Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
A principios del siglo XX el dirigente sionista Vladimir Jabotinsky escribió acerca del ‘muro de hierro’ que habría que construir entre los colonos y el pueblo originario de Palestina, del que sabía que se resistiría hasta el final al intento de robar su tierra. Lo que quería decir con un ‘muro de hierro’ era la fuerza que los sionistas tendrían que utilizar para someter a los palestinos si ellos les robaban su tierra. En realidad no quería decir un muro según la definición del diccionario de semejante estructura, pero eso es lo que se están construyendo ahora por toda Cisjordania para encerrar a los palestinos como los animales salvajes que el historiador israelí Benny Morris afirma que son.
Es más, los palestinos han sido reducidos a ghettos por medio de una variedad de muros y ‘vallas’. Está el monstruoso muro de ‘separación’ que zigzaguea dentro y fuera de la ‘línea verde’ que está desapareciendo rápidamente y que separa la tierra palestina que había sido ocupada antes de la guerra de 1967 de la que se ocupó durante ésta. Los gazatíes viven en lo que se ha descrito como la mayor prisión al aire libre del mundo. También se podría relacionar con una reserva de caza. Cada estación es una estación abierta para la caza y ningún arma está prohibida. Los gazatíes están encerrados por el mar a un lado, patrullado por la armada israelí para que los barcos de pesca no puedan salir y los barcos con ayuda no puedan entrar. En otros dos lados se enfrentan a una valla israelí y a una barrera de cemento en la frontera con Egipto. Ésta última está siendo reforzada ahora por el ‘muro de hierro’ de Husni Mubarak, con placas de acero que se hunden profundamente bajo tierra y destruyen los túneles a través de los cuales se ha suministrado a muchos gazatíes la comida, combustible y medicinas que necesitan desesperadamente.
Asfixiados desde que empezó el bloqueo en 2006, ahora se está estrangulando a los gazatíes por decreto internacional. Éste es el crimen que están cometiendo Israel, Estados Unidos y Egipto, con la ‘comunidad internacional’ puesta detrás en fila con expresiones de comprender la necesidad de que se castigue a los gazatíes. Su tormento es uno de los grandes escándalos de nuestro tiempo. Desde hace seis años se les ha encerrado en la Franja. Desde el principio han sido masacrados y bombardeados .
La gente olvida, si es que alguna vez lo han sabido, que la mayoría de los gazatíes no son originarios de esta parte de Palestina. Las milicias sionistas los llevaron allí en 1948. Los ataques contra civiles ordenados por David Ben-Gurion en la década de 1950 y las masacres organizadas por Ariel Sharon en la de 1970 yacen sepultadas bajo el peso de más ataques mortales. En las dos últimas décadas los gazatíes (y los palestinos de cualquier lado) han sido sometidos a ‘asesinatos selectivos’ (esto es, asesinatos premeditados por parte del Estado [de Israel]) y a la destrucción por tierra, mar y aire de escuelas, bloques de viviendas y edificios del gobierno. El asesinato de niños llegó a su apogeo (¿o deberíamos asumir que lo peor todavía está por llegar?) durante el ataque de diciembre de 2009-enero de 2010 cuando fueron asesinados más de 400 niños, destrozados en pedazos por ataques de la artillería y aéreos, y asesinados a tiros por disparos de los francotiradores. Estos niños tenían que morir para que Ehud Olmert pudiera demostrar que es un tío duro. Tenían que morir porque el bloqueo impuesto después de las elección del gobierno de Hamás no había hecho que los palestinos se hincaran de rodillas.
La ‘comunidad internacional’ no significa usted o yo. Significa Gordon Brown, Nicolas Sarkozy, Angela Merkel, Silvio Berlusconi, Kevin Rudd, Julia Gillard y muchos otros políticos que se ponen en fila para defender a Israel haga lo que haga. Pudieron entender por qué Israel tuvo que atacar a Gaza en 2008. Fueron todos esos túneles y todos esos ataques con cohetes los que fueron el origen del ataque y no sesenta años de ocupación. Pudieron entender por qué Israel tuvo que atacar a Líbano en 2006 y matar aproximadamente a la misma cantidad de personas que mataron en Gaza tres años después, aunque uno o dos de los timoratos pudiera haber murmurado ‘desproporcionado’ cuando los periódicos publicaron fotos de los cuerpos de los niños a los que sacaban de los edificios destruidos. Son tan comprensivos con Israel que Gordon Brown promete proteger a los ministros del gobierno israelí y los comandantes militares de las acusaciones de crímenes de guerra cambiando la ley [británica]. Son tan comprensivos con Israel que el Congreso estadounidense va a cerrar los medios árabes que no le gustan a Israel. Son tan comprensivos con Israel que pueden entender perfectamente por qué éste podría tener que emprender ataques aéreos contra instalaciones nucleares activas en Irán. Son tan comprensivos con Israel que creen que el Informe Goldstone sobre los crímenes de guerra israelíes (incluyendo el bombardeo de edificios de Naciones Unidas y el principal hospital de Gaza) y sobre los crímenes contra la humanidad en Gaza es sesgado e injusto.
