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Entrevista a Jesús Arboleya, diplomático y profesor de historia de la Universidad de La Habana

Hay que alimentar el proyecto revolucionario

Fuentes: Progreso Semanal

Jesús Arboleya Cervera (1948), profesor de historia de la Universidad de La Habana, fue durante años miembro del servicio diplomático cubano prestando servicios en la misión de su país en la ONU y en la Oficina de Intereses de Cuba en Washington. Ha publicado importantes artículos y libros sobre las relaciones entre los EEUU y […]

Jesús Arboleya Cervera (1948), profesor de historia de la Universidad de La Habana, fue durante años miembro del servicio diplomático cubano prestando servicios en la misión de su país en la ONU y en la Oficina de Intereses de Cuba en Washington. Ha publicado importantes artículos y libros sobre las relaciones entre los EEUU y Cuba, la contrarevolución basificada en Miami, así como sobre la emigración cubana radicada en La Florida. El profesor Arboleya es considerado en el mundo académico como uno de los más calificados expertos en estos temas. En 2004 ganó el premio del Concurso Internacional Pensar a contracorriente con su libro La revolución del futuro. Periódicamente ha publicado artículos en el semanario bilingüe Progreso Weekly/Semanal y, entre otros medios, actualmente colabora con el diario chileno La Nación.

Cuba se acerca a la celebración de su 50 aniversario ¿vivió aquel acontecimiento? En caso afirmativo ¿Cómo lo recuerda?

Arboleya: Tenía 11 años el primero de enero de 1959. Recuerdo que me despertó el bullicio de la gente temprano en la mañana y desde el balcón de mi casa pude observar las muestras de júbilo popular anunciando la caída de la dictadura. Mis padres trataron de evitar que saliera a la calle, pero al final me las arreglé para hacerlo y lo que más me llamó la atención fue la destrucción a porrazos de los parquímetros puestos en las aceras. Aunque tengo entendido que era un negocio de importantes personeros del régimen, todavía hoy me pregunto cuál fue la razón de esa furia contra los parquímetros, en definitiva no contenían tanto dinero –si se piensa en el pillaje–; los que los destruían no aparentaban tener automóviles y había otras cosas más simbólicas por destruir, las cuales, sin embargo, no sufrieron daños, dado el clima de bastante respeto a la propiedad y las personas que garantizaron los revolucionarios desde los primeros momentos. Pero las revoluciones son así, a veces son extrañas, igual que la primera medida de la Comuna de París fue suspender la confección del pan por la madrugada, al pueblo cubano le dio por destruir los parquímetros.

¿Qué influencia considera ha tenido la Revolución cubana en su entorno social?

Arboleya:   Soy el primer graduado universitario de mi familia paterna que no era nada pequeña y, aún así, comparado con mis amigos de la infancia provenía de un ambiente culto, toda vez que mi padre y una tía eran maestros. Eso puede dar una idea del punto de partida del desarrollo de la sociedad cubana a partir de 1959 y, por lo menos para mí, es el patrón que sirve para medir el resultado del proceso revolucionario más allá de estadísticas que pueden resultar engañosas, porque no reflejan la esencia de las cosas. Evidentemente ahora somos más cultos, más sanos, más solidarios, estamos lejos de alcanzar las virtudes con las que el Che caracterizaba al «hombre nuevo», pero creo que en general somos mejores personas y ello justifica el esfuerzo realizado.

¿Qué opinión le merece el bloqueo norteamericano a Cuba? ¿Aconsejaría a la nueva Administración norteamericana su levantamiento atendiendo al reclamo de la opinión pública internacional, especialmente a los resultados de las votaciones de la ONU?

