Todavía seguimos asistiendo a la producción de películas y documentales relativos al holocausto judío. Es el capítulo de la historia reciente más explotado y más documentado. Se supone que se hace con la sana intención de depositar en las mentes el horror al que pueden llegar los seres humanos cuando pierden su humanidad cegados por […]
Todavía seguimos asistiendo a la producción de películas y documentales relativos al holocausto judío. Es el capítulo de la historia reciente más explotado y más documentado. Se supone que se hace con la sana intención de depositar en las mentes el horror al que pueden llegar los seres humanos cuando pierden su humanidad cegados por el poder. Pero mientras se puso el énfasis en el holocausto judío, se fueron olvidando o ignorando otros holocaustos que se viven y se vivieron en el planeta después de la Segunda Guerra Mundial.
Y mientras se siga alimentando el sentimiento por lo que los nazis les hicieron a los judíos, no tendremos un cristal limpio para mirar lo que los nuevos nazis hacen al pueblo palestino.
Todos, o casi todos, estamos de acuerdo en denunciar el horror que se vivió en los campos de exterminio nazis. Todos, o casi todos, creíamos que era una lección que la humanidad nunca olvidaría y que marcaría un antes y un después en la historia.
Pero todos nos hemos equivocado, tal vez porque nos resulta difícil imaginar la capacidad que posee el ser humano para convertirse en un monstruo sin escrúpulos.
Por eso, la amarga lección del holocausto judío hace tiempo que se ha olvidado, y los primeros que la han olvidado han sido los mismos judíos.
Su historia es la historia de la supervivencia, de la guerra, del sufrimiento y la persecución. Y eso, que tal vez lo lleven grabado a fuego en sus genes, no les otorga el derecho a convertirse ellos mismos en unos nazis sin escrúpulos y sin conciencia.
Si consideran, como así parece ser, que su supervivencia depende de las demostraciones periódicas que hagan de su poderío militar y de su falta de piedad con sus «enemigos», es que no han entendido nada de la historia de este planeta y de sus pueblos, porque ésta nos enseña que siempre hay un enemigo más poderoso, incluso más cruel.
Grandes imperios han sido borrados del mapa por enemigos que surgieron a la sombra de su soberbia y de su borrachera de poder.
Así ha sido y así seguirá ocurriendo mientras no exista un equilibrio fruto de la unidad entre todos los pueblos de la tierra.
Israel vive la permanente pesadilla de creerse que está rodeado de enemigos por todas partes. Y puede que sea cierto, pero si es así es porque ellos no han hecho nunca nada para cambiarlo, porque se lo han ganado por su actitud siempre desafiante, siempre inhumana, con sus enemigos.
Y lo que están haciendo ahora con el pueblo palestino es la guinda de un amargo pastel.
Esta desproporcionada ofensiva, esta ilegítima invasión de Gaza, con todo el horror que está causando, sólo sirve para crearse más y más enemigos y para acelerar el tiempo en el que ese último y gran enemigo les aniquile. Es como funciona la Ley.
Israel podía cambiar el curso cíclico de su historia si tuviera una actitud más humana y compasiva con sus vecinos palestinos, a quienes, no debemos olvidar, les robó sus tierras para crear la nación israelí.
Pero tal actitud no está dentro de sus intenciones. Viven siempre en guardia, viven siempre en tensión, viven para demostrar que son poderosos y para mandar periódicamente «mensajes» sobre cuáles son sus argumentos.
Se sienten avalados por el «gran imperio», por los EEUU, a quienes hace mucho tiempo compraron con su oro.
Con ello, Israel se está fabricando su próximo holocausto, porque cuando están en lo más alto de la espiral, como sucede en esta etapa de la historia, no muestran piedad, no muestran ninguna señal de humanidad, no son capaces de mostrar otra forma de vida que no sea a través de la fuerza, de generar dolor, sufrimiento, de derramar sangre.
Y en ese círculo vicioso están atrapados.
Ellos, que se consideran el pueblo elegido, deberían empezar a reflexionar sobre el verdadero significado de la palabra «elegido». Elegidos… ¿para qué?
El Mesías que esperaban y que luego rechazaron les dejó una pista muy clara.»Quien a hierro mata a hierro muere».
Su falta de humanidad a la hora de exterminar a sus vecinos palestinos les coloca en el nivel moral que les define y les caracteriza, y que sólo es comparable al que ellos mismos sufrieron en los campos de exterminio nazis.
Si su ley es «ojo por ojo…», pues que a ella se atengan.
Es importante destacar también, una vez más, la actitud de las organizaciones internacionales, como la ONU, y la de otros países, con EEUU al frente, que demuestran su grado de hipocresía y su falta de autoridad, así como su absoluta carencia de humanidad y responsabilidad ética.
Es vergonzoso y repugnante comprobar una y otra vez, igual que pasó con la invasión de Irak, el talante y la falta de escrúpulos de los que se supone deberían velar por la seguridad mundial e imponer su autoridad.
Justificar la actitud de Israel como un acto de defensa propia es, como poco, una burla a la inteligencia de los seres humanos.
Pero no debemos olvidar que unos y otros están bajo Leyes Superiores que son inmutables.
Nadie escapa a la Justicia Superior. Es algo que la Historia nos ha demostrado muchas veces, que siempre se olvida, y que en este caso se volverá a demostrar.
Sólo es cuestión de tiempo.