Traducido por Marwan Pérez
Israel está totalmente furioso por la publicación esta semana del informe de la Comisión Goldstone, que acusa al régimen de apartheid, de cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en la Franja de Gaza durante el sangriento bombardeo contra el territorio costero palestino hace casi nueve meses.
Los oficiales israelíes y médicos hasbara han estado en contra de Goldstone, que es a la vez judío y sionista, en la medida de lo acusaron de «antisemitismo», un arma cada vez más obsoleta e ineficaz a la que recurre la propaganda israelí cuando las otras herramientas no funcionan.
Benjamín Netanyahu, el extremista Primer Ministro del régimen sionista, incluso ha pedido al enviado especial de EE.UU. en el Medio Oriente George Mitchell, ayuda en el tema, especialmente en el ámbito americano, con el fin de frenar las consecuencias del informe.
Mientras tanto, Israel se ha embarcado en una frenética campaña de propaganda para desacreditar el informe. En el pasado, Israel tuvo éxito presentándose a la opinión pública occidental por unos medios de comunicación -frecuentemente controlados por judíos- que ayudaron a difundir una efectiva narrativa sionista. De este modo, en los medios de comunicación lo blanco se volvió negro, y la gran mentira una verdad «virtual», glorificada por millones de occidentales crédulos por no sobrecargarse con la tarea de encontrar la «verdad real».
Ahora, Israel se enfrenta a una tarea cuesta arriba para hacer el mismo trabajo con éxito.
En primer lugar, el informe Goldstone es, en general, un gran trabajo profesional. Su informe está casi totalmente desprovisto de excesos retóricos y presenta los hechos y como hechos sin ningún tipo de interpretación tendenciosa.
Por lo tanto, las insinuaciones de anti-semita hechas por funcionarios de Hasbará de Israel deben ser tratadas nada más que como tácticas de distracción destinadas a evadir los hechos. De hecho, la propia hija de Goldstone ha sido citada por la prensa israelí, diciendo que si su padre no hubiera estado al frente de la comisión investigadora, el informe hubiese condenado a Israel mucho más duramente.
En segundo lugar, casi todas las comisiones de derechos humanos creíbles, entre ellas Amnistía Internacional, Human Rights Watch y B’tselem incluso el propio Israel habían alcanzado más o menos las mismas conclusiones sobre el bombardeo de diciembre-enero, es decir, que Israel a sabiendas y deliberadamente, atacó a civiles inocentes.
Incluso más, numerosos soldados israelíes que participaron en el ataque prácticamente genocida contra el enclave casi completamente sin protección han testificado que habían recibido instrucciones de disparar y matar a civiles inocentes, incluyendo a las personas con banderas blancas.
Como observador de la conducta de Israel durante muchos años, no tengo ninguna duda de que los líderes israelíes saben que han cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Después de todo, muchos militares israelíes y funcionarios políticos son criminales de guerra de buena fe, y que serían puestos tras las rejas en cualquier país ateniéndose a las mínimas normas cívicas y de decencia humana.
Sin embargo, lo que estos criminales de guerra piensan, al menos privadamente, es que los Judíos no deben estar sujetos a las mismas reglas de guerra que se aplican a otras naciones. Por lo tanto, ellos no ven el asesinato masivo, colectivo y deliberado de civiles inocentes como «mal».
De hecho, hace unos días, un ministro del gabinete israelí urgía a la comunidad internacional a concederle un trato especial en lo relativo a la conducción de la guerra, probablemente uno que permitiría la ocupación israelí y que los terroristas judíos paramilitares pudieran asesinar impunemente.
Creo firmemente que la comunidad internacional debe adoptar una postura moralmente y estricta contra Israel. En el análisis final, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad no pueden ser tratados como diabólicos en lugares como la Alemania nazi y la ex Yugoslavia, mientras que son ignorados o rechazados como «polémicos» cuando se trata de Israel.
Por estas razones, las recomendaciones del informe de la Comisión Goldstone deben ser presentadas en la Corte Internacional de Justicia de La Haya lo antes posible.
Por otra parte, las naciones civilizadas de todo el mundo deben actuar sobre este grave problema de la criminalidad de Israel tratándolo como un estado paria, al menos hasta que se haga justicia y se tomen medidas para evitar la repetición de la embestida nazi.
Es cierto que Israel no es el antiguo régimen de apartheid de Sudáfrica que fue forzado a terminar con éxito. Sin embargo, es mucho lo que se puede hacer para evitar que la entidad criminal de burle del derecho internacional y los derechos humanos fundamentales, incluido el derecho a la vida, del pueblo palestino.
Una forma de hacer esto es compilar una lista completa de todos los criminales de guerra israelíes, desde soldados rasos hasta el Ministro de Defensa, que participaron en las atrocidades de Gaza.
Estos presuntos criminales de guerra deben ser detenidos a su llegada a cualquier país. Y si hay pruebas convincentes de acusarlos, deben ser enviados a La Haya para hacer frente a sus crímenes ante un tribunal internacional. Nosotros simplemente debemos perseguir a sus asesinos y reducir sus horizontes tanto como sea posible, hasta que sean capturados y obligados a pagar por sus crímenes.
El informe Goldstone recomendó que Israel iniciase inmediatamente una investigación seria sobre el crimen de guerra en Gaza. Sin embargo, está muy claro que esta recomendación lleva consigo una gran cantidad de ingenuidad, si no de hipocresía. De hecho, uno no tiene que ser un experto en Israel para darse cuenta que el sistema de justicia israelí es un sello virtual en manos de la institución militar-política.
Además, sería insensato esperar que Israel, un estado que ha estado asesinando palestinos, destruyendo sus hogares, y robando sus tierras desde tiempo inmemorial, de repente les conceda justicia y se transforme en un estado decente, donde la justicia se lleve a cabo independientemente de la identidad de la víctima y el victimizador.
Para ser honesto, Israel es un caso irremediable de opresión y criminalidad, un estado tan enfermo y tan criminalmente dirigido que no tiene sentido apelar por ningún sentido de justicia que ni siquiera se podría pensar que sus líderes políticos y militares tienen.
Otros dos puntos que me gustaría hacer en este sentido. En primer lugar, es sumamente imprescindible hacer a Israel responsable de estos crímenes. Porque de lo contrario, si el mundo permite a Israel salir con impunidad, el bombardeo de diciembre-enero parecerá un inofensivo juego de niños en comparación con la guerra genocida que viene.
Por lo tanto, el mundo nunca jamás debería permitir que esta entidad despreciable desensibilice la poca apariencia moral que la comunidad internacional aún tiene. Un punto más, este problema adquiere una significación especial, porque no es ningún secreto que los palestinos dependen para su supervivencia física de la buena voluntad y el poder moral de los pueblos del mundo. Por lo tanto, la conciencia moral del mundo no puede dormirse ni un momento, no sea que suceda lo impensable.
El segundo punto es la forma totalmente inadecuada en la que la Autoridad Palestina ha tratado esta cuestión. De hecho, como una entidad que dice representar al pueblo palestino, la Autoridad Palestina debería haber encabezado los esfuerzos para exponer, incriminar y criminalizar a Israel.
Sin embargo, el hecho de que la Autoridad Palestina sólo se contentó con algunas declaraciones lacónicas acerca de la responsabilidad israelí por crímenes de guerra en Gaza pone de manifiesto la bancarrota moral y política del régimen de PA.
Bueno, ¿cómo puede el pueblo palestino realmente esperar que estos flamantes «líderes» que temen llamar a Israel por su nombre real vayan a poder liberar Jerusalén y permitir la repatriación de los refugiados a su tierra ancestral?