No entienden por qué los gazatíes están lanzando cohetes caseros contra Israel en respuesta a las masacres, los asesinatos selectivos y la destrucción de la infraestructura, incluyendo las instalaciones de agua potable y de aguas residuales. Están horrorizados. ‘La violencia no es el camino’. Lo dicen todo el tiempo. Tony Blair saborea la frase como dulce miel. La violencia no es el camino, a no ser que sea violencia israelí o su propia violencia, suministrada a diario en Iraq y Afganistán, con Yemen acercándose como nuevo objetivo en su ‘guerra contra el terrorismo’. Esta violencia no les horroriza. Por supuesto, están impactados por los muertos de la guerra, pero los muertos de la guerra son sus soldados que han muerto y no la enorme cantidad de civiles asesinados por la máquina de guerra de la que forman parte estos mismos soldados. Las ‘muertes’ de cientos de miles de civiles en esos países durante las dos últimas décadas es meramente trágica o desafortunada. La tortura de otros civiles o el que sean llevados a países del tercer mundo para que puedan ser torturados ahí, simplemente es algo de lo que ellos no hablan.
Ahora tenemos el muro de acero de Mubarak. La ‘comunidad internacional’ comprende por qué tiene que ser construido. Israel se enfrenta a una amenaza existencial desde estos túneles. Si los gazatíes se portan bien, si devuelven al soldado israelí capturado, si aceptan el ‘derecho’ de Israel a existir sobre su tierra robada, si aceptan que no tienen derecho a retornar a ella, si aceptan cualquier exigencia de los israelíes, si aceptan que Israel tiene derecho a atacar y ellos no tienen derecho a defenderse con las miserables armas de las que disponen, entonces, por supuesto que se levantará el bloqueo y podrán tener un poquito más de comida y de medicinas dependiendo de cómo se porten. Al lado del muro de acero que aisla a los palestinos hay otro muro que Israel va a construir con el consentimiento de Egipto a lo largo de la zona de Auja, que antes era una zona desmilitarizada ocupada por Israel hace varias décadas.
Mubarak no es Egipto. Su parlamento y su gobierno no representan la voluntad del país. Es un presidente de alquiler, un presidente para Estados Unidos e Israel, no para su propio pueblo. Es una extensión del gobierno estadounidense lo mismo que lo era la compañía conocida como Blackwater hasta que el asesinato de civiles por parte de sus contratistas en Iraq causó tanto escándalo que tuvo que cambiar de nombre. Mubarak es un contratista. Ayuda a dirigir Oriente Medio para Estados Unidos. Egipto es su responsabilidad y él aplasta a quienes se pongan en su camino, activistas musulmanes o liberales laicos.
Si hubiera unas elecciones justas en Egipto, se acabarían Mubarak y su Partido Nacional Democrático. Sean cuales sean sus otras diferencias, en relación a Palestina no hay diferencias entre los Hermanos Musulmanes y los partidos y movimientos laicos de la oposición. Fuera de las filas del partido de Mubarak no hay apoyo a las acciones que éste ha emprendido, incluyendo el hecho de que recientemente impidiera al convoy de Viva Palestina entregar su ayuda a Gaza. El pueblo egipcio está con los palestinos y entre ellos hay un profundo sentimiento de vergüenza por lo que Mubarak está haciendo. Éste es el país de la revolución de 1952, el defensor incondicional de los palestinos, de la lucha del Tercer Mundo contra el imperialismo y el colonialismo, al que el sátrapa de Occidente en su palacio presidencial de El Cairo ha convertido en un humillante paño de cocina.
Jeremy Salt es profesor asociado de Historia y Política de Oriente Medio en la Universidad Bilkent de Ankara, Turquía. Antes enseño en la Universidad del Bósforo de Estambul y en la Universidad de Melbourne en los departamentos de Estudios sobre Oriente Medio y de Ciencias Políticas. El profesor Salt ha escrito muchos artículos sobre cuestiones relacionadas con Oriente Medio, particularmente Palestina, y fue periodista del periódico The Age cuando vivió en Melbourne. Ha escrito este artículo para PalestineChronicle.com.
Fuente: http://www.palestinechronicle.