La gente se rifa la edición francesa. El libro se publicará dentro de poco en inglés, árabe y japonés. Se están preparando ediciones en húngaro, griego, italiano, alemán e indonesio.
Pero, ¿cómo ha llegado a semejante empresa de deconstrucción de la historiografía judía este judío nacido en 1946 en Linz, Austria, de padres polacos y superviviente del Holocausto, que pasó los primeros años de su vida en campos de refugiados, este especialista de la historia de la Francia moderna?
Shlomo Sand se explica:
«Hace mucho tiempo que sé que somos como todo el mundo. Al ir haciéndome viejo, pensé que tenía que arreglar mis cuentas con mi propia historia. Durante los últimos años me he interesado mucho por la historia de la idea de nación. Lo que me empujó a ello es la situación histórica y política que vivo en Israel. Los trabajos de Benedict Anderson, de Ernest Gellner y de otros han demostrado que las historias de las naciones, de los pueblos, son en gran parte una construcción imaginaria. Ahora bien, nadie lo había hecho con la historia del judaísmo y de los judíos. Me sumergí en una crítica minuciosa de la historiografía sionista porque el lado mitológico de esta historia me parecía demasiado largo. Había que deconstruirlo para abrir otros horizontes.
Mi motivación era profesional, la búsqueda de la verdad, propia de todo historiador, pero también moral y político. Aunque estaba seguro de que el libro iba a ser muy mal recibido por mis compatriotas y, sobre todo, por mis colegas especialistas en la historia del judaísmo, lo escribí y lo publiqué. Evidentemente los historiadores sionistas lo han atacado, pero para mi gran sorpresa estos ataques eran verdaderamente débiles. El hecho es que no he presentado nada nuevo.
Se trataba de materiales que estaban disponibles en cualquier parte, pero que nadie había reunido y que no eran muy conocidos.
Simplemente he organizado de otra manera el saber histórico. Entonces han dicho que no había descubierto nada y que todo mi enfoque era antinacional. Lo más malvado es que me han acusado de antisemitismo. Pero les he respondido: si ustedes sabían todo esto, ¿por qué no lo han declarado, por qué no lo han difundido? Toda la gente de la calle pensaba que el pueblo judío se había exiliado hace 2.000 años, pero en cuanto uno se acercaba a los historiadores profesionales, estos sabían que no había habido exilio. Para mi gran sorpresa, ¡no he descubierto ni un solo libro de investigación sobre el exilio de los judíos! ¿Se lo puede usted imaginar? Esto me ha chocado verdaderamente.
La cuestión de los kazarios era bastante conocida hasta los años sesenta, incluido en los institutos de secundaria. Pero incluso en esta época trataron de convencernos de que Kazar estaba judaizada porque habían venido muchos refugiados de Palestina. Siempre se ha guardado este lado étnico para justificar nuestra colonización aquí en el siglo XX. La existencia de Israel me pareció lo suficientemente segura como para que empecemos a enfrentarnos a nuestra verdad histórica. Creo que he empezado un movimiento que será difícil del detener.
Este enfoque, que a partir del siglo XIX tenía el objetivo de justificar la construcción nacional con un pasado imaginario, se puede encontrar entre los franceses, los británicos, los italianos… no es original. Salvo que para ellos es más fácil de desconstruir. Para los judíos es más delicado a causa de las grandes tragedias del siglo XX. Pero pensé que siendo de origen judío e israelí era mi deber tocar esta vaca sagrada. Y, sobre todo, pensé que como el origen de los judíos es variado, plural, no había que darle la victoria a Hitler definiendo a los judíos como pueblo-raza. Ahora bien, está profundamente arraigado en las ideas sionistas que los judíos forman un etnos que tiene un origen común. Y ¡hoy se sigue buscando el ADN judío en los laboratorios israelíes! Todo esto me saca de quicio. Al final de mi libro declaro sin dudarlo que esta visión de que el Estado de Israel debe servir a una etnia judía y no a una sociedad civil israelí contribuye a la destrucción de Israel. ¡Imagine usted que Canadá declara mañana oficialmente que es un Estado formado por anglófonos o que España se declara castellana! Pues bien, aquí tenemos un 20% de ciudadanos árabes y el Estado se declara judío y no israelí. Como demócrata no puedo aceptarlo y creo que este Estado no puede durar mucho tiempo.
