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Michael Moore vuele a meter el dedo en el ojo de su país.

Capitalismo: una historia de amor… y de odio

Fuentes: Diagonal

Tras los éxitos de Bowling for Colombine y Fahrenheit 9/11, Michael Moore vuelve a las andadas con un documental crítico sobre su América natal que tanto quiere y que, según él, tanto peca de orgullo y de arrogancia. Desde los inicios, y a veces con un humor que raya en lo absurdo, el tono irónico […]

Tras los éxitos de Bowling for Colombine y Fahrenheit 9/11, Michael Moore vuelve a las andadas con un documental crítico sobre su América natal que tanto quiere y que, según él, tanto peca de orgullo y de arrogancia. Desde los inicios, y a veces con un humor que raya en lo absurdo, el tono irónico y crítico del realizador marca la descripción de un país decadente, atrapado en sus propios fantasmas y sus viejos sueños de enriquecimiento sin escrúpulos. El autor rompe, una a una, las ideas del sueño americano, compara los Estados Unidos con el imperio romano cercano al colapso, formula preguntas evidentes para hacernos reflexionar sobre los abusos de un sistema que no entiende de personas ni de avances sociales. Lejos están los tiempos del maccarthismo en los que se enjuiciaba a cualquiera que criticaba las políticas internas del país y lejos también están los tiempos de Reagan en los que los Estados Unidos eran considerados como un modelo de libertad para todos.

Antes de exponer hechos novedosos y de tramar arriesgadas teorías, Michael Moore se hace portavoz de la América profunda, esa gran mayoría de trabajadores que lucha a diario para pagar su hipoteca y llegar a fin de mes, y lo hace sin tapujos, acercándose a ella con la sencillez de un ciudadano cualquiera que exige explicaciones y quiere causar ruido. Los casos indignantes de desahucios, los gestos agresivos de autoridades insensibles se suceden y muestran a una población ignorada por sus dirigentes y engañada por un sistema financiero demoledor. Los lloros se encadenan, se confunden con el furor de los que exigen justicia y evidencian una realidad innegable: América está rota, dividida entre una minoría corporativa amparada por el poder y una enorme mayoría, el pueblo, inconsciente de su fuerza. Siguiendo las pautas de una liviana lección de Historia (no exenta de humor), las definiciones del capitalismo se concatenan con gran velocidad, buscando una relativa exactitud, pero, al final, el espectador se queda con lo más impactante: eslóganes severos y críticos que aluden a «un sistema de buitres» o «un demonio que ha de ser eliminado». Las imágenes también buscan un efecto notable en el público, tratan de sacudirle, y, sin embargo, mucho de lo que aparece en la película es conocido de todos: desde las famosas Subprimes hasta los escandalosos beneficios de las gigantes corporaciones que siguen despidiendo indiferentemente al personal, pasando por el equipo de asesoría de George Bush Jr o la participación de grandes compañías en la campaña electoral de Obama.

Entre distintos temas polémicos, destaca por su atrevimiento la narración de un supuesto complot realizado dos meses antes de la elección de Obama por los «buitres» codiciosos que controlan y dictaminan la política global del país. Se trata de un auténtico golpe de estado que deja maniatado a la clase política de Estados Unidos, anula al pueblo y permite a los golpistas escaparse con 700.000 millones de dólares sin que nadie pueda exigirles cuentas. Una orquestación tan excelente como indignante. También sorprende la solución propugnada por Michael Moore para evitar futuros abusos de poder y ésta se resume con la reactivación de la democracia americana en todos sus aspectos, fomentando la formación de sindicatos y la renovación de la clase política. Según el autor americano, «el capitalismo es un demonio y el demonio no se puede regular».

Con la irreverencia que le caracteriza y un patriotismo fustigante, Michael Moore firma una obra llamativa y entretenida en la que el país más poderoso del mundo parece más enfermo que nunca.