Traducido para Rebelión por Andrés Prado
Normalmente el trayecto desde al-Khalil (Hebrón) a al-Quds (Jerusalén) no debería durar más de 30 a 40 minutos. Sin embargo, para la mayoría de los palestinos en Cisjordania, y gracias a las crueles restricciones crónicas de Israel, el viaje se convierte en un tortuoso episodio de sufrimiento físico y mental.
Con el comienzo del sagrado mes del Ramadán, las autoridades de la ocupación israelí anunciaron que se permitiría la entrada a Jerusalén a los palestinos mayores de 50 años pero sólo los viernes para las oraciones colectivas en al Masjidul Aqsa (la mezquita de Aqsa). La mezquita, con su gran y bella explanada, está considerada el tercer lugar sagrado del Islam en el mundo, justo después de la sagrada mezquita en La Meca y la mezquita del profeta en Medina, paz y gloria sean con él (PGSE).
Según la tradición, la recompensa celestial por un solo Raka´a (una unidad del rito postural de oración) en al Masjidul Aqsa vale 500 veces más que en un sitio común.
Al Masjidul Aqsa es también el lugar al que el profeta Mahoma (PGSE) hizo su viaje nocturno desde La Meca y, entonces, inmediatamente después, fue conducido por el arcángel Gabriel al trono de Dios en el séptimo cielo. El milagroso suceso está registrado en el Corán con el nombre de al-Isra´a, que significa «el viaje nocturno».
Esto explica la importancia crucial que los musulmanes en general y los palestinos en particular dan al lugar. También explica por qué cientos de miles de creyentes se aseguran de que pueden acceder al santuario de Jerusalén para la oración y la súplica al Todopoderoso especialmente en el mes de Ramadán, durante el cual las buenas obras motivadas por sinceras intenciones son recompensadas (en el más allá).
Recién pasado el límite de los 50 años, decidí hacer el viaje a la «primera Quibla*y tercer santuario sagrado» armado con la esperanza del creyente de alcanzar una serenidad espiritual y también el instinto del periodista de ver en directo cómo Israel está metamorfoseando la ciudad de belleza atemporal en «la capital de Israel» empleando todo medio de opresión y limpieza étnica concebible contra los constantemente acosados ciudadanos palestinos de la ciudad.
Shin Beth (Shabak**); miseria.
Los palestinos de Cisjordania no pueden entrar en Jerusalén con sus propios coches a no ser que tengan un permiso especial del Shin Beth que es la notoria agencia de seguridad doméstica israelí. Normalmente, sólo «buenos chicos» tienen tales privilegios, por ejemplo aquellos tomados por «pacificables» o «colaboradores».
Esto significa que sobre el 99% de los palestinos ordinarios que viven en Cisjordania (los de Gaza ni siquiera sueñan con llegar a Jerusalén estos días) deben usar el transporte público para llegar a Jerusalén. Y eso en el caso de que pasen el normalmente meticuloso «control de seguridad», por supuesto.
Inicié mi viaje poco después del alba, sobre las 4:20 hora local. Después de 30 minutos llegamos a la aterradora «frontera de cruce» en el borde norte de Belén. Allí desembarcamos, preparándonos mentalmente para la pesadilla de experiencia que estábamos a punto de afrontar.
La «frontera de cruce» de Belén es una jungla de tejados arrugados, estrechos pasillos de acero, rejas de metal, puertas giratorias, torniquetes por control remoto, así como detectores de metal.
El lugar es también un fuerte militar de facto, lleno de soldados de mirar oneroso y funcionarios del Shin Beth. El Shin Beth, puede uno afirmar sin temor a equivocarse, controla casi todos los aspectos de la vida de los palestinos: desde la concesión de un permiso de trabajo hasta la obtención de un permiso de viaje.
Ningún palestino, incluido el autor de este texto, tiene permiso para viajar fuera de Cisjordania a no ser que el Shin Beth lo otorgue. Normalmente la prohibición está motivada por consideraciones insustanciales como participar de la oposición no violenta a la ocupación israelí. El mensaje está claro: los palestinos sólo recibirán un trato humano (si) son políticamente pasivos.