¿Cómo han reaccionado sus lectores en Israel?
He recibido muchas cartas y también llamadas de teléfono. La mayoría de los comentarios eran verdaderamente emocionantes. Y lo mismo está pasando ahora con la edición francesa, tanto por parte de judíos como de no judíos. Me emociona mucho. También hay muchos estudiantes que me plantean preguntas. No llego a responder a todo, me supera. También ha habido cartas de insultos, muy graves, llamadas telefónicas amenazantes. Se me trata de perro, de antisemita, e incluso ha habido alguno que me ha telefoneado para llamarme nazi.
¿A qué le gustaría que pudiera contribuir su libro?
Quería normalizar esta visión que tienen los judíos de sí mismos y que se tiene de ellos, de una identidad especial, de una especificidad racial rara. Tengo dos tíos que emigraron a Montreal. Estos judíos son como todo el mundo, son canadienses. Pero un poco en todas partes se considera a los judíos un pueblo extranjero. Si mi libro puede contribuir a descomponer esta visión, eso será una contribución importante. He tratado de demostrar que la mayoría de los judíos entorno al Mediterráneo, en Ucrania, en Rusia, en África, incluso en el sur de Arabia, son los primeros autóctonos. ¡Había judíos en el sur de Francia antes de la llegada de los franceses! No es un pueblo de oriente que ha invadido el mundo.
El problema es que esta visión, que es de origen cristiano (aquellos que mataron a Dios) ha concluido en el odio racial, desde Alemania a Rusia. Pero no son las mismas personas que estaban en Judea en la época en la que el presunto Jesús fue ejecutado. Los judíos no tienen ninguna responsabilidad en esta cuestión. Y la prueba incluso de que no forman un grupo homogéneo: basta con mirarlos. A principios del siglo XIX hay que abandonar esta visión esencialista según la cual los judíos forman un pueblo aparte, especial. Y recordar, en cambio, la presencia fantástica de la religión judía en la historia de occidente. No se pueden comprender el cristianismo ni el islam sin el judaísmo.
Además, muchas personas temían que mi libro deslegitimara la existencia de Israel. Pero yo no niego la existencia de Israel. Es cierto que su creación ha sido un tipo de colonización que había que legitimar por medio de una visión del retorno. Pero hay que tener en cuenta dos cosas: la presencia de este Estado, que no se puede eliminar por la fuerza, y la presencia de los palestinos. No se puede dar marcha atrás, sólo se puede ir hacia adelante. Y debe entrar en la conciencia de cada israelí el hecho de que el nacimiento de Israel haya acarreado una tragedia.
¿Cree usted verdaderamente que en Israel sea posible llegar a una visión más multicultural?
Será difícil, por supuesto. Si Tel Aviv fuera Israel, podría decir afirmativamente que hay una perspectiva alentadora. Pero, por desgracia, Israel no es Tel Aviv. Está Jerusalén, otro lado muy racista, muy esencialista, muy religioso en el sentido a la vez nacional y religioso; verdaderamente no es una religión abierta.
¿Ha habido progresos en este respecto?
Hubo progresos en los años sesenta, después hubo retrocesos. Creo que si se pueden disminuir los conflictos, si Israel, por ejemplo, se retira de todos los territorios ocupados, si Obama es Carter y no Clinton, creo que mis ideas van a tener más posibilidades de realizarse.
Yo no soy sionista, creo que Israel debe pertenecer a todos sus ciudadanos, de diferentes orígenes, auque puede mantener relaciones con los judíos de todas partes. Si no, Israel no va a existir en Oriente Próximo. Va a desaparecer como el reino franco de Jerusalén en tiempos de las Cruzadas.
Y el tiempo de la desaparición no será muy alegre…
Como tengo a mis hijos aquí, esto me preocupa mucho. Ésta es la última razón por la que he escrito este libro».
André Lemelin es investigador independiente y redactor especializado. Ha publicado sobre todo «Le purgatoire de l’ignorance. L’éducation au Québec jusqu’à la Grande réforme» (MNH, 1999) y «Chronique des années techno. Regards sur la civilisation scientifique» (Lulu.com, 2007). Está preparando «Échec à l’utopie. Les réformes québécoises de la santé et la question d’une politique de recherche».
Enlace con el original: http://www.mondialisation.ca/