Por segunda vez desde su construcción, y coincidiendo con el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, el Muro que roba tierra a los palestinos se ha tambaleado. En Ni’lin, Cisjordania, el 6 de noviembre, un grupo de jóvenes ha conseguido con la ayuda de un gato de camión levantar una de las […]
Por segunda vez desde su construcción, y coincidiendo con el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, el Muro que roba tierra a los palestinos se ha tambaleado. En Ni’lin, Cisjordania, el 6 de noviembre, un grupo de jóvenes ha conseguido con la ayuda de un gato de camión levantar una de las placas de hormigón del Muro del Apartheid, de ocho metros de altura, y abrir una abertura por la que han podido pasar unos cuantos jóvenes. La vez anterior, el 18 de septiembre de 2009, se consiguió en el mismo pueblo echar unas cuantas placas hacia atrás con un ingenioso sistema de poleas atadas a un olivo milenario.
Desde que se iniciaron las manifestaciones pacíficas contra el Muro Apartheid en este pueblo, en marzo de 2008, cinco jóvenes palestinos desarmados han sido asesinados por los francotiradores de la Guardia de Fronteras del Ejército israelí: Yusef Akil Srur (36 años) de un tiro en el pecho; Ahmed Musa (10 años) de un fulminante tiro en la frente; Yusef Amina (17 años) y Mohammed Khawaje (20 años) ambos también de un certero disparo en la cabeza y Arafat Khawaje (22 años). Además, Tristán Anderson (37 años), ciudadano estadounidense y militante de la organización ISM (Internacional Solidarity Movement), lleva ahora diez meses en el hospital israelí Tel Hashomer de Tel Aviv en estado grave, sin hablar ni abrir los ojos, tras recibir un proyectil metálico de gas lacrimógeno en la cabeza que le causó la amputación de una parte del cerebro.
Pero eso no es todo: 40 personas, 38 chavales del pueblo, una joven sueca de ISM, Ulrika Andersson, y un periodista israelí, David Reeb, han recibido en las piernas disparos de fuego real de los animosos francotiradores. A esta estremecedora lista de víctimas y mártires civiles de la ocupación israelí hay que añadir aproximadamente un centenar de muchachos de Ni`lin, muchos de ellos menores de 16 años, que duermen en cárceles israelíes sin juicio ni ningún tipo de derecho tras haber sido sacados por la noche de sus casas, arrancados de sus familias entre gritos de dolor.
La ocupación israelí, con sofisticadas armas, mata a civiles a los que previamente les ha confiscado la tierra y mediante espantosos sistemas de chantaje, violencia y primas se ha trabado una extensa red de colaboradores que los orientan por la noche, como a extraterrestres imbuidos en escafandras después de bajar de sus naves, para irrumpir en casas y llevarse a los manifestantes.
Ante este terrorífico escenario de represión es legítimo preguntarse si tienen sentido las manifestaciones que se repiten todos los viernes en este pueblo desde hace algo más de un año y que suelen terminar en tragedia. De hecho, el alto precio a pagar y la desproporción de fuerzas hace que no participen muchos habitantes de este pueblo de 4700 habitantes, al que se le ha confiscado un 56% de sus campos con la construcción del muro y un 85% desde 1948 con la sistemática política de robar tierra excluyendo y encerrando en ghettos a la población originaria. No obstante, pese a la acreditada amenaza de muerte, un centenar de jóvenes, acompañados por algunos grupos no violentos de solidaridad internacional como ISM y los israelíes de Anarquistas Contra el Muro, han demostrado este viernes 6 de noviembre que la justicia y la resistencia popular no sólo no se rinden sino que consiguen logros de alto valor simbólico para terminar con la violencia fanática de la ocupación. Como rezaba una pancarta en la manifestación: «No matter where, no matter how tall, all walls fall». (no importa dónde estén ni lo altos que sean, todos los muros caen).
Para más información consultar: www.stopthewall.org/ www.palsolidarity.org/ www.alquds.co.uk / www.flikr.com
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.