Arboleya:   Pudiera decir que el bloqueo es una medida infame incluso en el contexto de enfrentamientos armados –de hecho está prohibido por las normas internacionales de la guerra– y con ello no estaría descubriendo nada. Más me interesa resaltar que el bloqueo es lo que queda, al menos lo más evidente, de una política diseñada hace 50 años para destruir a la Revolución cubana, la cual ha ensayado en Cuba casi todas las formas de agresión concebibles. Visto en este sentido, el bloqueo es una muestra arqueológica de la impotencia norteamericana frente a la capacidad de resistencia demostrada por el pueblo cubano, por lo que suspenderlo no solo sería un acto de ética y justicia, sino una medida inteligente por parte de los gobernantes norteamericanos para reparar su propio prestigio.

¿Cuáles considera son la «asignatura pendiente» del proceso revolucionario cubano?

Arboleya:   La Revolución cubana tiene muchas «asignaturas pendientes», porque se trata de un proceso vivo, generador constante de nuevas expectativas. Evidentemente las metas de hace 50 años, muchas de ellas alcanzadas e incluso superadas, precisamente por eso no son las actuales, lo que nos coloca frente a una contradicción dialéctica que no es nada extraña, se llama desarrollo. Resulta así que cuando miramos hacia atrás estamos satisfechos y cuando lo hacemos hacia delante nos pasa lo contrario. Para algunos ello es síntoma del desgaste de la Revolución, pero la historia no ha tenido otro motor mejor que la insatisfacción, el asunto es cómo es canalizarla. No me gusta el concepto de que «gracias a la Revolución» o «la Revolución dio esto o lo otro», como si la Revolución fuese un árbol del que se arrancan los frutos. Las revoluciones tienen que ser procesos conscientes de las masas o no son revoluciones, las revoluciones no dan nada, por el contrario, la gente se da a ellas, entregando cuotas inmensas de voluntad, entrega y sacrificio en función de metas de mejoramiento humano, que se tornan colectivas, incluso en el caso de las revoluciones burguesas cultivadoras del individualismo. Es por ello que una de las cosas que tiene que hacer constantemente toda revolución, incluyendo la cubana, es redefinir sus metas y reconstruir el consenso social en función de estos nuevos objetivos, lo cual implica una alta dosis de subjetividad, eso que llamamos conciencia.

¿Cuáles son sus expectativas de la Revolución cubana en los próximos años?

Arboleya:   Las expectativas de la Revolución son las de las personas que la llevan a cabo y dependen de la articulación del consenso que hablaba anteriormente. Evidentemente el mejoramiento de la situación económica constituye un objetivo de primer orden, pero no es una precondición. Como ha dicho Pablo González Casanova, tenemos que aprender a diferenciar el «proyecto» del «proceso», porque la claridad del proyecto es lo que nos aglutina, al margen de las dificultades que tenemos siempre que encarar en el proceso de su realización. Por ello, al margen de las medidas necesarias para encarar la solución de los problemas cotidianos, indispensables pero circunstanciales, creo que la Revolución cubana está necesitada de nuevas ideas que alimenten el proyecto revolucionario original, cuyas bases han demostrado una solidez tremenda, pero que, como consecuencia del desarrollo de la vida misma, incluso de sus éxitos, ya no es suficiente. No se trata de nada fácil, en apenas 20 años volaron en pedazos el socialismo real primero y el capitalismo neoliberal después, dejando al mundo sin los referentes que guiaban a uno u otro bando en la actualidad. De lo que se trata, por tanto, es de construir un nuevo proyecto de sociedad y el reto de la Revolución cubana es contribuir a ese esfuerzo. De hecho, no creo que tenga otra alternativa, o lo hace o deja de ser una revolución, con consecuencias desastrosas para el futuro de la nación cubana y el resto del Tercer Mundo, ya que la cubana ha sido la revolución de «ese» mundo.

Orestes Martí, escritor cubano-español y periodista . Manuel Alberto Ramy es jefe de la corresponsalía de Radio Progreso Alternativa en La Habana, Cuba, y editor de la versión en español del semanario bilingüe Progreso Weekly/Semanal.