Traducido para Rebelión por LB
Desde el mismísimo primer día después del regreso a Israel el último soldado israelí procedente de Gaza se puede establecer con certeza que todos ellos han ido allí en vano. Esta guerra ha terminado en un completo fracaso para Israel.
Esto va más allá del profundo fracaso moral, que es un grave problema en sí mismo, y tiene que ver con la incapacidad para alcanzar los objetivos declarados. En otras palabras, al dolor se le añade el fracaso. Lo único que hemos ganado en esta guerra han sido centenares de tumbas, algunas de ellas muy pequeñas, millares de personas mutiladas, mucha destrucción y el hundimiento de la imagen internacional de Israel.
Lo que al principio de la guerra había parecido una pérdida segura solamente a un puñado de personas, poco a poco se lo está comenzando a parecer a muchas más a medida que se van apagando los ecos de las trompetas triunfantes.
El objetivo inicial de la guerra fue poner fin a los disparos de cohetes Kassam. Sin embargo, éstos no cesaron de caer hasta el último día de la guerra. Ese objetivo solo se cumplió tras acordarse un alto el fuego. Los funcionarios de Defensa calculan que Hamas todavía dispone de 1.000 cohetes.
El segundo objetivo de la guerra, impedir el contrabando, tampoco se ha cumplido. El jefe del servicio de seguridad Shin Bet ha estimado que el contrabando se reanudará en el plazo de dos meses.
La mayoría del contrabando que se realiza en estos momentos tiene por objeto proporcionar alimentos a una población en estado de sitio, no obtener armas. Pero incluso si aceptamos las exageraciones de la campaña tremendista desarrollada para asustar a la gente con respecto a los túneles de contrabando, esta guerra ha servido para demostrar que lo único que pasaba por los túneles de contrabando entre la Franja de Gaza y Egipto eran armas rudimentarias y de mala calidad.
La capacidad de Israel de alcanzar su tercer objetivo es también dudosa. Disuasión… pamplinas. La disuasión que supuestamente habíamos conseguido con la segunda guerra del Líbano no ha tenido el más mínimo efecto sobre Hamas, y la que supuestamente se ha logrado ahora no está funcionando mucho mejor: el disparo esporádico de cohetes desde la Franja de Gaza ha continuado en los últimos días.
El cuarto objetivo, que no se declaró abiertamente, tampoco se ha cumplido. El ejército israelí no ha restaurado su capacidad. Era imposible que lo hiciera en una cuasi-guerra contra una organización menesterosa y mal equipada que lucha con armas improvisadas y cuyos combatientes apenas han opuesto resistencia.
Las heroicas descripciones y los poemas de victoria sobre el «triunfo militar» no podrán cambiar la realidad. Los pilotos volaban en misiones de entrenamiento y las fuerzas terrestres realizaban ejercicios que incluían maniobras de enlace de tropas y prácticas de tiro.
La descripción de la operación en términos de «logro militar» por parte de los analistas y generales que arroparon la operación es pura y simplemente ridícula.
No hemos debilitado a Hamas. La gran mayoría de sus combatientes no han sufrido daños y en realidad el apoyo popular a la organización ha aumentado. Su guerra ha intensificado el espíritu de resistencia y la voluntad de aguante. Un país que ha educado a toda una generación en el espíritu del «unos pocos contra muchos» debería ser capaz de apreciar el valor que tiene eso. En esta guerra no ha habido ninguna duda sobre quién era David y quién Goliat.
La población de Gaza, que ha sufrido un golpe tan terrible, no se hará más moderada ahora. Al contrario, el sentimiento nacional se revolverá más que antes contra la parte que ha asestado los golpes, es decir, contra el Estado de Israel. Así como la opinión pública en Israel se inclina hacia la derecha cada vez que es víctima de un ataque, en Gaza ocurrirá lo mismo después del mega-ataque que les hemos lanzado.
Si esta guerra ha debilitado a alguien ése es Fatah, cuya huida y abandono de Gaza ha adquirido ahora un significado especial. La sucesión de fracasos en esta guerra debe incluir, por supuesto, el fracaso de la política de asedio. Ya nos hemos enterado de que es ineficaz. El mundo boicoteaba, Israel asediaba y Hamas gobernaba (y sigue haciéndolo).
Pero el balance de esta guerra, en lo que a Israel se refiere, no termina con la constatación de que no se ha conseguido ninguno de los objetivos propuestos. Además, esta guerra ha impuesto sobre nosotros un pesado peaje que seguirá abrumándonos durante algún tiempo. A la hora de evaluar la situación internacional de Israel no debemos dejarnos engañar por el desfile de apoyo protagonizado por los líderes de Europa que se prestaron a una sesión fotográfica con el Primer Ministro Ehud Olmert.
Las acciones de Israel han asestado un duro golpe al apoyo de la opinión pública al Estado de Israel. Si bien esto no traduce siempre de forma inmediata en el plano diplomático, la ondas de choque llegarán algún día. El mundo entero ha visto las imágenes, unas imágenes que han estremecido a todos los seres humanos que las ha visto, aunque a la mayoría de israelíes les ha dejado fríos.
La conclusión es que Israel es un país violento y peligroso que actúa sin ningún tipo de restricciones, que ignora descaradamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y al que le importa un bledo el derecho internacional. Las investigaciones ya se han puesto en marcha.
Más grave aún es el daño que todo esto inflingirá a nuestra fibra moral. Ese daño se manifestará por medio de preguntas difíciles sobre lo que el ejército israelí hizo en Gaza, preguntas que inevitablemente acabarán surgiendo a pesar del filtro distorsionador de los medios de comunicación enrolados.
Entonces, ¿qué es lo que se ha conseguido después de todo? En tanto en cuanto guerra iniciada para dar respuesta a cuestiones de política interna, la operación ha tenido un éxito que ha desbordado todas las expectativas. El presidente del Likud Benjamin Netanyahu es cada vez más fuerte en los sondeos. ¿Por qué? Porque no hemos podido sacar suficiente provecho a esta guerra.
Fuente: http://www.haaretz.com/hasen/