Pronto nos encontramos totalmente apretados en un largo y estrecho camino que nos llevó a las cabinas del Shin Beth a 100 o 150 metros, donde los documentos de identidad eran comprobados. La experiencia fue particularmente horrible pues cientos de personas estábamos comprimidas cual sándwiches entre dos barras de metal moviéndonos a paso de tortuga. Las mujeres iban por otro camino y eran sujetas a un escrutinio considerablemente menor.
Finalmente, después de cerca de una hora de pesadilla apretujada, nos unimos a otra larga cola en dirección al frustrante control de seguridad. Vi algunos palestinos, cuya vejez era innegable, gente de más de 60 años, que eran enviados de vuelta por «razones de seguridad». No podía entender cómo esta gente anciana supondría una amenaza a la seguridad de Israel. Pero éste es el mantra cuya invocación lo justifica todo, al menos en lo que atañe a Israel.
Algunas de las personas devueltas estaban visiblemente entristecidas a causa de su infortunio. Otros que seguían en la cola les consolaban asegurándoles que el Todopoderoso les recompensaría por haberlo intentado.
Yo también tenía «el corazón en un puño» preocupado por si fuera rechazado y devuelto por «razones de seguridad». Pero ésta vez, obviamente, tuve suerte pues el ordenador del Shin Beth debió haber decidido concederme el beneficio de la duda.
Al- Quds (Jerusalén) es musulmana.
Sentí un profundo alivio al saber que podría entrar en la Ciudad Vieja de Jerusalén y unirme a otros musulmanes para ir a esta enorme congregación en uno de los lugares más sagrados del Islam.
Al entrar por el pasillo de salida (¡los pasillos son ubicuos en este lugar!), embarqué inmediatamente en un autobús dirección al-Quds que esperaba. Después de 15 minutos estábamos fuera de Bab El-Amud (la Puerta de la Columnas), también conocida como la Puerta de Damasco, que es una de las entradas principales a la Ciudad Vieja.
Así que anduvimos por los agitados y alborotados calles y callejones de esta antigua ciudad donde cada piedra, cada esquina, tiene el aroma de la Historia.
De camino íbamos viendo unos cuantos edificios anexionados y expropiados mediante trucos «legales» en beneficio de los intereses de los colonos judíos. Israel ha estado haciendo tremendos esfuerzos, casi rabiosos, para confiscar y judeizar la mayor parte posible de Jerusalén Este, empleando todo uso del engaño y la manipulación que se pueda concebir.
Los edificios están fuertemente vigilados por soldados armados y guardias que intentan crear «zonas de seguridad» tanto físicas como mentales en las cercanías de los edificios, aparentemente para intimidar a los palestinos, todo con el propósito de judeizar la ciudad, edificio a edificio, esquina tras esquina, incluso piedra a piedra.
Llegamos a el Haram al-Sharif (le explanada de la mezquita de Aqsa) por la mañana temprano, probablemente media hora después de la salida del sol, para encontrarnos con miles de personas deambulando en la espaciosa arena o sentados inmersos en la contemplación. La mayoría de los devotos venían a través de Cisjordania pero muchos venían de pueblos y villas árabes a través de la Línea Verde*** dentro de Israel. El Consejo Supremo Musulmán, que se preocupa del enorme complejo, parece que hace un trabajo particularmente bueno al mantener el lugar en la mejor de las condiciones. Esto es particularmente aparente durante el mes de Ramadán cuando miles y miles de personas vienen para las oraciones del viernes y de la noche (tarawih).
El Consejo también emplea a docenas de guardias desarmados cuyo trabajo principal es proteger de posibles intentos de grupos extremistas judíos, y también de sionistas cristianos evangélicos, de atacar y cometer actos vandálicos en el lugar.
De hecho, muchos grupos judíos, algunos afiliados al gobierno israelí, declaran abiertamente que su objetivo último es destruir al-Masjidul Aqsa y su otra mezquita gemela: la Cúpula de la Roca, para construir un templo judío en la zona.
Algunos judíos mesiánicos creen que la destrucción de tumbas y lugares sagrados del Islam en Jerusalén acelerará la llegada del mesías judío, el redentor, quien subyugará al mundo entero y traerá la «redención» para los judíos.
Las autoridades musulmanas se toman en serio tales designios. Los oficiales de la Muslim Waqf (fundación) argumentan convincentemente que Israel está intentando más que progresivamente adueñarse de el Haram al-Sharif o verla destruida como resultado de una serie de túneles subterráneos abiertos en los últimos años.
Adnan al Husseini, líder del Consejo Supremo Musulmán, describe las medidas israelíes como «partes de un peligroso plan para destruir la mezquita de Aqsa».
«Si llamamos a las cosas por su nombre, debemos ver los designios y las intrigas de Israel contra al-Masjidul Aqsa como deliberados y bien planificados actos de terror dirigidos a demoler las mezquitas y judeizar este edificio islámico».
Muchos de los devotos estaban simplemente sentados en alfombras que trajeron consigo, recitando el Corán o rezando. Otros, viendo el lugar, inspeccionando los numerosos sitios históricos, muchos de los cuales datan de hace cientos de años.
Con todo, hasta un cuarto de millón de personas consiguieron llegar a el Haram al Sharif, número que se habría duplicado de haber permitido, los israelíes, entrar en la ciudad a gente más joven, dijeron los oficiales de la Waqf.
Sobre nuestras cabezas las hélices de un helicóptero de la policía israelí sonaban provocativamente como si nos quisieran decir: «estamos al mando». Esto sumado a un enorme globo con una cámara en su interior monitorizando el lugar y el movimiento de los devotos.
Pronto la hora del Khutba (sermón) del viernes llegó y el Doctor Sheikh Ikrema Sabri, un veterano profesor musulmán, agradeció a sus devotos en ayunas su presencia diciéndoles que ésta sóla constituía un mensaje importante a Israel: que este lugar fue, es y siempre será islámico.
Sheikh Sabri apuntó que la fe islámica estaba creciendo en todo el mundo, no debido al poder económico y militar de los musulmanes sino más bien a la fuerza, cohesión y consistencia interna del Islam.
El Sheikh reprendió duramente a aquellos que reconocieran a Israel como un «estado judío», pues hacer esto, decía, equivaldría a firmar una pena de muerte contra la amplia comunidad palestina en Israel.
Sabri también reiteró un fatwa o editco religioso anterior que decretaba que cualquier musulmán que vendiera tierra o propiedades en interés de los colonos judíos «no sería considerado más un miembro de la Ummah (Nación) musulmana, no realizaría los ritos finales hacia la muerte, ni sería enterrado en un cementerio musulmán».
Después de terminar el Khutba y rezar una breve oración, la mayoría de los devotos se dispersaron por toda la Ciudad Vieja, de compras o simplemente realizando el viaje de vuelta a casa.
Por mi parte, no tenía suficiente morriña como para marcharme y decidí demorarme un rato, no sabiendo seguro si podría lograrlo de nuevo.
El próximo viernes veré.
Khalid Amayreh es periodista y vive en Palestina. Obtuvo su master (MA) en periodismo en la Universidad de Southern Illinois en 1983. Desde los años 90, Amayreh ha estado trabajando y escribiendo para varias publicaciones entre las cuales están Aljazeera.net, Al-Ahram Weekly, Islamic Republic News Agency (IRNA) y Middle East International.
Notas del Traductor:
1. Quibla s. f. Muro de la mezquita que está orientado hacia La Meca, al que los fieles musulmanes miran cuando rezan: en la quibla se encuentra el mihrab, que es un hueco o nicho hacia donde se sitúan los musulmanes para orar
2. Shabak (en hebreo: שב»כ, el acrónimo de Sherut Bitachon Klali, שירות ביטחון כללי, Servicio de Seguridad General), antes conocido como el Shin Bet o el GSS (servicio de seguridad general) por sus siglas en inglés, es el servicio de inteligencia y seguridad general interior de Israel. Su lema es «מגן ולא יראה» («Defensor/protector invisible»). El servicio cuenta aproximadamente con 5.000 miembros. Es una de las tres organizaciones principales de la comunidad de inteligencia israelí junto con el servicio de inteligencia de las fuerzas armadas (Aman) y el Mossad.
3. Línea Verde (Israel): El término Línea Verde es utilizado para referirse al Armisticio árabe-israelí de 1949 establecido entre Israel y sus enemigos (Siria, Jordania, y Egipto), en el final de la Guerra de Independencia de Israel.